Iván García: La disidencia cubana se apaga entre la represión, la miseria y el exilio
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Hace trece años, cada sábado, Ana Torricela, webmaster de Primavera Digital y esposa del periodista independiente Juan González Febles, desde las nueve de la mañana recibía en su reducido apartamento de la barriada habanera de Lawton a un grupo de ruidosos reporteros que ese día entregaban sus notas para el semanario.
La casa del matrimonio Febles estaba lejos de ser una oficina ideal. La sala, demasiado pequeña, era ocupada por una computadora de cuarta generación y un fax anacrónico. Ana, quien además de cocinar y limpiar era fotógrafa, editora y periodista, debía soportar a media docena de adultos hablando alto y discutiendo, pues casi nunca se ponían de acuerdo en temas políticos, económicos o deportivos. Además se bebían hasta dos termos de café y desbordaban los ceniceros de colillas de cigarros.
Pasado el mediodía, cuando los reporteros se marchaban, Ana limpiaba la casa. “Imagínate, la cama donde dormimos era el sofá. Ya perdí la cuenta de las quemaduras de colillas de cigarros en las sabanas”, contaba Torricela.
A pesar de las carencias materiales, y que en la acera de enfrente, a partir de noviembre de 2007, los servicios especiales acosaban a Primavera Digital, realizaron un trabajo informativo sobre la otra Cuba que el régimen pretende ignorar. Sin intermitencias. Y sin fondos desde el verano de 2014. Durante siete años patrocinadores suecos financiaron al primer semanario disidente en papel y digital editado íntegramente en La Habana. Pero en agosto de 2014 su sponsor decidió cerrar el grifo del subsidio utilizando el chantaje como arma de presión.
Febles, su director, y Luis Cino, vice director, no aceptaron la coacción. Desde entonces editaron el semanario por sus propios medios. Llegaron a publicar más de 500 de ediciones. La falta de dinero provocó la marcha de un número importante de periodistas independientes. En su mejor momento el periódico tuvo en la plantilla a más de 25 reporteros. Para 2020 apenas cuatro o cinco reporteros publicaban columnas de opinión política.
Primavera Digital, decano del periodismo independiente en Cuba, tuvo que cerrar. La principal causa no fue la represión, que siempre estuvo presente. La falta de fondos sentenció a muerte el periódico. También el exilio. Del manicomio ideológico castrista cada año escapaban, y continúan escapando, decenas de opositores, activistas y periodistas libres.
Juan González Febles es un patriota a prueba de bombas. Amante del rock y la libertad a partes iguales, le gustaba cerrar sus ojos y visualizar el escenario en una Cuba democrática. “Ya viene llegando, Iván, ten fe. La dictadura no tiene otro camino”, me comentaba en el verano de 2020 cuando fui a visitarlo. Estaba cada vez más demacrado. Comenzó a vender la ropa y los muebles para poder comer. Luego regaló su gato a un vecino. No quería que pasara hambre. En 2022, la mente de Juan González Febles comenzó a apagarse.
Como no reciben pensión –la primera medida activa de la dictadura contra los disidentes es expulsarlo de sus empleos–, cuando llegan a vejez los opositores cubanos tienen que sobrevivir como pueden. Casi siempre del altruismo de sus amigos y allegados que le regalan un poco de comida, algo de dinero o un medicamento. Pero de la caridad no se puede vivir todo el tiempo. No es sostenible.
En 2025 la demencia senil ha consumido a Febles que ya no reconoce a sus antiguos colegas. Sumamente delgado se sienta en silencio durante horas en un desvencijado sillón. Ana, su esposa, también anciana, maltratada por la miseria y la mala alimentación, cuida de él. En un pulóver, sus amigos le mandaron a imprimir, en el dorso, el número telefónico, para que las personas llamen cada vez que Febles se va de la casa.
Héctor Julio Cedeño, 71 años, es un veterano activista que no lo pudo doblegar la feroz represión de la Seguridad del Estado. Para sobrevivir vende caramelos, paquetes de maní o cualquier otra cosa en los alrededores del Parque de la Fraternidad. Come una vez al día, poco y mal. El pasado 5 de febrero, frustrado por la miseria que genera el castrismo, en un trozo de cartón escribió a mano Abajo la dictadura.
En plena calle el anciano fue golpeado y reducido a la fuerza por efectivos policiales. Los transeúntes comenzaron a gritarles sicarios, abusadores y criminales a los agentes del orden. “Héctor prefiere estar preso o muerto antes de tener que sufrir tanta indigencia. No tiene miedo. Me dice que al menos en la prisión tiene garantizado algo para comer. Está muy mal de salud. Sin dinero, comida ni medicamentos vive de la ayuda de sus amigos”, dice un vecino.
Hace unos meses, mientras, caminaba por Primelles y Calzada del Cerro, me encontré al periodista independiente Pablo Marchan, andrajoso y sin dientes, hurgando sobras de comida en un depósito de basura. Nos sentamos en el parque Manila. Le compré comida y le regalé casi todo el dinero que llevaba en la cartera. Me contó que su familia lo botó de la casa después de la muerte de su madre. Al ser de los reporteros menos conocidos se quedó sin un medio donde publicar. Por su activismo político la dictadura no pudo conseguir empleo. La mala alimentación y el desamparo le pasaron factura. Comenzó a vivir en la calle.
