ODC: La Fundación Ludwig y la restauración selectiva de la memoria cultural cubana
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El pasado 5 de febrero la periodista e investigadora cultural Yania Suárez fue expulsada de la Fundación Ludwig de Cuba (FLC), en el marco de Proyecto Cine, un espacio que en la ocasión estuviera dedicado al visionaje y debate del documental Landrián, dirigido por Ernesto Daranas.
El material en cuestión aborda la biografía artística de Nicolás Guillén Landrián, ícono cinematográfico, cuya obra en Cuba fuera cercenada, marcada por la persecución, la condena y el acoso, hasta su exilio en 1989.
A lo largo de un proceso creativo que mostró la realidad de Cuba más allá de la propaganda del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), con piezas como Reportaje (1965), Retornar a Baracoa (1966) y Coffea Arábiga (1968), el cineasta padeció la censura y la criminalización institucional, llegando a ser enviado a campos de trabajo forzado y sometido a electroterapia durante internamientos controlados por la policía política, en un ciclo represivo que solo cesó con su salida hacia los Estados Unidos, donde falleció de cáncer en el 2003.
Durante el debate que siguió la proyección del documental, Suárez pidió la palabra y cuestionó la omisión de la incidencia de Landrián en el naciente movimiento pro-derechos humanos de los años ochenta en la Isla.
Como estudiosa del artista, Suárez había probado en su investigación “Recuperar a Landrián: restaurarlo completo” (Hypermedia, 2024), que este participó en el Comité Cubano pro Derechos Humanos, fundado por el intelectual Ricardo Bofill, tomando parte en la primera exposición de Arte Disidente (Jalisco Park, 1988) y, experimentado los consabidos actos de repudio durante su militancia.[1]
La locución de la joven investigadora fue entonces abruptamente interrumpida por Helmo Hernández, director de la Ludwig en Cuba, quien mandó a cancelar el sistema de sonido para inhabilitar el acceso a los micrófonos y acusó a Suárez de boicot y mercenarismo.
Helmo Hernández y el comisariado militante de terciopelo
Helmo Hernández es director de la FLC desde su fundación, en 1995, y también presidente del Consejo Técnico-Asesor del Ministerio de Cultura (Mincult). Quien irónicamente afirmara previa proyección del documental que, el FLC era “un espacio de culto de Guillén Landrián”, “pionera en la difusión de su obra”, “baluarte de 30 años contra la censura”, es reconocido entre artistas cubanos como un censor destacado, una especie de vigilante del arte contemporáneo que se produce en el país. Entre sus episodios represivos más connotados se encuentran, tan temprano como 1988, la cancelación, junto a Corina Matamoros, del concierto de Arte Calle “El Regreso de Nosotros”, a realizarse en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Resalta, además, su actuación dentro de la comisión de “diálogo” del Ministerio de Cultura con un grupo de artistas e intelectuales cubanos, a propósito del Decreto-Ley 349-2018 que regula la producción y la exhibición artística en Cuba.
Antes, en 2009, su alianza con los órganos de la Seguridad del Estado lo hizo amenazar a la curadora surcoreana Yu Yeon Kim con retirarle su visado cultural, evitando su exposición en la galería independiente Espacio Aglutinador, gestionado por Sandra Ceballos.[2]
Otro artista perjudicado por Hernández ha sido el cineasta cubano Carlos Lechuga, cuya película Santa y Andrés fue sacada de competencia en el Havana Film Festival de New York (HFFNY), en su edición del 2017, como resultado de su cabildeo conjunto con Abel Prieto para descalificar tanto a la obra, como a su autor.[3]
En suma, el proceder del funcionario que representaría la vocación filantrópica y de fomento cultural de los Ludwig en La Habana, lo ubica en las antípodas de esos supuestos como un celador de la corrección política del arte cubano.
Ludwig Stiftung, su filial en La Habana y otros beneplácitos con la censura
Peter und Irene Luwdig Stiftung (por su nombre en alemán) fue creada originalmente en 1982 por esa pareja de mecenas bajo el título Ludwig Foundation for Art and International Understanding.
Irene, tras la muerte de su esposo en 1996, establece la organización como se conoce actualmente.
La fundación alemana, según declaración en su web, está comprometida con el amor incondicional por el arte y el deseo de hacer que el arte sea accesible para todos en cooperación con museos.[4]
Su colección comprende más de 14.000 objetos que abarcan desde el arte antiguo hasta el arte contemporáneo. Como parte de su accionar, se buscan y promueven adquisiciones, exposiciones, publicaciones, proyectos de investigación y becas, tanto a nivel nacional como internacional, dentro de la llamada red Ludwig. Dicha red mantiene relaciones internacionales activas con 30 instituciones. Aunque la mayoría se encuentra en suelo alemán, también incluye asociaciones y representaciones en países como Hungría, Rusia, China y Cuba.
Más allá del desempeño museográfico en Alemania, las sedes en estos países de corte autoritario tienen un largo historial de beneplácito con sus gobiernos, plegándose a sus intereses como institución privada.
En el 2019, el Museo Ludwig ubicado en Budapest, se “autocensuró” al sacar de exhibición un controvertido retrato del primer ministro húngaro Viktor Orbán.[5] En el marco de la polémica húngara sobre el accionar de la Fundación, los artistas catalogaron como lamentable que el museo reprodujera el miedo y la paranoia sistémica manifestadas por las instituciones financiadas por el Estado.
En Rusia, un capítulo similar tuvo lugar, en el 2023, en ocasión de la exhibición Klin Novikova, que agrupaba a un colectivo cercano al artista Timur Novikov y mostraba su arte comprendido entre las décadas de los 80 y 90.[6]
Al estar la selección enfocada en un arte, irreverente para su momento, varias piezas alarmaron a los directivos del museo, quienes determinaron retirar los trabajos en cuestión, bajo la justificación de la “violación de una serie de normas técnicas”.
