Podcast: Entrevista a Damaris Calderón / ‘Cuba está presente en todos mis libros’

Archivo | Autores | 11 de marzo de 2025
©Damaris Calderón ‘intervenida’

Un encargo afectivo –dice el blog Escucha Cuba— hizo que fuera a la búsqueda de la poeta y ensayista Damaris Calderón, afincada en Chile desde 1995. Su libro ¿Y qué? es presentado en la Feria Internacional del Libro de La Habana 2025. Este cuestionario, enviado por WhatsApp y respondido en menos de 48 horas, es la base de esta publicación. Gran parte de la entrevista fue transmitida por la radio nacional.

¿Cómo nace esta propuesta, alguna diferencia con su edición en Chile?

¿Y qué? es un libro que terminé de escribir en Chile en el 2017 en Isla Negra, donde vivo. Isla Negra es muy importante para mí, no solo porque aquí vivió Neruda, está su casa –hoy en día es un museo– y muchas cosas están impregnadas de él. Isla Negra es muy importante para mí, como escribo en el libro, porque esta es mi casa de pensar en Cuba: una isla dentro de otra isla que mira a otra isla. ¿Y qué?, que es el título del libro que se presenta por la editorial Letras Cubanas, es un libro que piensa y escribe a Cuba, sus fragmentos; mis astillas; la historia más reciente; los muros que se vienen abajo, los que se levantan; las cosas que se van al mar; la aceleración del tiempo, de la historia; las extrañas posesiones que uno fija en la memoria; la pérdida de mi madre, su recuperación transmutada por la poesía; Cuba, que entra por mi ventana y aunque haya que raspar con espátula, ahí están también su ligereza de colibrí, su tornasol y su mimbre -como diría Fina García Marruz. Es un libro muy personal y, espero que por lo mismo, por su sinceridad, también sea universal, porque son cosas que pueden pasarle a cualquiera. El título creo que tiene también un dejo desafiante para el lector, un dejo a un tiempo de rebeldía, de estoicismo, de supervivencia… todo esto ha pasado, todo esto pasa ¿y qué? ¿puedo hacerme a un lado? ¿puedes tú hacerte a un lado? Los poemas de la edición cubana son los mismos que aparecen en la edición chilena, con una portada, un cuadro mío, que hice especialmente para esta edición de Letras Cubanas.

¿Cómo fue la relación editor-autora? ¿Qué representa para ti publicar con esa Casa Editorial?

El editor de este libro es también un poeta que aprecio mucho, Leymen Pérez, que ha sido editor antes de otros libros míos, así que la relación ha sido como en otros trabajos conjuntos anteriores, fructífera, respetuosa, creativa. Yo estoy muy contenta de este trabajo conjunto para que el libro se convierta también en ese objeto impreso que va a encontrar el lector. Letras Cubanas es una editorial que valoro profundamente por su catálogo sostenido en el tiempo y por los autores que ha dado a conocer y ha puesto en circulación. Así que siempre es un gusto ser acogida por esta casa editorial.

¿Has dedicado tu vida a la poesía, a la creación? ¿Cómo ha sido ese proceso? ¿Cómo lo has vivido?

Desde niña yo tuve una relación entrañable con los libros. Para mí los libros fueron la maravilla… los viajes de la imaginación. Se me abrieron tantísimos mundos a través de los libros. Conocí el árbol del pan a través de los libros, tantísimas cosas a través de novelas de aventuras, Estambul para mí siempre fue un nombre exótico y cercano y deseable a través de aquellos libros que leía de niña, entre tantos otros. Así que también esta pasión por los libros como lectora se me fue dando como escritora y empecé a escribir de niña. Luego entré a talleres literarios y hasta el día de hoy, la escritura es para mí algo imprescindible, es efectivamente un modo de vida, no es solo un proceso separado aparte de mi vida. Es arduo, y ha sido arduo porque uno tiene que moverse en un mundo que tiene muchas otras demandas donde muchas veces la poesía es desdeñada, es vista también a veces como algo anacrónico o como un lujo, o tienes que dedicarte a sobrevivir, a trabajar para la supervivencia y hacer tantísimas cosas. En mi caso he hecho docencia, edición, corrección, promoción literaria, he hecho radio también entre tantas otras cosas, y si eres mujer también te complicas mucho más por la carga doméstica. Pero siempre he querido y he tratado de que la creación no sea solo el espacio de la página en blanco, o que el poema no sea únicamente lo que tú escribes. El desafío para mí sí está en los libros indudablemente, hay que escribir los libros. Como decía Octavio Paz: “el poema es lenguaje erguido”, y uno escribe los libros que va viviendo por el camino pero también he tratado de que sea eso, de que sea vivido, de que la dura prosa cotidiana pueda ser transmutada poéticamente. Creo que eso también es una labor ardua, no tratar de ser un poeta o ver la poesía solo como un estado, indudablemente también es un estado, no solo puedo decir soy poeta cuando estoy en este estado o cuando escribo el poema, no. En mi caso, puede que no escriba todos los días, de hecho no lo hago, pero creo que todo lo que hago es para que vaya a parar el poema, es vivido, es somatizado, es transmutado y finalmente acontece en eso, en la experiencia poética.

