Petruvska Simne: Entrevista a Pío E. Serrano / ‘Soy un escritor espontáneo’

Archivo | Autores | 17 de octubre de 2024
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Pasa a mi lado una sonrisa
y me detengo a conversar con ella.
A una señal convenida
–pues todos los encuentros son convencionales–
despejamos, escrupulosos, la incógnita callada,
y juntos asumimos las mejores maneras
que suelen confundir al desaliento.

Pío E. Serrano

La poesía de Pío E. Serrano revela –y enseña– que la vida puede ser valorada en cada mínimo detalle, en cada sutil gesto, en cada mirada precisa. En sus poemas prevalece la mirada del viajero que no pertenece a ninguna ciudad permanente y muestra la fragilidad y la inestabilidad de todo lo que nos rodea y al mismo tiempo el sorprendente milagro que la vida y el ser humano protagonizan.

Poesía que evoca el espíritu que subyace en la naturaleza, en la lluvia, en un amanecer y que se caracteriza por sus imágenes precisas cargadas con la potencia que cada palabra, particularmente escogida, genera.

Pío E. Serrano convirtió su pasión por la lectura en un oficio que lo llevó a crear la editorial Verbum, dándole cabida a poetas y escritores hispanoamericanos, y asiáticos, descubriendo y vertiendo, especialmente, la literatura coreana al español.

Nació en San Luis, Cuba, 1941. Estudió en la Universidad de La Habana, donde luego fue profesor de filosofía. Es poeta, ensayista y editor. Hasta su jubilación, en 2012, fue director de la madrileña editorial Verbum. En 1996 fundó, junto al novelista cubano Jesús Díaz, la revista Encuentro de la Cultura Cubana y también formó parte del consejo de redacción de la revista de la Fundación Hispano-Cubana. Entre sus libros de poesía figuran: ‘A propia sombra’ (Barcelona, 1978), ‘Cuaderno de viaje’ (Madrid, 1981) y ‘Segundo cuaderno de viaje’ (Madrid, 1987). Ese mismo año el Instituto de Cooperación Iberoamericana publicó sus tres libros bajo el título Poesía reunida (Ediciones Cultura Hispánica). Poemas posteriores los ha publicado en varias antologías aparecidas en España, Portugal, Corea y América Latina. Como antólogo publicó, en 2014, Poesía completa, de Gastón Baquero, para conmemorar su Centenario.

¿Cómo vivió su infancia?

En general, tuve una infancia feliz. Todo lo feliz que puede ser una criatura de clase media baja. Mi padre era empleado de una empresa de autobuses y mi madre, nacida en Canarias, era hija de campesinos canarios emigrados a Cuba, poseedores de suficientes áreas de cultivo como para dar de comer a sus tres hijos y cuatro hijas, donde pasaba mis vacaciones de verano. Lo mejor de la finca de los abuelos es que se encontraba en una zona abrupta de la provincia de Oriente, de difícil acceso, adonde no llegaban la electricidad ni el agua corriente, pero que no le faltaba la luz, suplida por los variados quinqués, algunos provistos de tubos de cristal pintados con sorprendentes motivos florales, a veces como flotando sobre la cortina de humo que imprimía su interior; ni agua, que se acarreaba desde un cercano pozo. Sí, allí aprendí la soledad acompañada de la vida rural, los misterios de la noche cerrada, las inobjetables sorpresas que te depara la naturaleza y la dócil compañía de los animales domésticos. Luego, los nueve meses restantes en la costumbre mansa de un pueblo del interior de La Habana.

¿Cómo fue su etapa de adolescente?

De una primera experiencia de íntima religiosidad, ya en los grados intermedios del bachillerato –los dos años finales de la dictadura de Batista–, adquirí, digamos, una incierta conciencia social puesta en práctica en una célula juvenil de resistencia, cuyo mayor desafío al régimen consistió en correr delante de unos pocos policías que disolvían las manifestaciones estudiantiles de protesta. Por lo demás, rechazo a las matemáticas y el corazón sucesivamente destrozado por lindas compañeritas, salpicadas sus mejillas por la insolencia del acné. Y la amistad juramentada para toda la vida de un pequeño grupo de amigos, hasta que nos disolvimos por caminos distintos en la universidad.

