William Navarrete: Entrevista a Pilar Medina Sidonia / ‘Los lazos de los Medina Sidonia con Cuba han sido muy estrechos’
Me encontré con Pilar González de Gregorio Álvarez de Toledo, más conocida como Pilar Medina Sidonia, en una cena en casa de Margarita Larrinaga. Inmediatamente surgieron temas relativos a Cuba y me dijo: “Por mis venas corre sangre cubana”. Luego añadió: “Como también es el caso de una gran parte de la nobleza española”.
Es cierto que, en proporción al número de habitantes, Cuba fue el país de América que mayor cantidad de nobles tuvo. La mayoría de los descendientes partieron al exilio después de 1959, aunque ya muchos vivían en Francia y en España desde antes, tras alianzas con otras familias aristocráticas o burguesas del continente. En el caso de Pilar González de Gregorio, hija de la duquesa de Medina Sidonia, conocida como “La Duquesa Roja”, su familia cubana estuvo presente en la Isla hasta la década de 1950, y allí poseía prósperas empresas como la fábrica de cervezas La Tropical y otros establecimientos relacionados con esta.
Por otra parte, todo investigador sabe que el patrimonio de la Casa Medina Sidonia, y en particular sus archivos, es inconmensurable. Conservado en el palacio ducal de San Lúcar de Barrameda se trata del archivo privado más importante de toda Europa y del segundo, entre públicos y privados, de toda España, después del Archivo de Indias de Sevilla.
Anticonformista por excelencia como muchos Medina Sidonia, Pilar ha manifestado en la prensa que hoy por hoy al rey Felipe VI le importa más garantizar la sucesión de su hija que la propia España y que el exilio del rey Juan Carlos I es injusto porque no existe ningún ordenamiento jurídico en Europa Occidental para el destierro. También cree que un archivo como el de la Casa Medina Sidonia, del que es propietaria de una parte por derecho hereditario, debería ser administrado por el Estado y no por una fundación.
Usted es descendiente directa de una de las casas ducales castellanas con más Grandeza de España, el ducado hereditario más antiguo de España. Antes de hablarnos de sus padres y abuelos, ¿puede contarnos algo sobre los Medina Sidonia?
Mi ascendencia materna proviene de esta vieja casa ducal, cuyo título de Medina Sidonia fue otorgado por Juan II de Castilla, en 1445, a mi antepasado Juan Alonso Pérez de Guzmán, quien ya era III conde de Niebla. La Casa fue reuniendo títulos como el marquesado de Gibraltar, el de Cazaza, el de Valverde, entre otros, y en 1520 se le concedió la Grandeza de España. La Casa estuvo en manos de los Guzmanes y, en 1779, pasó a los Álvarez de Toledo, con José Álvarez de Toledo y Gonzaga, XI marqués de Villafranca del Bierzo. Mi hermano es el vigésimo segundo duque actualmente.
La historia del ducado es muy antigua y repleta de hechos históricos. El tercer duque, por ejemplo, apoyó la conquista de Tenerife, y esto aportó muchas riquezas como ingenios y otras propiedades en las Canarias. También participó directamente en la conquista de Melilla en 1497, con lo cual el rey de España nombró al duque de Medina Sidonia como protector y gobernador de este territorio español limítrofe con el actual reino de Marruecos. Luego, en el siglo XVI, los jefes de la Casa fueron declarados capitanes generales de la Mar Océano y de las costas de Andalucía.
La capital de los estados de la Casa ha sido San Lúcar de Barrameda, eso significa que por el puerto pasaba todo lo que entraba y salía de y hacia América. Un dato curioso es que el duque de Medina Sidonia tenía el monopolio de la almadraba de atunes, con centro de operaciones en Zahara de los Atunes, algo que aportaba muchos beneficios a la casa ducal. Era todo un espectáculo en el que participaban los duques, pero también muchos de la nobleza, e incluso reyes, invitados por los Medina Sidonia. Un refrán muy español viene de esta actividad y es: “Ir a por atún y a ver al duque”, que se utiliza cuando una persona dice que hace algo con un fin, y en realidad, lo que persigue es otro objetivo.
¿Dónde nació y quiénes fueron sus padres?
