Antonio José Ponte: Jorge Fornet, como si todavía fuera 1971

Autores | Memoria | 7 de abril de 2020
©Prensa latina

¿Puede el director del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas escribir y publicar en La Habana un libro honesto sobre el Caso Padilla? Jorge Fornet publicó en 2013 un volumen centrado en el Caso Padilla donde no cita a ningún estudioso cubano residente en el extranjero. Utiliza referencias de Arturo Arango, Desiderio Navarro, Leonardo Padura y Julio César Guanche, todos residentes en Cuba, y ni siquiera menciona a Liliana Martínez Pérez, Idalia Morejón, Rafael Rojas, Lillian Guerra, Iván de la Nuez o Duanel Díaz Infante.

Así trata el oficialismo a opositores y enemigos, silenciando sus nombres para no regalarles existencia. Y así evita el oficialismo discusiones que podrían revelar su indigencia. En El  71. Anatomía de una crisis Fornet perpetúa, tantos años después, la división entre amigos y enemigos reforzada en 1971.

Ese año comenzó en Cuba el racionamiento de los cigarros, subió el precio de las bebidas alcohólicas, se publicaron los datos del primer censo posterior a 1959, se hizo obligatorio portar carné de identidad y dictaron una ley contra la vagancia. Empezaron ese año los triunfos internacionales de las delegaciones deportivas cubanas, la empresa discográfica estatal logró editar sus primeras grabaciones estereofónicas, y alcanzó su apogeo la construcción de Alamar y de las escuelas secundarias en el campo.

Jorge Fornet acopia todos estos acontecimientos para dar contexto al Caso Padilla y al Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura. Hay que agradecerle a su libro la ordenación de señales de una época, aunque luego falte interpretación a fondo de esas señales. Porque El 71… no es tanto obra publicada como borrador. Su autor haría bien en regresar a las hemerotecas, reconciliarse con la idea de que fuera de Cuba existen otros que se ocupan del tema, y haría bien en dejar de proyectar hacia el pasado sus certezas del presente. Tendría, sobre todo, que perder miedos. Tendría que olvidar que dirige el Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas.

Historia y política como profecía

Cualquier asomo al Caso Padilla, por somero que sea, no puede prescindir de la acción de Seguridad del Estado. El índice analítico de El 71…, de más de una veintena de páginas, incluye a Verlaine, Turguéniev y Raymond Carver, pero no a Seguridad del Estado. Contempla al Museo de Artes Decorativas y no a Villa Marista. Dos menciones de esa policía política aparecen en las páginas del volumen. La primera, dentro del recuento de una novela policial. La segunda, en una frase de Heberto Padilla. Por sí mismo, Jorge Fornet no se atrevió a aludirla.

Tanta cautela suya hace que se despreocupe de la suerte de Padilla: da noticias de la detención, elude el encierro en Villa Marista y, cuando volvemos a saber de él, ya está pronunciando la samokritika, para decirlo con el término soviético al que todo aquello remitía. Las semanas de arresto se mencionan únicamente de pasada, por boca del argentino Rodolfo Walsh.

Fornet explica la carta pública contra Pablo Neruda de 1966 ahorrando a los firmantes toda presión policial y política: «No es extraño que los escritores cubanos firmaran veloces y entusiastas aquella carta: mirado desde el campo político, eso los ubicaba en una posición radical que los complacía; desde el literario, los involucraba en un género (el de la polémica y la carta abierta) que gozaba de prestigio, y contra una figura mayor que, como reflejo, les otorgaba un alto estatus a ellos mismos».

En Cuba, a juicio suyo, no existían amenazas de estalinismo cuando Padilla se dedicó a extrapolar experiencias moscovitas. Padilla era un exotista, lo mismo que Julián del Casal. Y así como Casal fue acusado de afrancesado, él terminó acusado de sovietizante. O de estalinizador. Todavía en 2007 Ambrosio Fornet, padre del autor, sostenía que Padilla «aun bajo el sol tropical se sentía asediado por los fantasmas del estalinismo» («El Quinquenio Gris: revisitando el término», en La política cultural del periodo revolucionario: memoria y reflexión, edición de Eduardo Heras León y Desiderio Navarro, Centro Teórico-Cultural Criterio, La Habana, 2007.)

