En un universo donde el Pulitzer y el Casa de las Américas gozan de pareja importancia, donde el hombre más grande del siglo es un dictador caribeño que lo lee a él, donde el cubano de a pie está encariñado con sus represores, y donde todo un estado mayor se reúne en club de lectura para debatir un libro suyo, claro que Norberto Fuentes puede creerse único disidente o cualquier otro héroe que le pase por la cabeza. ¿Quién va a discutirle el derecho a ser inquilino de su propia imaginación? Para seguir leyendo…
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