Maida L. Donate: Oscar Lewis / Proyecto Cuba

Archivo | Autores | 13 de enero de 2025
©El equipo cubano de Oscar Lewis en 1969 / Archivo

Parodiando al poeta, igual que el muerto en un velorio, la revolución cubana ha inspirado siempre cierta curiosidad… Intelectuales y artistas de distintas latitudes y meridianos siempre han deseado viajar a Cuba, para conocer el modelo cubano. Entrar o salir de Cuba demanda trámites que incluyen permisos especiales del gobierno y, los que viajan desde Estados Unidos, necesitan ser autorizados por el Departamento de Estado. El 20 de febrero de 1969, el antropólogo estadounidense, Oscar Lewis, (n. New York, Dic. 25, 1914 – m. Dic. 18, 1970), llegó a Cuba para estudiar el impacto de una revolución en marcha sobre la vida cotidiana de familias e individuos de diferentes niveles socio-económicos en ambientes urbanos y rurales.

Lewis había visitado Cuba por primera vez en el verano de 1946, invitado por la escuela de Trabajo Social de la Universidad de La Habana; con los estudiantes visitó Las Yaguas, barrio marginal a la salida de la ciudad de La Habana, y Melena del Sur, municipio al sur de La Habana. Mercedita se llamaba el central azucarero en esa zona, y que fue rebautizado Gregorio Mañalich después de ser expropiado. En diciembre de 1960, Lewis escribió al sociólogo C. Wright Mills, “…debe ser una oportunidad poco común estar en medio de una gran revolución social como la que está ocurriendo en Cuba…” (1).

En agosto de 1961, Lewis volvió por cinco días con la misión de escribir un artículo para la revista Harper’s. En aquella ocasión regresó a las dos comunidades que había visitado en 1946 y se sintió halagado al comprobar que algunas personas que había entrevistado en 1946, lo recordaban. En sus notas escribió que “ninguna de las dos comunidades había cambiado físicamente, pero que había nuevos servicios comunales y algunos cambios organizativos que serían interesantes de estudiar” (2).

En febrero de 1968, fue invitado por el Instituto Cubano del Libro, a la presentación de la edición cubana de su libro Tepoztlán, un pueblo mexicano. Al final de aquel viaje se reunió con Fidel Castro, quien después de disertar ampliamente sobre los trabajos de Lewis en México y Puerto Rico, le preguntó por qué no hacía una investigación similar en Cuba para “dejar para la historia lo que la gente pensaba y sentía sobre la Revolución” (3). Lewis le preguntó si no pasaría lo que en México y Puerto Rico, y Castro respondió: “…Cuba es diferente. No te daremos los malos ratos que los mexicanos te hicieron pasar. Este es un país socialista y lo único que nos preocupa es que hagas un trabajo honrado…” (4).

Lewis puso algunas condiciones: libertad de investigación, el derecho de decidir qué y a quién estudiar, incluido el derecho de llevar fuera de Cuba las entrevistas grabadas, los manuscritos y otros materiales sin censura ni intervención del gobierno; la seguridad de que el gobierno no tomaría represalias ni castigaría a ningún sujeto por cooperar con el estudio, reconociendo la necesidad de mantener su anonimato; el permiso para traer el equipo y el material necesario y un personal no cubano para ayudar a mantener la confidencialidad y la independencia (5). Castro puso como condición que Lewis entrenara a un equipo de cubanos en el uso de los métodos de investigación antropológica. No hubo contrato escrito. Lewis, entusiasmado por la envergadura y excepcionalidad del proyecto de investigación, confió en la palabra de Castro.

El 25 de junio de 1970, Lewis fue citado a una reunión con el ministro de Relaciones Exteriores, Raúl Roa, quien le informó que era persona non-grata, la investigación se cancelaba y debía abandonar el país. Las razones aducidas fueron: Lewis había aceptado fondos de la Ford Foundation, y ésta era una organización financiada por la CIA; había contratado mecanógrafas “políticamente no integradas”; estaba estudiando familias de la clase media con parientes en EEUU; había estado trabajando con contrarrevolucionarios; había usado la valija diplomática de la embajada de Israel para enviar correspondencia a EEUU; había indagado sobre la vida de miembros del partido y de las fuerzas armadas; dos miembros “no-cubanos” del equipo se habían quejado que él les había pedido abandonar el proyecto.

Al salir Lewis de aquella reunión, se puso en marcha un operativo de seguridad simultáneo: todos los locales donde se guardaban los materiales, se hacían las transcripciones y se editaban los manuscritos, incluidas las viviendas de Lewis y del equipo no-cubano, fueron allanados por Seguridad del Estado y toda la documentación fue confiscada; en uno de los barrios de los antiguos vecinos de Las Yaguas, los que habían estado cooperando con el estudio, fueron arrestados por “peligrosidad social”; unos días después, el cabeza de una familia de clase media que había expresado a Lewis su inconformidad con la situación del país, fue preso.

