Mientras el Congreso regresaba a los tiempos unánimes, en los bares, paladares o chiringuitos con tele incorporada la gente se mantuvo inmutable en sus cosas. Alternando el reggaeton con el fútbol europeo o la final de la Serie Nacional de Béisbol, pasando olímpicamente de ese ruido monocorde que no parecía provenir de la realidad. Y es que, incluso en temas por los que Raúl Castro pudo haber sacado pecho –eliminación de las trabas para viajar, relación con Estados Unidos, activación de pequeños (y grandes, aunque no para todos) negocios, relajación de la vida cotidiana- prefirió tirar de las consignas y el secretismo. En medio de asuntos tan urgentes como la sucesión gubernamental, la pluralidad política, las desigualdad creciente, se decretó el regreso al socialismo bucólico en un Congreso que se mantuvo imperturbable ante cualquier disidencia y, por eso mismo, que fue un gran generador de desidia. Para seguir leyendo…
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