Daniel Céspedes Góngora: Entrevista a Ernesto Fundora Hernández / ‘Una conmiseración sincera para sanar la nación’

Para la realización de su documental Lezama Lima: Soltar la lengua (2018), Ernesto Fundora (Los vencedores del desierto, la serie documental Cuba suena, Whatever van go, Compay Segundo en México…) —muy reconocido como director de videoclips, video arte, cortometrajes, publicidad…— entrevistó a varios amigos y estudiosos del autor de Paradiso. Fueron veintiocho en total, casi todos pertenecieron al Curso Délfico. Es uno de los pocos documentales que se han realizado sobre el importante escritor cubano y es, hasta el día de hoy, el mejor porque acaso tiene mucho de parcial, apasionado y político, las tres cualidades que, por cierto, Charles Baudelaire le exigía a la buena crítica de arte.
¿Cómo homenajear a una figura de la talla de Lezama sin idolatrarla? ¿Qué debe o no tener un documental sobre un escritor que, en principio, pudiera determinar, cómo debiera ser tratado, más si ya no se encuentra físicamente? Los origenistas Cintio Vitier y Fina García Marruz fueron dos de los entrevistados. A partir de sus testimonios, dialogo con el cineasta y escritor Ernesto Fundora Hernández (La Habana, 1967), uno de los poquísimos directores que pudo grabar a Fina García Marruz.
Conociste al matrimonio Vitier-García Marruz antes de entrevistarlo. Tal vez por esta razón, te fue fácil llegar a ellos para que tanto Cintio Vitier como Fina García Marruz accedieran a participar en un documental sobre José Lezama Lima.
Ya conocía a la pareja Fina-Cintio, pero nunca había tenido la oportunidad de estar a solas con ellos. Y hay que reconocer que íbamos a hablar en primera instancia sobre Lezama. Las circunstancias o el azar concurrente estaban dados… Estuve allí como cinco horas. Tomamos café, fumamos puros. Te cuento que empezamos a hablar sobre Lezama, de ahí pasamos a Martí y luego al tema del exilio. Fue una conversación muy productiva e interesante. Su nieta Laura Vitier, ya fallecida, hija de Sergio Vitier, fue quien me llevó y lo organizó todo. La verdad que fue un encuentro extraordinario, inolvidable. Yo iba acompañado de Jeanna Ramos, quien era mi pareja entonces, y que también era amiga de Laurita y de Lichi Diego.
¿Cómo estaban sus disposiciones para la conversación frente a las cámaras?
Cintio estaba muy frágil de salud. Tenía problemas de visibilidad por las operaciones de la vista que no quedaron correctamente realizadas. Quedó con una visión muy limitada y eso le producía mucha desazón, inseguridad. Prácticamente la conversación la llevaba Fina y Cintio acotaba, reforzaba… o abría él un tema y ella lo desarrollaba y amplificaba.
Se desmorona el mito de que ella callaba siempre para que él se luciera en sus comentarios.
No sé si era un estilo en ellos el hacerlo así o si me tocó a mí apreciarlo en esta última etapa de la relación. Pero era evidente que estaba ante una pareja donde cada cual respetaba recíprocamente el espacio y tiempo gnóstico del otro. Eran muy coincidentes. Hacían votos bastante parejos. Casi todo lo que uno decía el otro lo acentuaba. Era una mancuerna perfecta aquella relación. Ambos hablaron profusamente, pero Fina se explayó más que Cintio.
Lezama, centro irradiante del documental.
Ambos tenían un gran respeto, una devoción hacia Lezama, hacia su sistema literario, su pensamiento, hacia su poética, hacia el ser humano Lezama, hacia el entrañable amigo… Todo eso ellos lo tenían bien clasificado en una estantería espiritual. Recuerdo que en algún momento de la conversación, Fina se levantó y me mostró un anaquel con muchos obsequios o regalitos que le había hecho Lezama. En cada cumpleaños él le hacía un regalo, especies de miniaturas de marfil, madera, bronce… Eran como fetiches, figuras de diferentes culturas. Fina me presumió esos detalles. Y me dijo en un momento: «¡Ay Fundora!, si usted pudiera regresar otro día, me gustaría comentarle varias cosas que no quisiera conversarlas delante de Cintio». Esa entrevista nunca se dio, pues no pude regresar. Y me quedé con eso pendiente. Sospecho, por la forma en que Fina recordaba a Lezama , que algo vaporoso y platónico, subsistía entre ellos.
