Leonardo Fernández Otaño: Entrevista a Carlos Michael Morales / ‘Si algo golpea en las prisiones cubanas es el hambre’
El activista periodista independiente y ex preso político cubano Carlos Michael Morales (48 años) fue sancionado a dos años y diez meses de privación de libertad tras participar en las manifestaciones del 11 de julio de 2021 (11J). Cumplió íntegramente su condena repartida entre cuatro prisiones distintas de su provincia natal, Villa Clara.
En mayo de 2024, apenas dos meses después de ser liberado, Morales fue encarcelado nuevamente por un supuesto delito de desobediencia, relacionado con su actividad periodística. Desde julio de 2024, se mantiene bajo arresto domiciliario y bajo un acoso constante por parte de las autoridades cubanas, pese a las denuncias de organizaciones internacionales de derechos humanos como Amnistía Internacional, Artículo 19 y el Centro de Denuncias de la Fundación para la Democracia Panamericana.
En esta entrevista del Centro de Documentación de Prisiones Cubanas, Morales repasa su experiencia como prisionero político en Cuba, marcada por constantes violaciones de derechos humanos y la impunidad de las autoridades penitenciarias.
Hablemos de tu detención.
A mí me detuvieron por participar en las protestas del 11J en Caibarién, Villa Clara. Al día siguiente, fui arrestado y conducido para la unidad de instrucción policial del municipio y luego para la prisión La Pendiente, en la ciudad de Santa Clara, hasta que en noviembre de 2021 fui sancionado a dos años y diez meses de privación de libertad por un falso delito de desorden público.
En ese momento me planté en huelga de hambre en protesta por el proceso judicial y me sacaron porque tenían miedo de que los más de 30 presos del 11J que estaban allí tomaran mi ejemplo. Entonces me trasladaron para la prisión Alambrada, en Manacas, donde permanecí cerca de dos años y cinco meses. Después, por mi actitud contestataria, me llevaron para el régimen de máximo rigor de la prisión Guamajal, también en Santa Clara; y en febrero de 2024 para la Prisión Provincial de Villa Clara, conocida como el Pre, donde estuve hasta el 6 de marzo, cuando cumplí íntegramente mi sanción.
¿Cómo eran las condiciones de vida en esas prisiones?
La prisión La Pendiente estaba llena. Allí vivía con 15 presos en un espacio extremadamente reducido. Cuando nos pusieron en cuarentena por el Covid, prácticamente no podíamos salir del cubículo ni bajarnos de la litera. En la prisión de Manacas conviví en cubículos de 30 personas. Eran pequeños y las condiciones higiénicas, pésimas. De hecho, allí me infecté con parásitos intestinales. En la prisión de Guamajal hay condiciones un poco mejores, pero el espacio es muy reducido. Allí conviví con 20 presos en un cubículo muy pequeño. En el Pre me volví a infectar con parásitos intestinales debido a la pésimas condiciones higiénico-sanitarias.
¿Te sentiste discriminado en prisión?
Por mi opinión política. En Manacas me pusieron a convivir con presos sancionados, a pesar de que yo no lo estaba. Nosotros éramos presos de conciencia. Estábamos encarcelados de forma injusta, arbitraria, por hacer uso de nuestros derechos humanos. No teníamos por qué estar presos, mucho menos con reclusos comunes extremadamente peligrosos. Yo coincidí hasta con asesinos.
En un inicio, las autoridades no permitían que los otros reclusos tuvieran trato con los presos políticos. Después, trataban de crear conflictos entre nosotros. Siempre había algún preso común que se prestaba para los designios de la Seguridad del Estado: provocarnos, buscarnos problemas; pero se les dificultaba porque la inmensa mayoría de los presos tenían una buena opinión de nosotros.
¿Recibiste un trato hostil por parte de los oficiales de la prisión?
