Quizás Rafael Ramírez sea el único autor que, en los predios de lo cinematográfico, asuma la experimentación como el centro mismo de su poética. En todas las películas de este realizador –Alona, Diario de la niebla, Las campañas de invierno– la puesta en escena se expone como crisis de la referencialidad y del lenguaje. Como en ningún otro cineasta, en él la asunción de códigos propios de la vanguardia, la complejización de la textualidad y la violentación del plano comunicativo, aspiran a un cuestionamiento directo a lo real. Para seguir leyendo…
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