Bueno, emerge la curiosidad.
Yo sospecho que de lo que quería hablar era de cómo Lezama se conectó en los inicios con ellos. Según me contó Lichi Diego, Lezama en una ocasión vio a Fina en la librería de Obispo, que después se llamó la Moderna Poesía. Estamos hablando más o menos de finales de los años cuarenta. Ellos eran jóvenes universitarios y Lezama siguió a Fina hasta su casa y cuando llegó al edificio de Neptuno, que desgraciadamente ya fue demolido o cayó, Lezama se quedó merodeando abajo y ellos se asomaron a la ventana y lo vieron. Le dijeron: «suba poeta, suba que usted es bienvenido». Y, desde ese día, se hicieron amigos todos y nunca más se separaron. Evidentemente, la fascinación por Fina, que era una de las mujeres más cultas, sensibles y bellas de su época, fue el imán que atrajo a Lezama; además, conozco la anécdota de que sostuvieron una plática a través de los libros en la estantería y que compartieron recomendaciones.
Y en cuanto a lo que pasó luego con Lezama, ¿qué pensaban?
Había algo en el territorio de lo sutil que yo percibí. Había como un mea culpa tratando de dejar en claro que ellos nunca traicionaron a Lezama, que no dejaron de visitarlo ni de verlo. A veces como una especie de vergüenza o acto fallido, sin que lo enunciaran o pronunciaran, casi se mostraron a la defensiva, dejando entrever todas las injusticias que se habían cometido contra Lezama en todos los sentidos, porque en eso, sí fueron muy claros y manifestaron que, tanto en el período republicano como en el revolucionario, los de extrema izquierda y los de extrema derecha habían sido inclementes y despiadados con Lezama. Pero él había sido un creador tan vanguardista y raro que había logrado sobrevivir a los ataques. Ellos se desmarcaron de ser partícipes de ese tipo de eventos siniestros. Aunque, bueno, hay relatos de lo espantado que estaba Cintio con la salida de Paradiso por su capítulo 8 y sus alusiones a la homosexualidad. Se dice que Cintio pidió a Lezama que lo quitara, que lo cambiara, y no quiso ser un defensor abierto de esa novela mientras tuviera ese capítulo.

¿García Marruz te dijo algo específico sobre Lezama?
Ella me confesó que conversaba mucho por teléfono con Lezama. Eran charlas muy largas y divertidas. Porque él podía ir de un conocimiento muy erudito, casi místico y excesivamente enciclopédico, a una conversación llana, cotidiana, de sentido a ras de suelo. Esos momentos Fina los celebraba mucho. Siempre marcando la comicidad en todo lo que él hacía y decía.
Y, por supuesto, hablaron de Martí.
Martí fue uno de los grandes temas. Te confieso que yo llevaba tres o cuatro preguntas importantes sobre Martí que les quería hacer. Las conversamos. De Fidel no hablamos. De la revolución tampoco. Ellos como que tenían muy claras las coordenadas de mi pensamiento con respecto a la revolución. Se limitaron a que no hubiera ese choque. Entonces, eso, la verdad, me allanó el camino. Lo agradecí. Porque se hubiera descuartizado la conversación literaria, humanística, que era a fin de cuentas, lo que me interesaba, más que la política.
Sobre los tiempos que vivían y el futuro, ¿cuáles eran sus criterios?
