Mi papá y su generación pudieron sentir cómo era viajar con un psicodélico sin probarlo. Quizás era más fácil en el mundo donde esa música estaba surgiendo, donde la experimentación sin límite de la libertad mental proporcionada por el consumo de sustancias, algunas naturales y algunas químicas, te permiten viajar y entender que la existencia va más allá del relato en el que está incluida. Pero en la Cuba socialista de los sesenta y los setenta escuchar The Doors, Led Zeppelin, Pink Floyd o Emerson, Lake and Palmer, sin saber jamás qué es la marihuana, el hongo o el ácido, era tremenda locura. Para seguir leyendo…
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