¿Cuántas frases hechas vomitivas existen al respecto sobre lo valioso de dialogar, de la fuerza y lo victorioso que es ganar la batalla con las palabras? Nadie te dice qué es lo que sucede después, cuando por ejemplo te vas por el camino del diálogo y te encuentras con un muro, impávido, blanco, adoctrinado y canoso, heterosexual, falogocéntrico y panzón. Y ese muro con el que se intenta dialogar, es poeta y es ministro y de cultura. Imagínate tú. ¿Y qué pasa cuando a este muro poeta, cervecero y ministro, le da por salir de su mansión, de abandonar su buró, y con ganas de participar, sale a dar su rostro de poeta y ministro, y cuando alguno espera que ya que es poeta y ministro pueda finalmente comenzar el diálogo, pues el funcionario de cultura opta por este gesto pobre, insulso, cargado de esa ira ya podrida, el popular Manotazo? Este manotazo, que funcionó como detonador para la represión que sucedió segundos después. Para seguir leyendo…
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