Yo fui sin remedio una niña gusana, nacida en el seno de una familia humilde de gusanos. Entendía que solo dentro de los muros de mi casa mi familia y yo podíamos reconocernos como gusanos. Que solo desde la cocina de mi casa podía salir el grito enfurecido de mi mamá: «¡La resingá de tu madre, Fidel!», cuando, como consecuencia de las medidas de ahorro eléctrico, por tercera vez en el año se descomponía el refrigerador y había entonces que guardar los frijoles en casa del vecino de arriba, la poca carne congelada, que chorreaba sangre, en casa del vecino de los bajos, y el agua fría en casa de la vecina del frente. Para seguir leyendo…
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