Humberto López y el equipo que le asiste, como en su momento la entelequia de un Leopoldo Ávila, debe recibir de la policía del pensamiento los expedientes de todos los “peligrosos mercenarios asalariados del enemigo” cuya reputación hay que linchar a toda pantalla; mientras que de los ideólogos del Secretariado debe recibir la pauta editorial, las palabras claves con las cuales se decide construir y controlar la narrativa, la ficción que más convenga. Las palabras estratégicas más usadas han sido “golpe blando”, “show mediático”, “provocación”, para afianzar la narrativa de que toda la beligerancia de un “grupúsculo de artistas y seudoartistas responde a una maniobra injerencista del enemigo para propiciar un cambio de régimen en Cuba”. Para seguir leyendo…
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