¿Quién leyó sus poemas iniciales?

Durante mucho tiempo he sido renuente a agredir a mis amigos con espontáneas lecturas de poemas. Por pudor, decoro o timidez no compartí mi escritura hasta los primeros años de Facultad, cuando algunas revistas me invitaron a publicar.

¿En qué momento supo que la poesía sería su destino?

Nunca. Siempre he considerado la poesía como una compañera, desagradecida las más de las veces; generosa, pocas.

¿Cómo fue el proceso de la escritura de su primer libro A propia sombra, publicado cuatro años después de su exilio?

Antes de partir al exilio se publicaron poemas míos en varias revistas literarias, en antologías y un libro quedó secuestrado en los talleres de impresión. Algunos de estos poemas ‘cubanos’ integraron este primer libro, a los que se añadieron unos pocos escritos y publicados en España, y otros que permanecían inéditos. Un proceso que solo respondía a la nostalgia y a las todavía frescas revelaciones.

Para un poeta, un escritor, un artista, es de gran importancia la experiencia de vivir en otros países para comprender otros puntos de vista y mirar la realidad desde otra perspectiva. ¿Cómo vivió usted la poesía a partir de su condición de exilado?

Creo que el exilio es una escuela, un tránsito; una circunstancia que nos mejora, nos completa. Digo con Quasimodo, “Aspro è l’esilio”, pero me reconcilio con sus provocaciones y, como los centenares ojos de las moscas, multiplico el lento aprendizaje de esas nuevas perspectivas, como si de un nervioso, vivo, patchwork se tratase. Y en ello consiste la poesía del exiliado, cierto que yo he tenido el privilegio de exiliarme en el ámbito de mi lengua. Qué otra cosa pudo haber sido de tratarse de un caso como el de Conrad o Nabokov, aunque Brodsky sí llegó a escribir poesías en inglés.

¿Cuál de sus libros le parece que es el que mejor lo define?

Más que en un libro, creo haber logrado en algunas secciones o partes de mis libros una más acertada correspondencia entre mi intención expresiva y su escritura. Así, destacaría la sección “La sagrada familia”; las secciones “Exilios” y “Visita a Lezama Lima” y “Haykus del silencio” y “Arte y literatura”, todas integradas en mis libros.

¿Cómo vive el proceso de su escritura, toma apuntes, reescribe?

Generalmente, soy un escritor espontáneo; motivado por una lectura, una experiencia, una emoción, de las que tomo nota y bosquejo el germen de un poema sobre el que volveré hasta creer que está terminado. Aunque, lo cierto es que un poema no cobra vida más que en la recepción del lector, de cada lector.

¿Cómo editor recuerda algún libro que le haya dado especial satisfacción de publicar?

Entre otros, los tres volúmenes de la Antología de la poesía cubana de José Lezama Lima, los dos volúmenes de Poesía completa y Ensayos selectos de Gastón Baquero; la Historia de la literatura coreana, la primera en español, de Maurizio Riotto, y la nueva traducción de las Mil y una noches, premiada por varios países árabes. No puedo dejar de mencionar Reflexiones maquiavélicas, el luminoso y provocador poemario de Pedro Shimose. Tampoco olvido, Adiós, mi Habana, eficaces viñetas que relatan la crónica de un desencanto, escrita e ilustrada por Anna Veltfort.

¿Cuándo comenzó a leer a autores orientales?

Desde los primeros años de facultad. Por supuesto, las primeras lecturas fueron de autores chinos, alentadas seguramente por quien fuera uno de los divulgadores, sino el mayor, de la literatura y la cultura chinas, Lin Yutang, del que leí sus principales novelas. Las puertas al Japón, me las abrió un Breviario del Fondo de Cultura Económica, La literatura japonesa del gran japonólogo occidental, Donald Keene. Para el conocimiento de la literatura coreana, debí aguardar hasta 1987, cuando, como editor, conocí a un autor coreano, Kim Chumsu, gracias al cual inicié y he continuado una entusiasta relación con la cultura, la historia y la literatura de ese extraordinario país.

¿Qué le han aportado sus lecturas de esos autores orientales a su poesía?