Sí. En una ocasión, un jefe de grupo, de nombre Henry, intentó golpearme, solo que yo forcejee con él y luego los demás presos del cubículo se metieron y no permitieron que me golpeara. Por eso me sancionaron, me quitaron el teléfono y me llevaron a una celda tapiada. Tuve que plantarme en huelga de hambre una semana, hasta que Alfredo Gómez, el jefe del órgano de prisiones, vio que mi salud se estaba deteriorando y me levantó el castigo.
Otras veces tuve que discutir fuertemente con algunos guardias que querían humillarme. El 27 de febrero de 2024 fui agredido en Guamajal por el capitán Félix Bucarí. Yo estaba discutiendo con un recluso que era un chivato que trabajaba para la Seguridad del Estado, que me ofendió, y el capitán vino y me dio una mano de golpes. Al día siguiente, cuando me iban a trasladar para la Prisión Provincial de Villa Clara, el mayor Rolando me dio otra mano de golpes, simplemente porque pregunté para dónde me llevaban.
El 4 de marzo, dos días antes de salir de libertad, fue a verme un oficial de la Seguridad del Estado que nunca se identificó y me acusó de un supuesto delito de desacato. Al día siguiente fue el jefe de Villa Clara de «enfrentamiento a la oposición», un teniente coronel de la Seguridad del Estado. Me dijo que el supuesto desacato no iba a proceder, pero que si seguía trabajando como periodista independiente tras mi liberación me iban a llevar preso de nuevo. Y así fue. El 2 de mayo fui encarcelado nuevamente acusado de desobediencia.
¿Cómo eran las celdas de aislamiento?
Tienen una fetidez terrible. Allí tienes que soportar el olor a orina y heces fecales acumuladas durante meses y años. Muchas veces me llevaron para estas celdas sin haber cometido ninguna infracción, simplemente como otra forma represiva. A Liván Hernández Sosa, preso político del 11J, igual: lo llevaron a aislamiento por decir que en la prisión había corrupción, algo que se confirmó poco después, cuando Kadil Hernández Cabrera, jefe de la prisión de Manacas en ese entonces, fue removido del cargo luego de que se comprobara que estaba incurriendo en actos de corrupción.
¿Los reclusos son visitados por médicos cuando están en huelga de hambre?
Por lo general el médico los visita una vez al día, casi siempre en la mañana, pero a no ser que les dé un desmayo o algo de urgencia no los ve más hasta el otro día.
¿Fuiste interrogado por agentes de la Seguridad del Estado?
Ellos iban con cierta frecuencia, pero yo me negaba a dialogar. En una ocasión me amenazaron con cambiarme de prisión después de mandarle una carta a otro preso político del 11J. En Alambrada, mientras esperaba la sentencia, el oficial «Christopher» empezó a provocarme porque él quería que mi sanción fuera más larga, pero yo sabía que si me dejaba provocar él me iba a acusar de atentado, y entonces podían echarme hasta ocho años más.
Después hubo un tiempo en que dejaron de ir y, cuando iban, no me llamaban. Hasta que a finales de 2023 llegó a Manacas el oficial que se hace nombrar «Diego», a reprimir a los presos políticos.
En una ocasión tuvimos una discusión fuerte porque quería que yo conversara obligado con él, a lo que me negué. Como represalia, nos envió para un túnel a Liván Hernández Sosa y a mí, y nos dejó esposados allí durante ochos horas. Por eso sufrí una bursitis en mi brazo derecho.
¿Presentaste quejas formales por estos incidentes?
Cuando salí de Manacas para Guamajal, me planté en huelga de hambre para acusar a «Diego» ante la Fiscalía Militar por haberme torturado. Estuve 15 días así, en condiciones paupérrimas, hasta que vino un fiscal y pude hacer la acusación legal.
En febrero de 2024 vino la respuesta de la Fiscalía: decía que «Diego» no había cometido ninguna infracción, que él tenía facultades para tenerme esposado durante ochos horas. Impunidad total.
¿Fuiste llevado a juicio disciplinario alguna vez?
