Mientras leía Casa en el agua por primera vez, deslumbrada por la forma en que el libro me arrastraba de un verso a otro, de un fragmento a otro, con el interés que despierta una buena novela, me preguntaba: ¿cómo será leer estos poemas sin conocerla a Irina, sin estar familiarizado con sus gestos, su entonación, sus silencios, su manera tan particular, tan discretamente amorosa, de rodear las cosas con la mirada y con las palabras? Para seguir leyendo…
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