La lectura de los poetas clásicos chinos, en particular los de la dinastía Tang -Li Bai, Li Tai Po, Tu Fu, Po Chu Yi, Wang Wei, Li Kiu Ling…, o el japonés Matsuo Basho-, en cuyos poemas admiré el carácter alusivo de su expresión, la sencillez que encierra complejidades; la calidez en el tratamiento de temas como la nostalgia, la añoranza, la fugacidad del tiempo, la celebración del vino y la amistad. No se puede ignorar que la poesía clásica china es madre y fuente de la japonesa y coreana, aunque cada una la asimilara y desarrollara con sus propios registros.

¿Esas lecturas le han cambiado su visión de la poesía?

Esas virtudes todas que he admirado en los clásicos chinos han alimentado mi visión de la poesía, aunque no pueda presumir que, por torpeza mía, las haya asimilado.

¿Qué le da miedo?

El miedo, todo tipo de miedos, nos debilitan y entristecen. Nos hacen pesimistas. Por decir algo, a veces siento miedo de ser injusto con alguien sin proponérmelo.

¿Se ha vuelto más escéptico con los años, más crítico con la vida?

Me protejo contra el pesimismo y cultivo un optimismo razonable. Me explico: la existencia es la suma de todas las eventualidades que nos vienen de fuera, aquellas sobre las que no podemos ejercer control alguno y, en paralelo, la cifra de aquellas que responden a nuestra voluntad y deseo. Las primeras suelen ser inevitables; las segundas, controlables, exigen el dominio de la voluntad y el deseo.

¿Qué significa para usted el homenaje que le hacen en este XXVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Salamanca?

Cuando, para sorpresa mía, en octubre de 2014 fui honrado por el Ayuntamiento de Salamanca al concederme la condición de Huésped Distinguido, de pronto me vinieron a la mente las sucesivas visitas a una ciudad que siempre me recibía con la calidez de un viejo familiar y con el abrazo de acogida de recientes amigos, aunque pronto parecieran compañías de solera. Entre los primeros, el poeta Alfredo Pérez Alencart, Jacqueline Alencar Polanco, los profesores don Alfonso Ortega Carmona y doña Carmen Ruiz Barrionuevo, así como la actual concejala Emérita, doña Pilar Fernández Labrador. Sí, esta honra tiene la generosidad de instalar una muestra de mi poesía en la compañía coral de un puñado de excelentes poetas amigos. La singularidad de este encuentro para mí se enriquece al compartir el Homenaje con el poeta avileño, José María Muñoz Quirós, compañero de tantas celebraciones salmantinas.

¿Sueña con regresar a La Habana?

Durante mis primeros años de exilio todo sueño se convertía en pesadilla. La repetida imagen catatónica, imposibilitada de moverse, de avanzar hacia un avión al que no llegaba abordar.

¿Qué es lo que más echa en falta de Cuba: los amigos, el paisaje, el mar?

A veces extraño el estruendo de su luz; otras, la tamizada claridad del mediodía durante los meses finales del año. El olor de la lluvia, de los aguaceros relampagueantes, súbitos, fragancias de tierra y maderas. La intimidad de algunas calles.

¿Ha leído a los nuevos poetas cubanos? ¿qué le parecen?

En lo posible, procuro estar al tanto de lo que escriben los jóvenes poetas, dentro o fuera de Cuba, y puedo asegurar que en muchos de ellos descubro la consistencia de una vocación, los aciertos con que buscan la autenticidad de su renovadora expresión.

¿Cree que en Cuba a corto plazo se realice un cambio de gobierno?

Me cuido de no confundir mis deseos con la realidad. Prefiero dejarme sorprender.

¿Cuál es su impresión de la influencia cubana en Venezuela?

Para ello tendré que retrotraerme a las décadas del 60 y del 70, durante las cuales, a partir primero de los hostigamientos y a continuación de frentes guerrilleros alentados, entrenados y armados por Cuba para acosar la presidencia de Rómulo Betancourt. En 1998, ante el fracaso de las teorías foquistas y guerrilleras, Cuba influye en los movimientos revolucionarios del continente para cambiar el modelo de acceso al poder. Hugo Chávez, electo por las urnas, pone en práctica el modelo que consiste en violentar la Constitución y, desde esa ‘legalidad’, progresivamente vaciar los resortes democráticos y sustituirlos por los propios de un gobierno autocrático, así hasta avanzar hacia la grotesca bufonada que interpreta Maduro, según guion cubano.

