Cuando llegamos a París el miércoles 9 de junio de 1993 Severo Sarduy ya había muerto, el día anterior. Pero sólo nos enteramos leyendo Le Mondedel viernes 11, p. 24, la sobria y elegante esquela donde, a diferencia de las demás que aparecían en la misma página, no se nos comunicaba con tristeza, ni con gran tristeza, ni con dolor, la muerte de un ser querido. La esquela decía, escueta: “François Wahl tiene el sentimiento de participar la muerte del escritor cubano Severo Sarduy el 8 de junio de 1993. La inhumación ha tenido lugar en Thiais, en la intimidad”. Para seguir leyendo…
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