Rafaela Cruz: Así cocina el castrismo en Cuba un socialismo a la capitalista
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Sobre la inversión turística, en Cuba hay un mal entendido bastante generalizado, pues muchos creen que los hoteles los pagan empresas extranjeras, pero en realidad esa inversión es muy mayoritariamente nacional, financiada principalmente con los dólares de remesas que GAESA, amablemente, intercepta con más precisión que Germán Mesa.
El rol fundamental de las empresas extranjeras es gestionar los hoteles estampándoles su marca internacionalmente reconocida —Meliá, Iberostar, Blue Diamond—, pero la propiedad y el dinero invertido es cubano, como demuestran los absurdamente inmensos porcentajes de inversión turística que cada año la prensa independiente destaca estupefacta por que, entre el hambre y los apagones, en Cuba sigan proliferando espigados hoteles como hongos en un tronco que se pudre.
Este modus operandi de construir hoteles con dinero del pueblo para ceder su gestión a empresas extranjeras privadas se popularizó a inicios de los 90, y por más de 30 años el castrismo lo ha mantenido como reconocimiento implícito de que la gestión privada capitalista es más eficiente que la estatal socialista.
Si inicialmente esa colaboración podía justificarse dada la incultura turística de los 90 —creada por la Revolución misma, que tres décadas antes había eliminado la pujante industria del ocio en Cuba—, y aunque esa inexperiencia pudo haberse suplido de otras maneras, como capacitando personal en el extranjero, ¿a estas alturas qué justifica que empresas internacionales privadas gestionen lo que podrían gestionar empresas nacionales? ¿En 30 años de turismo activo no se ha generado suficiente capital humano nacional para regentar los hoteles cubanos?
Lo que impide esa evolución hacia la administración autóctona de los activos turísticos es que el castrismo sabe que, si convierte sus hoteles en empresas estatales socialistas, en menos de dos años los que hoy son 5 estrellas terminarán pareciendo campismos populares. Además, aun cuando sin decirlo reconoce en los hechos que para que algo funcione tiene que administrarlo un sucio capitalista privado, el castrismo prefiere que ese empresario sea extranjero, antes que permitir el surgimiento y desarrollo de grandes empresas privadas nacionales capaces de competir con Meliá o Barceló, menos aún quiere que empresarios cubanos le disputen el lucrativo monopolio turístico a GAESA… que nadie toque nada.
Entonces habitamos en la tragicómica paradoja de que el Gobierno que forzó dentro de su Constitución impuesta aquello de que «la empresa estatal socialista es el…», a la hora de la verdad cede el control de los hoteles, que él mismos cataloga como locomotora de la economía nacional socialista, a empresas extranjeras capitalistas privadas. Para que avanzara, aunque fuese mal y lento, a la locomotora socialista le pusieron un maquinista capitalista. ¿Por qué será?
Queda claro que no es ideología sino conveniencia. Queda claro que nunca ha sido para favorecer al pueblo esta cadena perpetua a socialismo que nos cayó en 1959. Hasta el castrismo reconoce con sus decisiones que las empresas estatales no funcionan, que el socialismo no funciona; es decir, que no funcionan para producir riqueza y mejorar la vida de las personas, porque sí que es una maravilla para concentrar poder en manos de una oligarquía, una oligarquía cuyos integrantes nos aplican socialismo a nosotros para poder vivir como reyezuelos ellos.
Y, lamentablemente, este régimen que nos ultraja dándole preferencias a los foráneos en nuestra propia tierra, no solo no cambia su modus operandi, sino que planea extenderlo a otras áreas económicas vitales, como la producción de alimentos.
Y es que el socialismo castrista no solo destruyó la boyante industria turística que encontró cuando llegó al poder prometiendo que restituiría la democracia, también ha destruido la agricultura, una «hazaña» increíble en una Isla que fue capaz de endulzar al mundo, alimentarse y alimentar a otros con sus cultivos, pero que hoy parece necesitar que una empresa vietnamita venga a producir arroz en nuestra tierra… porque nosotros somos incapaces de hacerlo.
En vez de sustituir el plaguicida modelo socialista que a golpe de marabú arrasó lo que alguna vez fue un país feraz, en vez de devolver la agricultura a un sistema de propiedad privada, libertad de comercio, de importación y exportación, en vez de facilitar mecanismos financieros y de inversión privados para capitalizar el campo permitiendo que las tierras cubanas sean explotadas por cubanos, el castrismo elige mantenernos atados en corto, como a bueyes, y darle a una empresa del otro lado del mundo, que sí que cuenta con todas esas posibilidades, patente de corso para que explote nuestras tierras y a nuestra gente y, por supuesto, se lleve los beneficios a su país.
¿Alguna vez nos convenceremos de que nuestra miseria no solo es culpa de este Gobierno, sino que este Gobierno la ha provocado y la mantiene para tenernos controlados?
Publicación fuente ‘Diario de Cuba’
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