Varias veces. Por no entregar una máquina de afeitar, por discutir con un guardia que me ofendió… Por esas cosas me metían 48 horas en una celda tapiada, en Manacas. A los tres presos políticos del 11J que estábamos allí nos llevaron a juicio disciplinario.
¿Dirías que hay prisioneros que reciben mejor trato que otros?
Está el preso chivato, como se dice despectivamente en Cuba, que pasa información. Estos soplones reciben un trato privilegiado hasta cierto punto, mientras la información sirve a las autoridades para perjudicar a otros, pero cuando ya no les sirve, lo apartan y es otra víctima.
¿Viste a reclusos en posición de poder disciplinario sobre otros?
Eso pasa en todas las prisiones del mundo, pero tengo que decir que la población penal ya no es tan agresiva como hace unos años, cuando había más reyertas y puñaladas, al menos en Villa Clara.
Siempre hay un preso que quiere imponerse, pero ya no se cae en esos extremos, porque hay mucha hambre, hacinamiento, represión, y los presos lo que quieren es salir a un régimen de mínima severidad para trabajar, ganar un dinerito y salir de pase cada dos meses.
Eres cristiano. ¿Te respetaron el derecho a asistencia religiosa?
La única prisión de Villa Clara donde hay asistencia religiosa es Guamajal, y está muy limitada. La primera vez que fui al culto, entré casi a la cañona, porque el jefe de Reeducación no quería que participara. La segunda vez simplemente no me dejaron entrar. Empezaron a pedirme una serie de papeles. Decían que ahí nos encontrábamos todos y no querían que tuviéramos ese contacto.
¿Alguna vez te privaron del derecho a realizar llamadas telefónicas?
En varias ocasiones me amenazaron con quitármelas por dos meses, pero no se atrevieron porque sabían que yo entraba en huelga de hambre.
Pero en Guamajal el reeducador Carlos Leyva se ponía al lado de los presos políticos a escuchar lo que hablaban. Yo tenía que apelar a códigos y aun así las discusiones con él eran constantes.
En el Pre tenía menos tiempo para llamar, pero me sentía libre porque no había ningún guardia escuchando. Es muy desagradable no tener privacidad con tu familia.
¿Te ofrecieron la posibilidad de estudiar o trabajar?
En las prisiones hay una escuela, pero eso es una pantomima; la enseñanza es de muy poca calidad. Por lo general, el preso político que tiene una actitud digna rechaza la reeducación. Lo mismo con el trabajo. Muchas veces se lo ofrecen a las personas que les pasan información a las autoridades.
La postura de un preso político que tenga principios es no trabajar, mucho menos en una prisión de máximo rigor. De hecho, cuando le ofrecen trabajo a un preso político, es para humillarlo.
Hablemos de la comida.
Si hay una cosa que golpea en las prisiones cubanas, es el hambre. Ningún hombre se puede satisfacer con la cantidad de comida que dan allí, pésimamente elaborada.
De desayuno nos daban un refresco ácido y un trocito de pan o de vianda. Sobre las 11:00 de la mañana, el almuerzo; y la comida a las 4:00 de la tarde: un poquito de arroz, que muchas veces queda como una masilla o viene sucio, con semillas, basura, piedrecitas; un poco de agua donde antes hirvieron alguna vianda, sin sal ni condimentos; un picadillo de tenca, de muy mala calidad y con tremenda fetidez; o una masa de croquetas de tenca que solo se la puede comer un cerdo.
Los presos que no tienen un familiar que les lleve alimentos, que son la inmensa mayoría, tienen que vivir con eso y pasarse 12, 14 horas sin comer nada entre la comida y el desayuno. Puedes imaginarte el estado de desnutrición que hay en las prisiones.
¿Y cuál es la situación con el agua?
De las prisiones de Villa Clara, tres tienen una situación crítica con el agua. A veces pasaba sed. El agua tenía un sabor terrible, como a tierra o pescado. Por lo general hay que cargarla en baldes, y es muy limitada. Si lavaba no podía bañarme, y si descargaba el baño podía quedarme corto para bañarme. Y el agua allí es tan fría que en las prisiones con patio los presos ponen las cubetas al sol para que se le vaya un poco el frío.
