Carlos Aníbal Alonso: Lo que engulle es una máquina

Lo que engulle es una máquina
que creíste notar alguna vez
mientras despertabas de un sueño
–sin terminar de sacudírtelo del todo.
Así que diste los buenos días
en un idioma que no era el tuyo
y seguiste de largo, irremediablemente,
con el hierro en la mirada.
Entonces abrir los ojos
es romperse por el centro.
Mirar con ojos prestados
la perversión de la hiedra
creciendo del lado opuesto.
Una leve inflexión en la sombra
reproduce el terror
de una cortina que se desliza
por fuera de la ventana entreabierta.
No es difícil notarlo:
Hasta un trapo colgante precisa fugarse
del hueco que habita dentro.
¿En nombre de qué culpa maniobra esa máquina?
No sabes quién la ejecuta.
Pero el vengador ha lanzado su anzuelo
expande su carcajada bajo la modulación de metales
que retumban en la superficie
de una noche sin humedad
–enfáticos, tercos, malogrando el polvo.
Persigues la gravedad de una presencia.
Imploras cualquier cosa –¡lo que sea!
Nada responde. Lo exterior no importa
cuando nadie está mirando.
Cuando hay tonos de lo agudo
que no acoplan con ningún órgano.
Cuando todo sucede un piso más abajo
de lo que se deja acariciar.
Te enrocas en aquella ficción
de los buenos días –mientras dure.
Por fuera de la ficción, habita la máquina:
la avidez de dar con un espejo frente al cual
decir yo, volver al sueño,
sin el estruendo metálico
de una hiedra trepando.
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(*) Este poema se publicó originalmente en Latin American Literature Today.
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