Cuentan sus chefs confidentes que el Líder Máximo se desvivía por la leche, el yogurt, el queso, y demás derivados lácteos. Pero, muy en especial, Fidel mataba por el helado, que en cierta época devoraba en cantidades patológicas con cada comida. A la postre, la fábrica Coppelia terminó produciendo casi exclusivamente para satisfacer el creciente consumo de Fidel y sus excelentísimos invitados, mientras que el resto de la producción se destinaba a la exportación en dólares, y, en muy raras ocasiones, para desperdiciarla en la devaluada compra y venta nacional. Para seguir leyendo…
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