Nansen Tápanes: Un credo [‘El educador oriental: su fe’, 1978]

Un credo es un conjunto de ideas y principios ideológicos, «básicos y fundamentales», cristalizados en imágenes altamente afectivas destinadas a regir la vida institucional, pero también social e íntima de una comunidad religiosa.
Un credo intenta controlar y encauzar los impulsos anímicos –casi siempre caóticos– dentro de un orden y una disciplina específica. Y digo «específica» con toda la intención posible y necesaria: no es cualquier disciplina u orden establecido; sino una disciplina, un comportamiento humano –y social– que sea funcional al credo en cuestión.
Por aquello de los «vasos comunicantes» que decía Breton –ya no vasos comunicantes entre la vigilia y el sueño–, sino, tal vez, y como apuntaba Lacan entre «lo real» y «la realidad», el credo espiritual de una minoría que se piensa como vanguardia destinada a cuidar y re-orientar a la sociedad, tiene la capacidad de infiltrar el cuerpo social, transformándose en un credo a nivel de toda la sociedad. Y, en consecuencia –y si se nos permite tomar una metáfora de la medicina y de la biología del cáncer–, este credo, como la cascada metastásica que produce un tumor ya en libre desarrollo, quiere abarcar hasta los aspectos más íntimos de la vida social.
Para un Credo (así con mayúsculas) no existe el necesario corte entre lo «privado» y lo «público». De aquí viene el impulso total –y totalitario– que hay en ellos. Por cierto, André Breton, gran poeta francés y teórico fundamental del Surrealismo, terminó naufragando en uno de estos terribles credos del siglo XX…
Paradójicamente, es la pretendida condición totalitaria de todo credo, esta homogeneidad perseguida pero imposible, quien nos brinda la posibilidad de ejercer sobre lo «total» un pensamiento lateral o divergente y sistémico que, al mismo tiempo, se precisa disyuntivo. Y esto, para mí, es lo que hace tan interesante el análisis de un documento mostrado en las fotos.
Del totalitarismo –lo he dicho en otro lugar– me interesa su pulsión ontológica, es decir, su arraigo o «agarre» en el espíritu humano –si se desea dígase subjetividad humana…– Algo de esta pulsión es lo que se encuentra en los diferentes puntos del credo educativo que aquí muestro.
Aquí se habla de Grecia y de sus pensadores, de la Paideia educativa, de lo latino y del cristianismo, de Occidente, de la Hispanidad, de la Nación y del Ideario Artiguista… y, por supuesto, del prosista y pensador uruguayo José Enrique Rodó; y, entre líneas, de su dicotomía civilización/barbarie. Esta, tal vez, la contradicción fundamental en las naciones del Cono Sur, desde aquel Facundo de Domingo Faustino Sarmiento.
Evidentemente, este documento fue pensado y escrito por intelectuales y profesores bien preparados y nutridos de cultura clásica… ¡y no por los militares…!
Es esta línea totalitaria, la que parece esconderse –y no romperse– entre: aquella compacidad esférica de la República platónica, la república romana y sus dictadores, el paso por la cristiana Ciudad de Dios (San Agustín), el Imperio Universal, el «momento maquiavélico» y su posterior deriva americana en las Independencias, reflejado en el constitucionalismo atlántico (incluyo Cuba y Martí a través de la mirada histórica de Rafael Rojas…); y, desde aquí, hasta los totalitarismos del siglo XX, sean estos de izquierda o derecha.
Y, por supuesto, por tenue que parezca la diferencia, es necesario distinguir siempre entre tiranía, dictadura y totalitarismo. Aunque lo parezcan no son la misma cosa.
Después de los años 50 «descolonizadores» (Conferencia de Bandung, 1955), y los 60, «barbudos y guerrilleros» en América, vinieron los 70, conservadores y autoritarios (también relacionados con la crisis de 1973 y el Medio Oriente…) Esos años 70 son los que ven las dictaduras en el Cono Sur y –¿¡sorpresa!?– la deriva conservadora y totalitaria de la Revolución Cubana (creo en la «resonancia mórfica», y en la teoría y metáfora de los «campos mórficos» del biólogo británico Rupert Sheldrake).
Este libro, de los historiadores uruguayos Gerardo Caetano y José Rilla, es una breve… brevísima historia de la dictadura cívico-militar del Uruguay (1973-1985). Para mí lo más interesante es su periodización, y el hecho de que en fecha tan reciente como 1986-1987 (primera edición), se pudieran ya «nombrar las cosas»:
1- El Orden Autoritario (1973-1976);
2- La Nueva República (1976-1980);
3- La dictadura transicional (1980-1985).
En las fotos muestro el Programa, con las características de un Credo, tal como lo hemos visto en párrafos anteriores, «El educador oriental: su fe» (revista El soldado, octubre, 1978). Es el Credo educacional de la dictadura cívico-militar encabezada, en sus primeros años, por el ganadero y estanciero Juan María Bordaberry. La relación con el gauchaje –más bien folclórico y epidérmico– así como con los llamados Hombres de a caballo, para recordar la novela del argentino David Viñas premiada en un concurso Casa de las Américas en 1967, no es casual.
¡Cualquier coincidencia con otras experiencias históricas y sociales que ud conozca –estimado lector– tampoco lo es…!
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