Tras estar ingresada en una sala de terapia intensiva del hospital Hermanos Ameijeiras la veterana opositora Martha Beatriz Roque Cabello, de 79 años, tuvo una mejoría y fue trasladada de terapia intensiva a una sala en el piso 19 del Ameijeiras. En la década de 1990, Martha Beatriz, economista, el abogado René Gómez Manzano, el profesor Félix Bonne Carcassés y el ex piloto militar Vladimiro Roca Antúnez, junto a Arnaldo Ramos Lauzerique, apostaron por la democracia y las libertad políticas y económicas en Cuba y crearon el Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna, con repercusión internacional.
En julio de 1997 dieron a conocer La Patria es de Todos. Por ese documento coherente e inclusivo recibieron de parte del gobierno de Fidel Castro violencia verbal y física. Martha, René, Félix y Vladimiro fueron juzgados y encarcelados. En la Primavera Negra de 2003, a prisión iría de nuevo Martha Beatriz, también Arnaldo Ramos. 22 años después, la destacada opositora es una anciana con una salud muy débil que lucha contra la muerte.
Vladimiro Roca, hijo del líder comunista Blas Roca, falleció en julio de 2023. Unos años antes, para superar las necesidades, vendió su casa en Nuevo Vedado, se compró un apartamento chapucero y guardó algo de dinero para comer. Roca fue piloto de Mig-15 en la fuerza aérea y trabajó en instituciones del Estado. Fidel Castro fue implacable con sus enemigos. A los que no fusiló, encarceló o desterró, los expulsó de empleos dignos y bien remunerados, negándoles una chequera de jubilación. Bonne, distinguido profesor universitario e intelectual de valía, falleció entre el olvido y las penurias. En un país normal, la asistencia social debería ayudar a todas las personas desamparadas, al margen de su ideología.
Pero en un sistema totalitario como el cubano, las cosas son diferentes. Por venganza y crueldad, les impide trabajar y no reciben pensiones ni ayudas monetarias. ¿Quién debe velar entonces por los opositores y periodistas independiente cuando se enferman o llegan a la vejez? Algunos sobreviven de ayudas enviadas por grupos anticastristas en el exterior. Hace un tiempo, en el exilio había un proyecto que cada dos meses enviaba medicamentos y alimentos a los disidentes más desvalidos. Pero por falta de financiación esa ayuda cerró.
Es penoso ver a destacados disidentes pedirle a un amigo en la diáspora que le recargue el teléfono móvil o le envié 20 dólares para comer o comprar medicinas. La mayoría de los opositores y periodistas sin mordazas que conozco viven en la pobreza. Los periodistas que escriben para sitios financiados por la USAID, la NED y otros programas federales, reciben un pago de 10 a 25 por artículo publicado. En un mes bueno, pueden ganar entre 150 y 200 dólares, una cantidad que a duras penas le sirve para capear la crisis multisistémica y la inflación. Los más conocidos quizás ganen algo más. Como muy pocos pueden publicar en la prensa comercial o tener canales en You Tube que les permita monetizar, deciden marchar al exilio.
La suspensión de la ayuda de USAID provocó una algarabía en la prensa estatal y activó las alarmas en la oposición y la prensa libre. Desde hace tiempo vengo abogando por un cambio de modelo para los que reciben fondos federales en Cuba. Al régimen le gusta vender el relato de que quienes reciben financiación de Estados Unidos, demuestran una supuesta conspiración e injerencia del ‘imperialismo yanqui’.
En el mundo actual miles de organizaciones de la sociedad civil y la prensa reciben fondos públicos de otros países. La BBC, uno de los medios más respetados del mundo, recibía dinero de la USAID. Lo ideal sería que los medios de prensa independientes puedan trabajar en Cuba y optar por fondos estatales. Pero la dictadura prohíbe recibir fondos foráneos, aunque agencias federales de Estados Unidos han donado dinero para supuestas ONGs de la dictadura.
El problema no es recibir dinero. Es su manejo. Es indiscutible que la USAID era un auténtico monstruo burocrático que despilfarraba una parte de los 60 mil millones de dólares anualmente asignados. En el caso de Cuba, las organizaciones que en el exterior dicen representar la disidencia y la prensa independiente manejan los fondos sin transparencia. Una parte del dinero se gasta en salarios de los empleados y pagar locales de alquier, entre otras facturas. Desde siempre, lo que han recibido los opositores y los periodistas independienten han sido cifras menores.
En el futuro, eso debe cambiar. Para mantener una prensa independiente eficaz y con calidad desde Cuba no se necesitan millones de dólares. Con un presupuesto mínimo para sus gastos de trabajo y un pago decente por cada texto publicado, un periodista puede hacer su labor de forma óptima. Sacando cuentas: los gastos de trabajo y los salarios alrededor de 30 reporteros, no superan los 110 mil dólares anuales.
Sin embargo, la USAID y otras agencias desembolsan millones destinados a la oposición y el periodismo independiente. Es legítimo que el gobierno de Estados Unidos quiera saber a dónde ha ido a parar ese dinero. El eslabón más débil de la cadena son los activistas y periodistas dentro de la Isla. La suspensión de esos fondos empobrecerá todavía más a la disidencia cubana. La dura realidad no va frenar el activismo demócrata. La mayoría llegó a la oposición por sus convicciones, no por dinero.
Publicación fuente ‘Diario las Américas’
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