Con su sucursal habanera, la Fundación Ludwig tiene un largo precedente de acople a la política cultural gubernamental, empezando por su comisario de confianza, Helmo Hernández.
La FLC se muestra como espacio de avant-garde controlada y pináculo promocional de la gobernanza cultural oficial. Creada por la institución superior alemana en 1995, y desde el 2000 apoyada por la iniciativa American Friends of the Ludwig Foundation of Cuba (AFLFC), la FLC se anuncia como una institución cultural y artística no gubernamental sin fines de lucro.
En realidad, la sede cubana funciona como enclave del circuito cultural norteamericano, con venia de la nomenclatura política cubana. La AFLFC ha recibido, entre otras donaciones, dos subvenciones de la Ford Foundation, para “fomentar el intercambio cultural entre artistas y profesionales del arte estadounidenses y cubanos”, en exclusiva (y única) asociación con la LFC.
También, sirve como puente con otras instituciones norteamericanas como la Escuela de Artes Tisch de la Universidad de Nueva York, la Academia de Música de Brooklyn (BAM), el Teatro Joyce, el Museo de Arte Moderno (MoMA), el Laboratorio de Directores de Teatro del Lincoln Center y el Instituto de Teatro y Cine Lee Strasberg.
Su programa está, en buena parte, dedicado a la promoción de la diplomacia cultural cubana, a través de talleres educativos, cursos, festivales, pasantías, conferencias, seminarios, exhibiciones y programas de residencia.
A pesar de su prolífera propuesta, la AFLFC opera exactamente como la extensión de la política cultural represora diseñada en La Habana. Ejemplo de ello es la mencionada censura de la película Santa y Andrés en el Havana Film Festival New York, principal evento de esta organización.
Estando la película ya vetada en Cuba, fue igualmente desaprobada para su concurso en la ciudad estadounidense mediante presión del propio comité directivo, en el que también se encontraba Helmo Hernández. Según Carole Rosenberg, su directora ejecutiva, la retirada de la película tuvo que ver con “construir puentes y alejarse de la política de ambos países”, máxima que en su juicio no cumplía la producción de la pieza.
Aunque la AFLFC dice ocuparse del ámbito artístico latinoamericano (no bien únicamente del cubano) y de mantenerse extrañamente “apolítica”, pareciera que su staff está abocado en influir en los poderes públicos en beneficio de la cúpula de poder cubana o, al menos, en su complicidad.
Como uno de los principales programas vigentes de este grupo, que clama neutralidad política, se encuentra una gala benéfica (con un costo mínimo de 800-1200 dólares) para financiar el festival de cine ya conocido, debidamente registrados por organizaciones como Human Rights Foundation.[7]
También se publicitan viajes, experiencias artísticas y visitas a instituciones y eventos culturales organizados por el Mincult.
En suma, la FLC y sus acólitos devienen en objeto de monitoreo del estado de los derechos culturales en Cuba.
Primero estarían las prebendas que, como estructura privada para la gestión sin fines de lucro, tienen este tipo de alineaciones.
Ubicar la dinámica artística (orgánica) de un país autoritario entre el coleccionismo privado y la promoción pública, es un nuevo frente a denunciar, dado el menoscabo implícito de los valores culturales de la nación hospedera.
Bajo el crédito de la neutralidad política y la labor benéfica, este es solamente uno de los muchos ejemplos de colaboración con las autocracias mundiales, de internacionalización de sus reingenierías culturales y de reescritura de la historia del arte nacional.
El mercantilismo que autocracias como Rusia o Cuba dicen rechazar, encuentran canales cosmetizados en estas entidades, logrando, incluso, esquivar sanciones económicas y duplicar el modelo de “asociaciones de amistad”, con no pocos acuerdos opacos en beneficio de los regímenes que venden como atractivos.
El ODC destaca la arbitrariedad mostrada en la FLC a través de la figura de Helmo Hernández, por la reserva de admisión bajo criterios políticos y personalistas que contravienen la función del espacio público, tal y como lo publicita la organización cabecera radicada en Alemania.
El ODC expone la necesidad de visualizar reclamos verídicos ante el menoscabo de la memoria y el rescate selectivo de la obra y biografía de artistas cubanos que han sido censurados y/o reprimidos, y nunca desagraviados por ello.
Al contrario, la memoria cultural oficial ha optado por instrumentalizar el sufrimiento de numerosos artistas en su favor, vendiendo una supuesta “flexibilización” que garantiza este tipo de acercamiento, en busca de monetización del arte cubano y de legitimación de su gobernanza.
Notas:
[1] Ver más sobre el tema en la investigación de Suárez (3.12.2024) “Recuperar a Landrián: restaurarlo completo”, Hypermedia Magazine.
[2] Ve más sobre este hecho en ODC (3.10.2024) “¿Libertad académica en la investigación cultural en Cuba?”, Hypermedia Magazine.
[3] Ver más sobre el caso en el Informe V de ODC sobre vulneración de Derechos Culturales.
[4] Revisar su portal web para más información.
[5] https://emerging-europe.com/culture-travel-sport/why-did-a-hungarian-museum-self-censor-a-portrait-of-viktor-orban/
[6] https://www.theartnewspaper.com/2023/08/15/st-petersburg-show-honouring-timur-novikov-finally-openswith-censorship
[7] https://archive.hrf.org/press-release-open-letter-on-cuba-censorship-at-the-havana-film-festival-new-york/
Publicación fuente ‘Hypermedia magazine’
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