En Sueños al pairo vemos al castrismo sin careta, al fidelismo como el crimen de lesa humanidad que siempre fue, y a Fidel Castro, como a un dictador enloquecido que reincide, a la vista del mundo y sin el menor asomo de autocrítica, en los mismos atropellos de sus predecesores, un genocida que a finales del siglo XX, y a la altura de sus 54 años de edad, manda a las jaurías a entrarle a cabillazos a los que se le opongan, uno que azuza a la canalla apelotonada delante de una embajada con diez mil personas hacinadas adentro, haciéndose caca y pipi unas encimas de las otras, para que las golpee y apedree. Un Führer que acumuló todo el poder del mundo, y que todavía no le bastó, y quiso doblegar también al soñador de la guitarrita y al pepillo de los pantaloncitos apretados. Ahí lo vemos en toda su vileza, y el documento de José Luis Aparicio y Fernando Fraguela de alguna manera nos responsabiliza también a nosotros por haberlo dejado vivir, por el crimen histórico de haberle permitido expirar en su cama. Todos somos culpables. Para seguir leyendo…
1 comentario
Emiliano Mallenco | 04/05/2020 - 02:05:32
Hay tanto odio y deseos de venganza en este artículo que me lleva a pensar que su autor querría implantar una dictadura en Cuba pero de signo opuesto, aunque tan totalitaria como la que critica.
Hay tanto odio y deseos de venganza en este artículo que me lleva a pensar que su autor querría implantar una dictadura en Cuba pero de signo opuesto, aunque tan totalitaria como la que critica.