De esa cosmovisión que ellos tenían como católicos heterodoxos, más bien como cristianos primigenios —creo yo, porque eran a mi modo de ver bastante anticlericales a pesar de que respetaban la institución— vino la impresión de que en Orígenes formaron una familia más centrada en la cultura espiritual que en la comunión con la institución religiosa y sus dogmas, a pesar de que participaban de la liturgia de la iglesia. Algo que ellos asociaron con Cuba y que invocaron en esa conversación fue la necesidad de construir y arribar al perdón, pues ellos reconocían que la nación estaba profundamente herida. Lo sentían necesario con respecto no solo a mi generación, sino a la de ellos, a la anterior de sus padres, a la del centenario que hizo la revolución del [19]59. Hablaron con melancolía sobre la preocupación de varias generaciones por el porvenir de Cuba, algo que tenía (y tiene) que ver con la teleología insular. Hicieron mucho énfasis en eso. Muchas generaciones en Cuba estaban obligadas al perdón, a ofrecerse una conmiseración sincera para sanar la nación. Varias generaciones se habían lastimado en su vocación de justicia y en la conformación de un ideario de país, de república, de tanta fractura y de tanto ir de fracaso en fracaso. Toca a la nación una generación más piadosa, con más compasión, que logre establecer un marco de perdón para todos los extravíos que habíamos tenido, dijeron. Ellos participaron de esa visión teleológica, de esa conciencia de proyección de una nación con el llamado de un destino específico y por supuesto con una misión luminosa, que está manifiesto también en toda la obra de Lezama. Recuerdo que Cintio recalcó que el primero de todos ellos en hablar de ese destino y de esa meta ascensional fue Lezama.
¿Qué representó para un creador como tú la entrevista al matrimonio Vitier-García Marruz?
Ha sido una de las pláticas más frondosas que he tenido en toda vida con dos escritores extraordinarios. Hablé más con ella que con él. Había más comodidad porque Cintio estaba ya como más lento de pensamiento. Había que abrir el espacio para que él se expresara, pero ella estaba como más profusa, determinada a opinar sin miedo. Y tal vez determinó que mi presencia debía aprovecharla, en el mejor sentido del término, sacar beneficio a un testimoniante que iba a dejar cosas claras para la posteridad. Sentí que estaba siendo usado como un mensajero generacional. Me dio mucha alegría el haber sido elegido para ese momento y haber tenido esa oportunidad. Salí con un éxtasis, con una dicha muy particular de ese encuentro. Salí crecido, fortalecido, renovado. Yo diría que hasta mejorado como cubano. Por ser mi esposa tabacalera y oriunda de Pinar del Rio, nos permitimos fumar unos habanos allí, tomar café… Se creó una atmósfera campirana [campesina] con el favor de la tarde, la puesta del sol. Era un domingo, día muy especial. Fue un momento mágico y muy criollo.
Hemos apreciado muchos documentales sobre escritores. En Cuba, tal vez se han querido ver de algunos autores que ni, por asomo, las cámaras se le acercan. No creo se haya hecho el de un Martí que se salga del guion consabido. Tulio Raggi es quien más se atrevió a experimentar con su cortometraje de animación El alma trémula y sola. De Lezama Lima se ha hecho muy poco. Recientemente ha aparecido el tuyo (Lezama Lima: Soltar la lengua) que ya va para siete años y en suelo cubano, por razones que sabes, se conoce muy poco, aunque ya se puede ver en la plataforma Tubi. A lo que quiero llegar, ¿qué debe o no tener un buen documental sobre un escritor?
Considero que un documental acerca de un escritor debe clarificar los vasos comunicantes entre su vida íntima-secreta y su obra literaria pública. Intentar desentrañar los viacrucis de su modelo literario. Asomarse indiscretamente a su cosmogonía. Verificar las razones extremas por las cuales ese sujeto determinó, casi sin sentido, elegir la escritura y la palabra como una misión de vida, como un asidero psicológico o como una cartografía social. De alguna manera, implica un cierto sicoanálisis, además de la aproximación al desentrañamiento de su textualidad.
A mí me gusta mucho de Cintio Vitier su Poética, tal vez por ser tan zambraniano, y de Fina García Marruz Hablar de la poesía, Quevedo…, además de muchos de sus poemas… ¿Qué prefiere Ernesto Fundora?
De Cintio Lo cubano en la poesía, que ha sido una brújula para mí y para mi generación. Tal vez sea este, el libro en español, que con mayor aliento poético ensaya sobre la versificación. De Fina leo su poesía, sus ensayos, y aprecio mucho sus prólogos o textos sobre otros autores y artistas (Chaplin, Cantinflas, Quevedo, etc) Ella tenía una peculiar delicadeza: buscaba los entresijos, los resquicios, lo no evidente, y repelía lo altisonante. De toda la obra de Lezama, cuando le pregunté, me dijo preferir aquel verso: «la claridad tranquila de la luz». Ambos, Cintio y ella, eran almas esencialistas.