¿Cómo fue tu experiencia con la atención médica?
Cuando llegué a La Pendiente nos hicieron un análisis psicológico. También hacen análisis de salud, pero más bien complementario; y a veces, tests de antígeno o VIH para ver si hay alguna persona con enfermedades venéreas. Pero en general la atención médica en las prisiones cubanas es mala. A veces hay que plantarse en huelga de hambre para que te atiendan. Hay muchas personas mayores con padecimientos y enfermedades importantes y no les dan licencia extrapenal. Para que eso suceda, prácticamente tiene que estar muerto el recluso. Vemos un régimen que no tiene compasión con las personas enfermas.
Cuando yo tenía algún problema médico, por lo general me hacían los exámenes necesarios, pero porque sabían que yo denunciaba a través de la prensa independiente, de las redes sociales, del Observatorio Cubano de Derechos Humanos.
Sin embargo, en la última huelga de hambre que hice en febrero de 2024, después de ser golpeado por el capitán Félix Bucarí y el mayor Rolando, la atención fue crítica. Me aislaron del resto de la población penal, sin un recluso que me cuidara. Una madrugada tuve una taquicardia muy fuerte y no había absolutamente nadie que me socorriera.
¿Qué hay del acceso a los medicamentos?
Eso es una película de terror. Hay muy pocos medicamentos. Cuando un recluso se enferma, la inmensa mayoría de los fármacos que le pueda indicar el médico hay que conseguirlos fuera de la prisión, donde la situación también es grave. Si un preso enfermo no tiene un familiar que se ocupe de él, simplemente no se va a curar.
¿Te proveían en la prisión de la ropa y todo lo demás que necesitabas para estar allá adentro?
En la prisión te dan una o dos mudas de ropa, que tienes que usar todos los días. Solo en La Pendiente, que es para personas que no están sancionadas todavía, aceptan que uses ropa civil, y más que nada los fines de semana, cuando lavas. Fuera de eso, tienes que andar exclusivamente con la ropa de recluso, que es de una tela extremadamente incómoda, desagradable a la vista y al cuerpo.
Si lavas un día entre semana te pueden sancionar. Además, te dan una colcha, generalmente con mucha fetidez, a la que hay que echarle mucho detergente para eliminar el mal olor; una sábana, por lo general muy desgastada; y una toalla chiquita que los reclusos usan para sacarse los pies. Un jabón de baño y de lavar al mes y, a veces, un rollo de papel sanitario. Máquina de afeitar, nunca, aunque te exigen que estés afeitado.
¿Presenciaste alguna muerte o intento de suicidio en prisión?
Estando en Manacas se suicidó un recluso: no aguantó el hambre que estaba pasando.
¿Crees que las autoridades penitenciarias tienen la intención de reducir al mínimo las diferencias entre la vida en prisión y en libertad, como debería ser su objetivo?
No. A los reclusos los tratan de forma agresiva, grosera, despectiva. Los agreden, les dan golpizas por cualquier insignificancia, los sancionan, les ponen medidas disciplinarias por cualquier infracción, a veces hasta por gusto. Los menores de edad reciben unas golpizas enormes por parte de la Policía y los militares. Es un asedio constante, a tal punto que a los presos a veces se les hace difícil la vida cotidiana.
¿Crees que las autoridades penitenciarias tienen la intención de evitar o reducir la reincidencia de las personas reclusas?
Deberían, pero desgraciadamente este país es un Estado policial donde todo es delito. En la prisión La Pendiente había más de 600 reclusos, a pesar de que no había capacidad para tantas personas. Tuvieron que habilitar destacamentos de la Prisión Provincial de Villa Clara porque no cabían. Hay una cantidad enorme de personas esperando juicios, porque ahora los delitos de moda en Cuba son los de supuestas desobediencia y amenaza.
Publicación fuente ‘DDC’
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