¿Hubo en tus inicios poetas que te inspiraron como modelos?

Me preguntas por escritores modelos y claro que sí, indudablemente, tanto en nuestra lengua como en otras literaturas, pero voy a referirme a dos autores para mí muy entrañables y muy importantes y modélicos también. Para mí es importante buscar la coherencia entre vida y obra, pues como te dije antes trataba de que la vida también fuera obra o que la obra fuera tu vida, hacer de vida, obra. Hay autores donde hay una gran escisión, y tú dices, bueno, no hay una coherencia entre lo que escriben y lo que son… pueden ser espléndidos autores y en términos humanos, no, o lo contrario, entonces puedo leer lo que escriben, maravilloso, y hacer a un lado quién lo escribió. En el caso de mi aspiración, de mis modelos, han sido autores que han tratado de encarnar la escritura y lo creado hasta las últimas consecuencias también con sus figuras. Entonces voy a hablar inevitablemente de José Lezama Lima y de Virgilio Piñera. José Lezama Lima, con una escritura y con una vida –como él decía– yo estoy aquí y estoy creando aquí aunque me desgarre como el pelícano por este tipo de escritura, de poesía, no había en él esa separación. Y lo mismo pienso ya en términos más solemnes como los de Lezama que suelen ser cuando se refiere a la literatura o en tonos más heréticos, como el de Virgilio Piñera cuando habla de un jesuita de la literatura, para mí tiene eso, para mí la literatura tiene un componente muy importante devocional y (diría que casi también) de sacralidad, es algo a lo que uno se dedica de una manera devocional, yo al menos lo aspiro así, no digo que lo encarne, pero aspiro a eso y mis modelos cercanos en nuestra literatura, en la literatura cubana, han sido Lezama y Virgilio Piñera. Y entre los modelos también tendría que detenerme en los escritores románticos, aquellos que justamente buscaron no separar vida y obra, que fueron capaces de embarcarse en aventuras hasta heroicas o descabelladas y que inspiraron también las gestas de liberación latinoamericana.

©Portada de ‘¿Y qué?’ en versión Kindle

Tu obra ha sido traducida a varios idiomas. ¿Cómo se dio esa relación con los traductores?

Sí, parte de mi obra ha sido traducida a otros idiomas y la relación con los traductores ha sido diferente en cada una de ellas, en cada experiencia, experiencias más cercanas como es el caso de la traductora holandesa Mariolein Sabarte, ella forma parte del Festival de Poesía de Rotterdam y estuvo muy pendiente siempre en colaboración con uno, preguntando cada cosa, cada palabra o cada duda; y hay traductores con los que uno pues no tiene esa cercanía y te encuentras ya el texto en una publicación y ha sido fijado así por el traductor sin mayores consultas. Así que va desde lo más empático o colaborativo hasta el desconcierto o la sorpresa de ver un texto cuando te lo encuentras en otra lengua. De todas manera siempre con las distancias y la imposibilidad de una traslación de una lengua a otra, yo agradezco esas traducciones porque es la manera en que permiten que en mi caso que conozcan mi poesía en otras lenguas, cuando soy lectora puedo conocer a otros autores gracias a esos trabajos enormes que uno sabe que no son otra cosa, ni más ni menos que versiones, puesto que muchas veces cuando uno traslada a otro idioma se pierde la musicalidad, lo sonoro y lo emotivo de la lengua del punto de partida, pero siempre es una experiencia, una aventura.

¿Hay poemas o poemarios que no quisiste o no pudiste publicar, y que aún permanecen inéditos?