Tu impresión sobre Fina García Marruz me interesa, ya que muchos han considerado que estaba a la sombra de Vitier. Aunque ese parecer ha ido cambiando. Hay que aprender a valorarlos también separadamente, ¿qué crees?
Fina era una persona que evidentemente había bebido de muchas fuentes no solo literarias sino presenciales. Te dabas cuenta que había una conjunción entre las grandes lecturas, los estudios y la vida, porque tanto ella como Cintio no eran personas que leían por mero placer, sino que investigaban, aplicaban una hermenéutica a todo lo que leían. Ellos incluso me regalaron un elogio de un pequeño ensayo mío que leyeron porque se los había mandado a través de su nieta Laurita. Les llamó la atención algunas de las cosas que yo decía ahí y me comentaron que yo había libado en el ADN de Orígenes, por los temas y forma que enunciaba en ese ensayo, el cual está publicado como coda en mi libro Amago, premiado por el Instituto Leonés de Cultura en España en el 2002.
Aun cuando habíamos coincidido en otros lugares como en Casa de las Américas, y en la casa de Eliseo Diego, me dijeron que habían decidido abrirme la puerta de su casa porque sintieron afinidad con las premisas de ese ensayo-poemado. Y porque además yo era alumno y amigo de Froilán Escobar, de quien ellos eran devotos y a quien consideraban el único historiador que había caminado los pasos de Martí sobre la Sierra Maestra. Cintio habló con una emoción extraordinaria del libro Martí a flor de labios de Froilán, al cual le escribió un hermoso prólogo. En algún momento Cintio me pidió que apagara la cámara ya que quería conversar “of the record” sobre otros asuntos, de personas de mi generación, por ejemplo, de algunos que se habían ido y eran detractores de la revolución y que habían sido críticos con ellos como Rafael Rojas, José Antonio Ponte… Ese tipo de escritores a ellos les irritaban. Pero fueron muy elogiosos con la figura de Froilán Escobar, que también fue uno de mis mentores para llegar a esa entrevista. Al saber ellos que era un discípulo de Froilán y amigo de Lichi Diego, fue decisivo para que me recibieran abiertamente y se mostraran con tamaña calidez. Cintio quería conversar sobre temas polémicos. Entonces la plática fue vastísima. Por ejemplo, se me quejó de que Lichi estuviera escribiendo la biografía de su padre, Eliseo Diego, en un tono tan descarnado. Además de que algo de lamento destilaba en su exposición, a la vez una elegancia sin igual nos envolvía, pues nunca discutimos, nunca se perdió el tono cordial. Reconozco en ambos huéspedes una elegancia de espíritu, una nobleza secular. Hubo discrepancias en algunos aspectos, pero siempre primó el respeto, la pulcritud, la distinción, la exquisitez en el trato. Me preguntaron acerca de mi experiencia en México, Miami, España. Tenían curiosidad de cómo mi generación peregrinaba por el mundo. Ahora, te recuerdo —por razones y circunstancias de los años— Fina era quien más ampliamente conversaba, mientras que Cintio se mostraba apotegmático y concluyente. Pensaba más reposadamente las ideas antes de volcarlas. Me quedó muy grabado en la memoria sus formas agudas e increpantes de mirarme, sus manos y rostros curtidos y arrugados por la vida, la guayabera blanquísima de Cintio Vitier, la delicada murmuración, casi bíblica, de Fina García Marruz, así como la cantidad de libros dispuestos en torres por doquier en aquel pequeño y atiborrado departamento del Vedado. ¡Ah! y también rescato y evoco la pasión en el ejercicio del intelecto, la devoción con que hablaban de Martí, de Cristo, de Lezama, de Lorca. Yo me sentí impuro e iluminado a la vez, agradecido por el beneficio de aquella inusitada conversación. La diferencia de años se inclinaba a favor de ellos; yo hablé lo indispensable, pues quería oírlos, también porque entrelazado en sus voces estaba implícito el jadeo, el susurro hirviente, la infatigable espiral del grupo Orígenes. Me sentí como un niño sediento que, luego de perderse en la manigua, casi por epifánico azar, descubre un pozo.
Agradecido querido Céspedes. abrazos