En el momento en que se suspende el Proyecto Cuba, Lewis había logrado reunir y sacar de la Isla, en cortos y frecuentes viajes a Estados Unidos, información sobre los cinco barrios en los que se habían relocalizado los habitantes de Las Yaguas, en uno de ellos se estaba haciendo un estudio a profundidad que fue publicado más tarde. También han sido publicadas las historias de las familias que vivían en el edificio aledaño a la casa donde residía Lewis.

El estudio de las historias de vida tiene un efecto multiplicador porque a través de la genealogía de una persona, se llega a otras vidas conectadas entre sí, que a su vez tienen otras referencias existenciales y así sucesivamente. Lewis contactó más de 300 casos individuales de diferentes estratos socio-económicos y puntos de vista políticos, incluida una ex prostituta rehabilitada. Los estudios de la comunidad abarcaron las distintas organizaciones a nivel de barrio, incluidos los Tribunales Populares. Se inició un estudio comparativo de los Jardines de la Infancia y los Círculos Infantiles. Lewis mantenía comunicación abierta con dirigentes de alto rango, intelectuales y artistas cubanos. Durante los trece meses que duró el proyecto, el ritmo de trabajo aumentó al igual que la destreza de los miembros del equipo; paradójicamente, al final del proyecto, los cubanos resultamos más eficientes que algunos miembros del equipo extranjero.

Oscar Lewis llegó a Cuba en uno de los momentos de experimentación extrema de Castro. En el plano internacional, las relaciones con la URSS estaban a punto de congelación, se había apostado por la “guerrilla universal”. Nacionalmente, se forzó al país a la Zafra de los 10 millones. Pero, el 19 de mayo de 1970, Castro anunció públicamente, que los 10 millones no iban y comenzó un período de retorno al redil del campo socialista. Había llegado el momento de la “institucionalización” de la revolución, que culminó en diciembre de 1975 con el primer Congreso del PCC. Era lógico que el Proyecto Cuba se suspendiera en junio de 1970. El gobierno cubano no quiso tomar el riesgo de mantener semejante investigación funcionando con un grupo de jóvenes militantes cubanos que ganaban en eficiencia profesional y pensamiento crítico, liderados por un académico norteamericano. ¿Dónde fueron a parar los documentos confiscados? No se sabe… por ahora.

Pocos días antes de llegar Lewis a La Habana, me propusieron ser parte del equipo cubano que trabajaría en el proyecto. Yo acababa de terminar la Licenciatura en Historia y trabajaba en el Equipo de Investigaciones del Instituto Cubano del Libro. Seríamos dos miembros por el ICL y otros ocho, del Equipo Especial del Ministerio de Educación, integrado por jóvenes graduados como profesores de enseñanza media que tenían la tarea de transformar la práctica pedagógica para formar al hombre nuevo.

Primero se pensó en los profesores del extinto Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, pero se negaron, aduciendo que ellos no serían simples recogedores de datos. No sé en qué momento se decidió que fuéramos precisamente nosotros los que conformáramos el equipo, al parecer fue una salida de emergencia, Lewis estaba por llegar, el equipo cubano debía tener educación superior y, para mejor control, debían ser jóvenes militantes.

Fui informada directamente por el director del ICL. Me explicó quién era Lewis y por qué Castro lo había invitado. Era la oportunidad de demostrar que en Cuba la cultura de la pobreza había sido erradicada al triunfo de la revolución. Recibí libros y artículos sobre la marginalidad y pobreza en Cuba y Latinoamérica, entre otros, Manuela, la mexicana, de Aida García Alonso; Tepoztlán y Pedro Martínez, de Oscar Lewis, y copia de artículos publicados por revistas mexicanas sobre la polémica que había suscitado Lewis en México. Añadió datos del perfil profesional, familiar y psicológico de Lewis; sus vínculos con la Ford Foundation, insistiendo en que era una organización fachada de la CIA para hacer investigaciones sociales en Latinoamérica. Explicitó que Manuel Piñeiro centraría el control de toda la actividad de Lewis en Cuba. A la fecha, no sé cómo recibieron la información los otros miembros del equipo.

Los integrantes del equipo cubano fuimos presentados en la primera reunión en casa de Lewis, pocas horas después de su llegada. La casa de Lewis, la oficina y la vivienda donde residió el equipo de no-cubanos, estaban ubicadas en Miramar y formaban parte del fondo de viviendas congeladas controladas por Celia Sánchez. Empezamos a trabajar desde el primer día. Al principio Lewis estaba descontento porque ninguno de nosotros tenía experiencia en el campo de la antropología, y solo dos éramos graduados universitarios. Pronto decidió aprovechar la oportunidad de estudiar la evolución de aquel equipo de jóvenes en transición a la adultez. Pragmáticamente, Lewis estructuró un plan de trabajo: entrenamiento básico; visita colectiva a los barrios en que residían los antiguos habitantes de Las Yaguas; discusión colectiva de las observaciones de cada uno; nueva visita a los barrios para identificar informantes; discusión de los resultados; decisión sobre cuál barrio sería elegido para el estudio comunitario y quiénes serían los informantes individuales, aunque residieran en los otros barrios. Aquellas reuniones de trabajo fueron clases magistrales de dinámica de grupo y comunicación.