Yo me he ido mudando de casas, de cuartos, de países… y sí, claro que sí, que hay poemas, poemarios inéditos, poemas, poemarios extraviados, y forman parte de ese magma del que uno también por una parte se va desprendiendo y quizás reaparezcan en otras creaciones o no, se vayan quedando ahí, los extraviados, y los inéditos en algún otro momento espero que alcancen su publicación, su edición, y puedan salir al mundo por la puerta natural, como diría nuestro Martí.

Te refiero nombres y me dices: vínculo, motivación, influencia: Virgilio Piñera, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Violeta Parra.

Me preguntas por nombres de poetas significativos para mí, y voy a tratar de sintetizarlo porque es difícil. La influencia de autores que han dejado en algún momento huella en mí es mucho mayor de los que voy a nombrar. En el caso de Virgilio Piñera, como te comentaba en una pregunta anterior, la dedicación a la obra, ese componente casi sacrificial por la obra; su miedo, que lo hizo escribir una obra valiente, irreverente, desacralizadora y auténtica y que nos hizo mirar la isla de otra manera, levantarla y sostenerla en peso con su horror y con su amor, en el amor de un hombre, de muchos hombres, de muchas mujeres. En el caso de Pablo Neruda, es un gran poeta, que leí desde Cuba, que admiré desde Cuba, su Residencia en la tierra, sus Veinte poemas de amor, La canción desesperada, Los versos del Capitán, su prosa que también es poesía, bueno, Carlos Fuentes decía que hasta la mierda de Neruda es la mierda de un gran poeta, refiriéndose a todo lo menor, y sí, es indudablemente un gran poeta que nos hizo entender, yo creo, entrar en la materia de otra manera, cantándole de otra manera -como decía él- su loco amor por las cosas, por la materia. Hay una poeta que tú mencionas, sobre la que me preguntas…son dos poetas en realidad, Gabriela Mistral y Violeta Parra. En los términos estrictamente de poesía escrita, para mí Gabriela Mistral es una poeta muy importante porque, si bien Neruda canta y escribe sobre el amor loco a las cosas y a la materia, en el caso de Gabriela está esa entrada en la materia pero, para mí, en un sentido mucho más completo porque está el amor físico, pero también el amor metafísico y hasta religioso, religioso no solo en el sentido cristiano, su religiosidad fue bien ecléctica, sino en el sentido de religar a todas las cosas; es una poeta itinerante, que recorrió todo Chile ejerciendo la docencia como maestra rural y conociendo y escuchando a su gente y a sus paisajes para escribirlo, pero está también ese sentimiento y ese oído atento al habla y al habla de la ruralidad y esto para mí es muy importante, Gabriela siente y escribe la materia como criaturas, por ejemplo, el pan deviene criatura, la sal también. Fue una mujer que no solo escribió poesía en verso, sus recados a Chile, su manera de retomar el recado como género. El hecho de estar atenta al habla de los picapedreros del Norte. El mapa de Chile…cómo ella lo reconstituye y cómo ella va escribiendo ese poema de Chile, ese poema imposible, inconcluso porque es el Poema de Chile, que es una cosa monumental… pues a mí me la hacen una poeta extraordinaria en una grandeza que va de la montaña al guijarro, que va de la montaña a la yerba más chica y más pequeñita, y eso la hace entrañable. Yo digo que entré a Gabriela Mistral por unos versos a su madre –“Mi madre era pequeñita como la menta o la hierba”– y tiene poemas espléndidos, enormes, también a la madre, pero fueron esos versos los que a mí me acercaron desde Cuba a Gabriela Mistral y es para mí una poeta muy importante, no solo para mí, yo creo que para Chile, que la empieza a redescubrir tardíamente y a revalorizar, y creo que para el hecho de repensar América pues hay que volver a Mistral. Todavía sorprenden sus discursos de 17 años, y sus textos escribiendo sobre la educación de la mujer. Es un pensamiento muy audaz el suyo y una poesía muy valiosa. En el caso de Violeta Parra… Violeta Parra es la música, es la tierra, es lo itinerante, también Violeta recorrió todo Chile, caminó, recopiló primero las canciones, que sin ella se hubiesen perdido, las canciones rurales, hay un trabajo de recopilación que la precede antes de convertirse en la poeta y en la autora, la compositora que fue, está en ella lo oral y lo escrito, lo culto y lo popular sin separación, están sus décimas y centésimas escritas, están sus pinturas, están sus arpilleras, está lo autóctono, la vocación por recoger lo propiamente chileno y lo universal. Es una autora tan extraordinaria que puede escribir canciones como Gracias a la vida o una canción que se conoce menos y es una canción extraordinaria que es Maldigo del alto cielo, que es una maldición cósmica, y, bueno, al final estaba escribiendo también un ballet. Así la considero una autora muy completa, muy compleja y que, en mi caso, indudablemente han influido, han sido modelos de otros quehaceres o de otra forma de ver la creación.

