La memoria histórica del video corporiza el espectáculo irreal, porque se muestra en una dimensión digital, con una paleta de colores, hoy vintage, y sin una secuencia temporalmente comprobable; se codifica la pieza como una construcción ficcional. El espectáculo del que hablaba Debord amerita ser revisitado como expresión innegable del video como lenguaje, en tanto podemos afirmar que las estrategias narrativas de los videastas, que construyen en su obra una reflexión sobre su temporalidad, desde la primera persona, son expresiones de la memoria histórica de su sociedad, y de sí mismos como entes sociopolíticos. Para seguir leyendo…
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