Escardó no se consideraba un pintor, ni hay por qué atribuirle ahora una dignidad más allá de lo que intentara entonces. Pero es precisamente eso, el carácter de improvisación o de ejercicio lo que da a estas obras su valor primero: la abstracción era una fascinación compartida en Camagüey como en New York, en La Habana como en París, y un poeta sin un centavo, que pasaba hambre, la usaba para expresarse.Para seguir leyendo…
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