Conocí a Cintio en 1984, el día de la apertura de la Casa de Lezama. Recuerdo la tensión de aquella noche… parecía que estábamos haciendo diversionismo ideológico por el mero hecho de estar ahí… no se sabía si aquella política de apertura a Orígenes triunfaría… todavía diez años después los generales se manifestaban contra Orígenes y el maricón de Lezama… Yo era un completo desconocido con 27 años, pero hablé de la veneración de Orígenes entre la gente de mi generación. Cintio era entonces un marginado perfecto, una figura histórica a la que se le trataba con un respeto helado, lleno de desconfianza, y a la cual de cuando en cuando ofendían para marcar la superioridad y la diferencia. Que un joven lo defendiera en público le gustó, sobre todo porque había algunos treintañeros presentes, que pasaban por origenistas y que no dijeron una palabra aquella noche… Para seguir leyendo…
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