No es detalle superfluo el del sol tropical, útil como fue al denunciar el exotismo de Casal. Jorge Fornet suscribe esta historia de fantasmas y considera el Caso Padilla como una autoprofecía cumplida. O sea, que un poeta fue capaz de imponer sus fantasmas a todo un Estado. Lamentablemente, Fornet hijo y Fornet padre no explican cómo fue que Padilla forzó a Fidel Castro y su administración a dar uno de los giros más contundentes de la política revolucionaria.

Jorge Fornet entiende la política y la historia a través de profecías. Esto escribe del fortalecimiento de relaciones, luego de desencuentros, entre La Habana y Moscú: «Pero la historia tenía prevista la opción del entendimiento y, para cuando ella llegara, los soviéticos dispondrían, por su parte, de una alfombra roja».

Raymond Aron recomendó a los historiadores emprender «el desfatalismo del pasado» e investigar como si los acontecimientos, incluso los pasados, no estuviesen obligados a ocurrir. Habría pues que situarse en las expectativas de una época y en el temor de que esas expectativas no vayan a cumplirse. Contrario a la lección de Aron, Fornet profetiza retroactivamente: La Habana y Moscú no podían menos que tener buenas relaciones porque la historia lo tenía previsto ya.

Una investigación chapucera

El 71… es un libro investigado chapuceramente. Menciona el arresto en La Habana del fotógrafo francés Pierre Golendorf, a quien relacionaron con Padilla, busca la causa del arresto en varias fuentes e ignora el libro de Golendorf Siete años en Cuba (Plaza & Janés, Barcelona, 1977).  

Para rastrear el linaje soviético de la samokritika de Padilla, Fornet utiliza una fuente poco relevante —Contra la censura. Ensayos sobre la pasión por silenciar (Debolsillo, Barcelona, 2008) de J. M. Coetzee—, y afirma haber leído allí que Evgueni Evtushenko, junto a Margarita Aliger, Vasili Axiónov y Andréi Voznesenski, se vio forzado a la autocrítica pública. Coetzee no menciona a Evtushenko en su libro (sí a los otros tres) y, en todo caso, no es pertinente emparejar el caso de este (la reacción oficial ante la publicación de Autobiografía precoz en Francia) al de los otros tres escritores.  

Fornet ni siquiera menciona la amistad de Evtushenko con Heberto Padilla. Nada dice de su estancia habanera en 1961, cuando trabajó en el guion del  largometraje Soy Cuba, asistió a las reuniones de Fidel Castro con intelectuales de la Biblioteca Nacional, alcanzó a escuchar las «Palabras a los intelectuales» y avisó a Padilla: «Esta revolución es como la infancia de la nuestra». Hablaba, por supuesto, de estalinismo. Padilla lo relata en sus memorias, Fornet olvida noticiarlo a sus lectores.

Menciona a Margarita Aliger via Coetzee e ignora su visita a Cuba. Manuel Díaz Martínez, uno de los jurados que premió a Padilla en 1968 y terminó denunciado por él, la recuerda: «En conversación que unos pocos escritores mantuvimos con ella en la UNEAC confesó sin rodeos que estaba asustada por los artículos de Leopoldo Ávila, los que, según nos aseguró, ya se comentaban en Moscú. ‘Con artículos iguales a esos comenzaron las purgas de Stalin’, dijo» (Solo un leve rasguño en la solapa, AMG Editor, Logroño, 2002).