¿Qué significación tuvo para ti ver publicado tu primer libro de poesía?

Mi primer libro de poesía fue una plaquette que se publicó por los años 80, Con el terror del equilibrista, por Ediciones Matanzas, una editorial a la que quiero mucho y donde he publicado la mayor parte de mis libros en Cuba. La verdad que ver esta plaquette fue un fogonazo, fue emoción, sorpresa, desconcierto, gratitud, todo junto. Es muy emocionante ver esa aparición, ver por primera vez un manuscrito convertido en libro impreso o plaquette y que pueda circular por otras manos.

¿Cuánto ha marcado tu trayectoria, tu recorrido, el desplazamiento de una isla en el Caribe a un país como Chile, del Cono Sur?

Siempre he creído que el desplazamiento es muy importante para la escritura, para la vida, para la creación, ya se haga físicamente, ya se haga en un sillón como un viajero inmóvil, como lo hacía Lezama. Otros necesitan viajar, algunos pocos no, y creo que también viajan de otro modo. Sí, creo que los desplazamientos son muy importantes. Creo con Nietzsche que los pensamientos deben ser caminados, no creo en un pensar sedentario, en una creación sedentaria, creo que eso se vuelve fofo, adiposo y que es bueno recorrer, caminar en tu propia tradición y en otras tradiciones, en otras lenguas. En el caso mío que me desplacé de Cuba a Chile he podido mirar, creo, mejor la isla a la distancia, he podido mirarme a mí misma mejor a la distancia. Se caen por una parte los fundamentalismos, los nacionalismos rampantes, y tú te abres a lo entrañable y universal del país, puedes verlo de otra manera, es un fenómeno hasta de óptica. Por otra parte, entré a lo sudamericano y a lo chileno que es otra realidad, otro contexto, otro temple, desde el habla hasta las formas de vida. He tenido además el arduo privilegio de hacer de puente entre la literatura chilena o ciertas zonas de la literatura chilena y la cubana, he podido hacer antologías de poesía cubana para Chile y antologías de poesía chilena para Cuba y dar a conocer de esa manera autores de uno y otro país y ver cuánto tenemos de diferente y cuánto de parecido, cómo las literaturas se van complementando en uno y otro registro. En Chile, cuando digo “entré a lo sudamericano”, es otra realidad, aquí pude conocer la poesía mapuche escrita por etnias sobrevivientes hoy día y que son diferentes dentro del contexto chileno que es muy diverso. Entonces yo creo que ese tipo de conocimiento de una literatura de minorías, como en el caso de Pedro Lemebel, de una literatura homosexual que se gesta bajo dictadura y que luego continúa con la democracia chilena, también fue enriquecedor, como lo fue la escena de vanguardia chilena e irme abriendo a otros autores más contemporáneos de lo chileno, además de encontrar y conocer acá otras cosas que no conocía desde Cuba de Pablo de Rokha, de Alfonso Alcalde, de autores importantísimos, Coloane, Marta Brunet, una literatura que me va abriendo en otro contexto y me va abriendo otra realidad.