Entre muchas anécdotas, recuerdo una visita a una casa donde nos recibió una niña no mayor de 8 años. No había ido a la escuela. Comenzamos a conversar y muy serena nos dijo que su mamá había ido a un mandado, su papá estaba preso y ella estaba cuidando la casa. Le pedimos entrar para ver los muebles y en una habitación encontramos un bulto que contenía hierba (marihuana). En otra casa, una joven de 17 años, madre soltera de dos niños, dijo que nunca había ido a la escuela porque no le gustaba y se declaró analfabeta. En uno de los repartos descubrimos un sistema de alarma que avisaba cuando la policía se acercaba y que bloqueaba las entradas y salidas del barrio a cualquiera que no fuera de allí. En su afán investigativo, Lewis nos confrontaba y nosotros, con la arrogancia de la juventud y la osadía de la ignorancia, nos rebelábamos ante los hechos. Lewis organizó una reunión con algunos representantes de las organizaciones de masas de la zona, a la que asistieron representantes de las direcciones nacionales. La representante de la Federación de Mujeres Cubanas rebatió enérgicamente los resultados y declaró que en Cuba no había analfabetos. Yo era quien había entrevistado a la joven y Lewis me pidió que explicara mi experiencia. La susodicha hizo su correspondiente informe preocupada por la penetración imperialista y el diversionismo ideológico. Una de las informantes era una prostituta rehabilitada y Lewis quería entrevistar al que la había iniciado en la prostitución. Ella nos dijo que vivía en el barrio del Diezmero, cerca de una unidad militar. En aquel entonces había más de veinte unidades militares en la zona. Logramos localizar y entrevistar al hombre al final del día. La seguridad cubana no creyó que solo se trataba de entrevistar a un viejo proxeneta.

Inicialmente, la seguridad del estado subestimó el profesionalismo y la capacidad de Lewis para establecer una buena comunicación interpersonal. Por tanto, había que ampliar el sistema de vigilancia sobre las actividades de Lewis abarcando todos los ambientes en los que se movía y las personas con las que se relacionaba. (1) Mayor control del equipo cubano. Cada uno informaría por escrito, a un oficial de la seguridad, con una frecuencia casi diaria, lo que estaba haciendo en el proyecto: las actividades, los informantes y las técnicas empleadas en el trabajo. (2) Compartimentación de la información entre los integrantes del equipo. Además de estar vigilantes de los extranjeros, teníamos que vigilarnos los unos a los otros. (3) Distracción de la atención de Lewis. Identificado el tipo de informante que Lewis deseaba encontrar, ofrecerle las historias personales de algunos de los miembros del equipo para tener control sobre los resultados. (4) Control de los ámbitos de trabajo. Identificadas las zonas de residencia de los informantes, contactar a las personas de confianza en dichas zonas para registrar las visitas de Lewis. (5) Control de los informantes. Identificar los informantes de Lewis que pudieran colaborar con la seguridad. (6) Aplicación de técnica. Registro de los movimientos y llamadas de Lewis, y de los miembros de ambos equipos no-cubano y cubanos, y de los informantes. (7) Control del personal de servicio y administrativo. Todo el personal de servicio en la casa de Lewis, los choferes y las dos secretarias enviadas por el Gobierno, también estaban bajo el control de la seguridad. (8) Estudio paralelo. El Departamento de Filosofía había iniciado un estudio similar en un barrio aledaño al escogido por Lewis para demostrar el impacto positivo de la revolución.

El proyecto crecía exponencialmente. Los datos recopilados abarcaban todos los estratos de la sociedad cubana, y permitían hacer un análisis de la diversidad social, económica e ideológica de los cubanos a diez años del triunfo de la revolución, pero los resultados no eran los que Castro quería.

Las técnicas de investigación de campo que Lewis puso en práctica en Cuba fueron las tradicionales: observación participante, entrevistas cara-a-cara, autobiografías, estudios de caso y una batería de test psicológicos, entre ellos, el Test de Apreciación Temática (TAT), Rorschach y Completamiento de Frases. También hacía énfasis en utilizar la información abierta. Los informantes no recibieron pago por su colaboración.

A la fecha, han sido publicados cuatro libros con la información que estaba fuera de Cuba al momento de cancelar el proyecto: Cuatro Hombres, Cuatro Mujeres…, Neighbors…, yThe People of Buena Ventura. El proyecto Cuba de Oscar Lewis es un ejemplo de cómo los servicios de seguridad cubanos actúan contra-toda-inteligencia y de lo ingenuos que a veces resultan los académicos extranjeros en su afán de registrar científicamente la realidad cubana. Los historiadores tendrán la última palabra.

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Referencias

(1) Rigdon, S. M. (1988). The Culture Facade. University of Illinois Press, Urbana & Chicago, USA. p 271.

(2) (3) (4) (5) Lewis, O., Lewis, R., Rigdon, S. (1980). Viviendo la Revolución… Cuatro Hombres. Ed. Joaquín Mortiz, Mexico, D.F. pp VII – XXX.

Publicación fuente ‘Cubaencuentro’, 2011