Nuestra amistad fue inmediata: nos unían Cuba, el barroco, el francés, el estructuralismo, el exilio, La Habana de los cincuenta compartida y recordada, su discurso en la radio y televisión, el español cubano familiar y hasta vulgar. Duró los 24 años que le quedaron de vida; hasta 1993 cuando murió. Él tenía 56 y yo 50. Nos vimos mucho en París, y llegué a convivir con él y François Wahl en Saint Léonard y Chantilly, donde pasé una vez dos semanas deliciosas con mi mujer y tres hijos. En París hicimos radio, dos entrevistas en video (una en francés que no he logrado localizar), fuimos al teatro, nos reunimos con otros escritores, y conversamos sin tregua. Para seguir leyendo…
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