Nací en Madrid, el 10 de enero de 1957. Fui bautizada en la capilla de El Pendolero, en Hoyo de Manzanares, propiedad de mi bisabuelo el duque de Maura, quien fue mi padrino junto con la infanta Pilar de Borbón, hermana del rey Juan Carlos I. Justamente por mi madrina me llamaron Pilar.
Mi padre fue Leoncio González de Gregorio Martí, quien, por parte de su madre, Leticia Martí Rodríguez de Castro, desciende de un alcalde de Santiago de Cuba. El caso es que mi abuela Leticia era nieta de una santiaguera llamada Rosalía Bueno Mena, hija a su vez de Emilio Bueno Blanco de Anaya, el mencionado alcalde de esta ciudad oriental de Cuba. Por parte de mi padre desciendo también de una familia de la nobleza local de Soria, localidad del norte castellano, en donde administro hoy en día la propiedad familiar, el viejo Palacio de Quintana Redonda, construido por un antepasado en 1757 y modernizado al gusto francés por mi bisabuela, quien recibió allí, en 1919, al rey Alfonso XIII.
Leoncio, mi padre, era jinete profesional cuando conoció a mi madre, Luisa Isabel Álvarez de Toledo Maura, XXI duquesa de Medina Sidonia. Mi padre vivió los últimos años de su vida, hasta su muerte en 2008, en el Palacio de Quintana, en donde creó una granja de crianza de avestruces.
En cuanto a mi madre, todo el mundo la conoce como “La Duquesa Roja”. Tuvo una vida azarosa, pues nació en el exilio, en Estoril (Portugal), en 1936, ya que la familia estaba muy comprometida con el alzamiento nacional contra el gobierno de la Segunda República. Allí vivió junto a la familia real española, en el entorno de don Juan y los príncipes, también exiliados en el vecino país. Mi abuelo materno era Joaquín Álvarez de Toledo y Caro, el XX duque de Medina Sidonia, quien se casó en la ciudad atlántica francesa de Biarritz con María del Carmen Maura Herrera, de madre cubana y padre español, hijo del presidente del gobierno Antonio Maura.
Tengo entendido que a su madre le llamaban “La Duquesa Roja” por sus ideales demócratas…
Mi madre siempre estuvo a contracorriente de muchas cosas. Al quedar huérfana de madre a los 10 años de edad fue criada por su abuela materna, la cubana, llamada Julia de Herrera y Herrera. En 1969, decidió apoyar a los campesinos contra el Estado y el Gobierno de Estados Unidos por el accidente nuclear de 1966, en Palomares, cerca de Almería, un sitio perteneciente al marquesado andaluz de los Vélez, que era de su heredad. En este accidente colisionaron en el aire dos aviones estadounidenses y uno de ellos transportaba cuatro bombas termonucleares. Debido al derrame y a las explosiones la tierra quedó contaminada. Los Estados Unidos prometieron indemnizar a los campesinos, pero nada de esto se cumplía. Por organizar las protestas, condenan a mi madre a pagar 10.000 pesetas de multa y a un año de cárcel, de los que cumple ocho meses, a partir de su entrada el 27 de marzo de 1969 en la prisión de Alcalá de Henares y luego en la madrileña de Ventas. Al salir, escribió y publicó en 1970 Mi cárcel, unas memorias de su estancia en la prisión para denunciar la situación en que vivían las reas. Por supuesto, ya le tenían preparada una nueva condena de 10 años. Sucedió que cuando fueron a apresarla ya había huido a París, en donde vivió exiliada hasta la muerte de Franco.
De hecho, mi madre simpatizó con el castrismo, a pesar de los muchos bienes que le fueron confiscados a la familia. Incluso respondió a una invitación de Fidel Castro y visitó la Isla. Cuando su abuela Julia de Herrera, la cubana, se enteró, se disgustó tanto (y con razón) que subió la escalera de su palacete en la calle Miguel Ángel 7, de Madrid, sin necesidad de que la portaran, pues como estaba mayor ya no podía subir por sí misma la escalera hasta la segunda planta. El caso es que lo subió sola y ella misma se sorprendió tanto que, una vez arriba, dijo: “Pues ahora bajo y que me suban”.
Por otro lado, después de su regreso del exilio, mi madre se enfrascó en cuerpo y alma a la catalogación de los archivos familiares que se encuentran hoy en el Palacio de los Guzmanes, la casa familiar en San Lúcar de Barrameda. Con más de 6.000 legajos y unos 6 millones de documentos, algunos del siglo XII, es el archivo privado más importante de Europa.