¿Ahora tiene más tiempo para escribir?

Pues depende del género. Por mi trabajo como editor tengo que generar numerosos textos de interpretación y análisis, reflexiones, breves ensayos sobre materias varias. En ese sentido, la poesía no es una prioridad, y se introduce, provocadora, allí donde nadie la espera.

¿Piensa que hace falta la crítica literaria en los medios de comunicación?

Siempre es saludable, incluso higiénica, la crítica literaria ejercida desde los diversos medios de comunicación por quienes, por su formación y experiencia, confirman el aserto de ser intérpretes de una obra al tiempo que mediadores entre el autor y el lector.

¿Cómo editor le fue fácil publicar sus poemarios o tuvo atrasos y promesas falsas?

Nunca es fácil y a veces enojoso; si bien, otras, surge un ángel que te abre las puertas. No desesperar es mi sugerencia a todo poeta joven.

¿Por qué escribe?

Me acojo a la respuesta que el poeta cubano Lezama Lima acostumbraba ofrecer –por supuesto, más elaborada– a preguntas similares. Escribo por apetito, para vencer una resistencia o rendirme a una provocación.

POEMAS DE CHINA

1

Corre en el río
la memoria de la ciudad.
Restos de la historia.
Una turbia melancolía pasa a mi lado.

2

Las grises estructuras
–vidrio y acero–
anuncian el futuro.
La gabarra cercana
suspira quejumbrosa.

3

Un hombre en la muchedumbre.
Una isla en la avenida Nanking.

4

Las grúas rojas
todo lo quieren elevar.
El nuevo coolí
pasa en bicicleta.

5

El “Xian Jian Zhen”
–diseñado para los cruceros en el Mar del Este–
todo de blanco, y luminoso.
De la barcaza anónima y a oscuras
brota un delgado humo.
Humilde calidez.

6

para Aurora

El largo río
entre las delgadas siluetas de las cumbres.
El largo río
que limpia las ciudades, su memoria.
El largo río
que humedece mis poros, y es sangre.
El largo río,
entre duraznos y cerezos, serpenteante.
El largo río que de tus brazos
fluye y me anega, reposo manso,
que me envuelve y alimenta.

7

Las montañas de Xian,
frágiles hilos, densidad de niebla.
Un suspiro pudiera quebrarlas.

8

Los guerreros de terracota
–diez mil repite el guía–
aguardan callados,
hieráticos,
una llamada, un grito.
El leve roce de sus afiladas armas,
inquietante murmullo,
apenas perceptible.
Alertas en su noche perenne,
sueño de barro y metal,
despertarán un día.

9

El Emperador se aburre.
Los minuciosos eunucos sacuden el aire
de los estrechos corredores
con el presuroso batir de su ropaje.
Las concubinas se recogen en el último pabellón.
Los monjes se refugian en sus mantras
y los mandarines en la soledad
de sus vetustas analectas.
El Hijo del Cielo se aburre
y un hilo de sangre
sonríe en el hacha del verdugo.

10

La vihuela,
lengua de seda.
Madera de sol
y viento.
Gime y suspira.

11

El joven monje,
resplandor naranja,
sonríe a nadie,
se pierde entre columnas.
Bermellón y azul.
Pasa entre nosotros,
como si flotara.

12

La flauta de bambú,
río sereno navegado por la luna

13

La cítara ilumina tus manos,
deshojas el silencio.

14

El monje anciano,
sentado ante la puerta,
no aguarda nada.
Quieto, sonríe a todos.

15

En la plaza de Tiannanmen
escucho la sombra sangrante de un grito,
la estéril huella de un carro de combate,
la desolada mirada de un hombre
que detiene el trueno.
En una esquina, la cálida mano de una madre
baja el calzón de un niño,
que riega de futuro la piedra maculada
y sonríe.

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Publicación fuente ‘Tiberíades’