Chile me situó, en Cuba yo era muy joven, Chile me situó en el sentido de que Chile es un país que por una parte sí tiene mar, pero la montaña es fundamental, es decisiva la cordillera dentro de la idiosincrasia chilena, y a mí la montaña me situó en el sentido de que en la medida en que yo iba recorriendo la montaña, como la recorrí, iba viendo todas las cosas que iba dejando detrás en la montaña, las cosas que quedaban atrás físicamente de la montaña, y las cosas que quedaban atrás de mí misma mientras iba subiendo. Cuando llegué a la cima de la montaña allá arriba me sentí un punto, un punto armónico dentro de un tejido universal, ni más ni menos que un punto, y eso fue como una epifanía realmente, me dio otra comprensión del mundo y de mí misma, me hizo saberme un punto dentro de esa trama dentro de la que vivimos y eso me ha parecido espléndido, por una parte me ha situado y me ha ayudado en mi visión del mundo y personal. Creo que tres patrias tengo yo, Cuba, Chile, la noche y tendría que añadir Isla Negra porque es mi otra patria (cuatro en este caso), mi casa, mi isla dentro de la isla para permanecer y para también seguir mirando a Cuba porque mis libros, si bien muchos se han escrito acá, han tenido la posibilidad –varios de ellos– de editarse también en Cuba y eso es algo que me importa mucho, el lector cubano. Y Cuba está presente en todos mis libros como está ahora el más reciente, una Cartografía de ruta, son ensayos, lecturas sobre la literatura chilena. Así que ha sido un acontecer, un aprendizaje y una experiencia que me ha enriquecido y que valoro y agradezco mucho.

¿Aprecias diferencias entre los lectores de entonces y los actuales, más allá de la acogida de la crítica de tu obra en los 80-90 y en la actualidad?

En los años 80-90 no teníamos el ebook, el libro digital, y la lectura era fundamentalmente a través del libro impreso. Hoy día los lectores también acuden al libro digital, los más jóvenes han aprendido a leer con pantallas, pero yo creo que sigue habiendo lectores que buscan el libro impreso y que se abren a otras formas de la poesía, de la literatura, que saben que pueden esperar que esta sea impresa como en un formato digital, como en un registro performático y… no sé… musical, incluso rapero, que se va desplazando y siento que para la auténtica poesía hay en esos lectores una curiosidad, y creo que la curiosidad se mantiene en el tiempo, que es algo constitutivo de los seres humanos, entonces en tanto que curioso, en tanto que intentas develar y acceder a la creación artística pues vas a estar pendiente de la lectura oral, vas a estar pendiente de la lectura impresa, y en otras formas de la expresión a través de una pantalla o de una performance que va a hacer determinado poeta, y que te va a llegar en un sentido más dramático, más gestual. Creo que eso contribuye a la riqueza de la expresión de los creadores y de los receptores también, que participan y recobran así una unidad que alguna vez tuvo la creación o una cierta unidad, a pesar del despedazamiento en los géneros. A mí me pasó como docente algo que te cuento. Yo estaba dando en la universidad a un grupo de jóvenes a los autores latinos, a los elegíacos latinos, y la verdad que algo tan antiguo y que podía parecer tan anacrónico como los elegíacos latinos, en la medida en que los leíamos despertaron un gran entusiasmo y los libreros de viejos de acá de Santiago de Chile empezaron a vender las ediciones que tenían de los autores latinos para su desconcierto y empezaron a preguntar si se habían puesto de moda. Creo que esas recepciones son vuelcos que nos hacen replantearnos las maneras en que el tiempo y un autor puede alcanzar a su lector, atravesarlo, es esa flecha que va a dar en el blanco, no importa cuántos siglos después pero ahí lo alcanza.

Asomarte a nuevas y distintas literaturas, ambientes, climas ¿influye en tu variedad de estilos?

Sí, sin dudas. Asomarme a distintas literaturas, a distintas lenguas, a distintas culturas contribuye a la diversidad, expande la conciencia de un escritor, creo, y sus maneras de integrar y expresar aquello que va descubriendo. Yo, como te comentaba en respuestas anteriores, aspiro a que el poema no sea un género, no se exprese desde ahí únicamente. Por eso he hablado otras veces de mis cebras, de mis criaturas como cebras, que cruzan de un texto a otro, que trato de escribirlas en el poema, que trato de expresarlas en la pintura, que trato de hacerlas cruzar a un performance, que trato de llevarlas a la arcilla, y a la alfarería –porque también hago cerámica–, me parece que todo eso hace el poema. Creo que mientras más te puedas abrir y expandir, más se enriquece la creación que uno puede hacer. Nosotros tenemos como cubanos y como caribeños la asunción del mestizaje, la riqueza del mestizaje y de la hibridez, y yo creo que eso forma parte de la cultura híbrida y de la cultura que uno puede hacer desde todos esos quehaceres. Me parece indudablemente importante, indudablemente es una apertura inconmensurable y me parece de todas maneras fruición y ganancia.

Publicación fuente ‘Escucha Cuba’