¿Ha representado oficialmente a la Casa de Medina Sidonia? ¿A qué se ha dedicado?
En realidad, solo iba a actos oficiales cuando mi madre no deseaba participar. Una vez, por ejemplo, la Ciudad Autónoma de Melilla quería celebrar un aniversario de su incorporación al reino de España y me propusieron asistir. Como mi madre vivía aún, les dije: “Invítenla a ella primero, y si no acepta, lo cual es lo más probable, entonces estoy dispuesta a ir yo”. Y allí estuve entonces, y me asombró ver que hasta en las tapas de las alcantarillas habían grabado el escudo de la Casa Medina Sidonia, pues en realidad, hasta el siglo XX Melilla no tuvo escudo oficial y los melillenses solicitaron a Alfonso XIII y a nuestra Casa el permiso para ostentar el blasón de los Medina Sidonia. Es un escudo muy bonito, pues tiene Corona Ducal sostenida por dos columnas del estrecho de Hércules (Gibraltar), con la inscripción “Non Plus Ultra”. Incluye armas sobre campo de azur, dos calderas jaqueladas en oro y gules, gringoladas de siete serpientes en sinople, puestas al palo, bordadura de las armas reales de Castilla y León, nueve piezas de gules, con castillos de oro, alternadas, con nueve piezas de plata con leones de gules.
Por otra parte, estudié para técnica de empresas turísticas y viví entre 1982 y 1988 en París, en donde trabajé para una galería de arte. En 2002 escribí mi novela histórica Nápoles 23, publicada por la casa editorial Martínez Roca, y he publicado muchos cuentos. En 2010, el consejero delegado de la casa de subastas Christie’s en Madrid buscaba a alguien que la dirigiera. Me presenté, me hicieron pruebas y fui aceptada. Trabajé como presidenta de Christie’s España desde 2010 hasta 2021 en que redujeron las oficinas. En este ámbito preparé y escribí muchos catálogos de exposiciones y ventas.
Por parte de su madre tiene una ascendencia cubana muy cercana con familiares que viven tanto en Cuba como en el exilio. ¿Puede contarnos algo sobre esta filiación?
Mi bisabuela Julia de Herrera y Herrera era cubana. Nació en La Habana en 1884 y era hija de Ramón Herrera Gutiérrez, el III Conde de la Mortera y de la prima de este, María Juana Herrera Sosa. El origen de esta familia en la Isla, la de los condes de la Mortera, se remonta a principios del siglo XIX, cuando Ramón Herrera San Cibrián, llegó con 17 años a Cuba, proveniente del pueblo de Mortera, en el valle de Piélagos, con una mano delante y otra atrás, como muchos de sus paisanos cántabros, a trabajar y a construir su propio destino. Algunos parientes pretenden que esta rama de los Herrera era de alto abolengo, pero yo he investigado muy bien, dado conferencias y escrito sobre mi genealogía cubana y puedo afirmar que de eso nada: Ramón Herrera San Cibrián empezó como empleado en un negocio de ultramarinos en Cuba, es decir, una bodega de víveres llamada Casa Pardo, Regelez y Cia, en el Paseo del Prado habanero, y tuvo la inteligencia y la fuerza para construir su propia fortuna.
Al punto que terminó fundando los Vapores Herrera, fue alcalde de La Habana y miembro del Consejo de Administración de la Isla. Claro, estos indianos nunca olvidaron su tierra natal y, en su caso, con el dinero ganado en Cuba, construyó la escuela y primera iglesia de Mortera, su pueblo. Además, fundó la beneficencia de Santander y contribuyó al avituallamiento durante la primera guerra de Cuba. Es decir, sus barcos colaboraron en las operaciones militares transportando víveres, tropas y municiones allí donde eran requeridos. Atendiendo a tales méritos, el 16 de julio de 1871 el rey Amadeo de Saboya le concedió el título de conde de la Mortera y fue condecorado con la Gran Cruz del Mérito Naval, la del Mérito Militar y las de Carlos III e Isabel la Católica.