¿Para qué traer a cuento a Evtushenko y Aliger y no explicar la relación personal de ambos con Padilla? Hans Magnus Enzensberger residía por esos años en La Habana, estaba casado con una hija de Margarita Aliger y, tal como reconoce en Tumulto (Malpaso Ediciones, Barcelona, 2015), Padilla era el visitante preferido de su casa. No es difícil que Margarita Aliger coincidiera con él.

Dadas las fechas de publicación, Fornet no habría podido leer Tumulto para su libro, aunque sí las memorias de Díaz Martínez. Resultan muy significativos los comentarios habaneros de Evtushenko y Aliger pues, contrario a lo que sostiene Fornet, ambos poetas no dejaron de detectar la amenaza del estalinismo en La Habana. En el caso de Evtushenko, una década antes del arresto de Padilla. Lo apuntado por Díaz Martínez brinda, además, indicios de un fenómeno poco estudiado: la intelectualidad moscovita atenta a las señales que llegaban de La Habana.

Basándose en Coetzee, Jorge Fornet escribe: «Aquel mismo 1970 apareció en Nueva York Hope against Hope, volumen de poesía de Ósip Mandelstam (…), editado y comentado por su viuda Nadiezhda». A continuación traza conjeturas  sobre el Padilla lector de ese libro y una (reconoce él) improbable Nadiezhda Mandelstam lectora de Padilla, pues ambos coinciden en imágenes de muñones y de lenguas coartadas. Es evidente que no conoce el libro del cual habla, memorias de Nadiezhda Mandesltam y no libro de poemas de su esposo, y no existe en Coetzee nada que induzca a tal confusión. Fornet se muestra capaz de sacar conclusiones de aquello que no sabe y capaz de no saber bien aquello que lee.

Vuelta a la pregunta del inicio: ¿puede el director del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas escribir y publicar en La Habana un libro honesto sobre el Caso Padilla? La defensa del prestigio institucional hace que trate pedestremente a Carlos Fuentes y otros escritores mexicanos, lo obliga a insistir en lo paranoide de Jorge Edwards y consigue que apenas se detenga en Calibán, el ensayo de 1971 de Roberto Fernández Retamar que contestó al Caso Padilla.

El 71… recuenta diversos hechos relevantes anteriores a ese año, despliega un capítulo forzado sobre Ernesto Guevara lector, y no hace mención de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). Cabe aquí la interrogante de cómo analizar la homofobia legalizada en el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura obviando que es continuación de la política que fundara las UMAP. Aunque, por supuesto, eso vendría a abonar la hipotesis de un estalinismo fuera de las profecías de Padilla y pulverizaría la tesis de Fornet.

Cierra el volumen una cronología del año 1971 que no incluye, entre otros muchos hechos, el fusilamiento del narrador Nelson Rodríguez, con quien Pierre Golendorf coincidió en la cárcel y de cuyos últimos días da noticias su libro.

No sabría decir si Jorge Fornet investiga mal por elección o por fatalidad, presionado por el cumplimiento de unas profecías o por las limitaciones de su entendimiento. Cualquiera que sea la hipótesis que se tenga al respecto, su libro permite hacerse una idea del funcionamiento del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas, dirigido por un inepto o por alguien obligado a la ineptitud dados su compromiso con la institución.

Resulta curioso que El 71… no haya sido reseñado por ninguno de los estudiosos del tema a los que su autor ignora. Es como si estos le devolvieran el desfavor. Rafael Rojas lo menciona en un par de notas al pie de La polis literaria. El boom, la Revolución y otras polémicas de la Guerra Fría (Taurus, Madrid, 2018). Y Duanel Díaz Infante cita una frase suya en un ensayo donde critica a Rafael Rojas. Habré pasado por alto alguna referencia más, pero lo cierto es que resultan escasas para los siete años que lleva publicado este libro.


Jorge Fornet, El 71. Anatomía de una crisis (Letras Cubanas, La Habana, 2013).

(*) El autor de esta reseña agradece a Ibrahim Hernández por haberle enviado desde La Habana un ejemplar del libro reseñado. // Publicación fuente ‘DDC’