No tuvo hijos, pero sus hermanos también participaron activamente en el desarrollo económico de Cuba. Los Herrera fundaron la Nueva Fábrica de Hielo cuya producción se diversificó en gaseosas, cervezas y licores, los Ferrocarriles Unidos de Caibarién, etc. En el caso de Ramón Herrera Gutiérrez, de la tercera generación de los condes de la Mortera, fallecido en 1896, llegó a ser presidente de la Cámara de Comercio de La Habana, senador por Cuba y presidente de la Junta de Sanidad, el ministerio de salud de la época.
Una de las ramas de los Herrera, descendiente de María Herrera San Cibrián, hermana del primer Ramón, casada con Antonio Blanco Mier, y de la cual descienden mis primos Blanco-Herrera, y en particular Cosme Blanco Herrera, terminaron administrando la fábrica La Tropical, fabricando las cervezas Polar y La Tropical, la malta Tívoli, y construyeron el estadio y los jardines de La Tropical, en la barriada de Puentes Grandes. Todo esto fue expropiado por el gobierno castrista en 1960.
¿Le hablaba su bisabuela Julia de Cuba?
Mi bisabuela Julia Herrera y Herrera, V condesa de la Mortera, era muy cubana, a pesar de haber vivido en Madrid gran parte de su vida. Ella fue quien se ocupó de mí prácticamente porque mi madre tenía otras ocupaciones, y mi abuela materna había muerto joven.
Julia decía que como el azúcar de Cuba no había, y la conseguía, mientras pudo, en una mantequería en donde solía comprar. Le encantaba el guiso de maíz, el arroz a la cubana y todo muy dulce. Falleció en Madrid en 1969 y vivió añorando su Isla, era muy excéntrica (léase refinada y afrancesada como lo fue toda la aristocracia cubana). De hecho, se construyó en 1912 una casa de estilo cubano llamada El Pendolero, cerca de Torrelodones, en las serranías de la región de Madrid. En esa finca pasaba algunas temporadas su suegro Antonio Maura, quien de hecho falleció en Torrelodones. Allí vivió también su hija Gabriela Maura y Herrera, campeona de tiro y reconocida cazadora.
Yo siempre digo que los lazos de los Medina Sidonia con Cuba han sido muy estrechos. Basta ver que la Virgen de la Caridad de San Lúcar de Barrameda y la Virgen de Regla de Chipiona, son, después de haber hecho el viaje a América, las más veneradas en la Isla. Y es que en San Lúcar, feudo de los Medina Sidonia, se armaban las expediciones para América y, durante siglos, se preparaban las travesías comerciales en las dos direcciones, entre América y la Península.
¿Ha tenido oportunidad de visitar Cuba?
Mientras mi bisabuela Julia vivió ni pensarlo. Ella había hecho una promesa de no poner un pie en la Isla mientras durara el gobierno dictatorial de Fidel Castro. Sucedió que, en 2016, durante el deshielo del presidente Obama, en un momento en que hasta los exiliados históricos cubanos de Florida hicieron su primer viaje de regreso, y estando yo de visita en Miami, en donde vive y trabaja desde hace 11 años mi hijo “Pepe” Márquez González de Gregorio, este organizó un viaje de sorpresa a La Habana, y me incluyó en una especie de expedición artística que visitaba la capital cubana.
Nos hospedamos en el hotel Santa Isabel, el antiguo palacete de los condes de Santovenia, en la Plaza de Armas. Me fascinó la luz y el ambiente musical del país. Visité todos los sitios relativos a mis Herrera, desde las oficinas de Vapores Herrera (actual museo del Ron Havana Club), hasta los jardines de La Tropical, el panteón de los condes de la Mortera en el cementerio Colón, y las casas coloniales que tenían que ver con la familia.
La decadencia de La Habana contrastaba con su alegría, al menos en el momento en que la visité. Encontré mucha similitud con Cádiz, ciudad que conozco muy bien. Me tomé un daiquirí en el sitio más cutre del mundo, y puedo decir que es el mejor que he tomado en mi vida. Por lo demás, sobre el régimen y la destrucción, qué puedo decir yo que no haya sido dicho por los propios cubanos. Una verdadera pena, pues la Isla tiene, como lo tuvo en el pasado, un enorme potencial de desarrollo y creatividad, que ese régimen obstaculiza.
Publicación fuente ‘Cubanet’
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