Paula Corroto: Pablo Milanés, de revolucionario a crítico del régimen dictatorial
Se apagó la voz que cantaba a la eterna Yolanda. El cantautor cubano Pablo Milanés (Bayamo, 1943) ha fallecido hoy, según ha informado su oficina artística. Trasplantado de riñón y con una veintena de operaciones a sus espaldas, había pasado los últimos días hospitalizado en Madrid por una infección intestinal que se agravó y que le había obligado también a cancelar los conciertos previstos en Pamplona y Santo Domingo dentro de su última gira. Se va así una de los nombres que quedará para siempre adherido a la canción protesta de los setenta, al influjo romántico de las revoluciones de izquierdas en América Latina de aquellos años y a letras ya convertidas en himnos como El breve espacio en que no estás o Yo no te pido.
Milanés estaba en España porque nunca dejó de estar en este país. Desde los ochenta cruzaba el Atlántico con asiduidad desde Cuba. Pero más aún los últimos años, ya que vivía en Vigo tras casarse con Nancy Pérez, una historiadora gallega que le dio dos hijos -tuvo nueve en total- e incluso le donó su riñón. Y la muerte le llegó casi en el escenario, donde prácticamente le tenía que llegar ya que desde hacía sesenta años no se había bajado de él.
El cantautor había nacido en Bayamo y pronto se marchó a La Habana para estudiar en el Conservatorio de Música. Con voz de tenor, entre sus primeras influencias estuvo el jazz -en Cuba se miraba de frente a EEUU-, lo que se conocía como ‘feeling’, una especie de balada sentimental e íntima, además de la poesía. Con estos mimbres, junto a Silvio Rodríguez y Noel Nicola dieron forma a lo que se conoció como la Nueva Trova Cubana. Con Silvio vivió una de esas amistades casi eternas -con múltiples colaboraciones musicales y políticas- que después se convertiría en una triste enemistad. De hecho, en los últimos tiempos, Milanés se había negado a hablar de este tema.
Precisamente en este coqueteo político con Silvio estuvo siempre la revolución de los Castro (y de ahí los posteriores roces y el distanciamiento final). Milanés siempre se definió como un revolucionario, como un hombre de ideas de izquierda. Sin embargo, también fue muy crítico con el régimen dictatorial, más aún en los años recientes, por lo que llegó a ser tildado de “gusano” por autoridades cubanas.
Hay un hecho del que nunca habló mucho, pero del que sí se explayó en las últimas entrevistas: su reclusión en un campo de trabajos forzosos – Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP)- en 1966. Allí iban los homosexuales y los que se consideraba poco revolucionarios. Milanés acabó escapándose del campo, huyendo a La Habana y siendo encarcelado por este motivo. Pero aquello dejó una huella dolorosa. “Allí estuvimos, entre 1965 y finales de 1967, más de 40.000 personas en campos de concentración aislados en la provincia de Camagüey, con trabajos forzados desde las cinco de la madrugada hasta el anochecer sin ninguna justificación ni explicaciones, y mucho menos el perdón que estoy esperando que pida el Gobierno cubano”, decía en una entrevista en ‘El País’ en 2015. El perdón nunca llegaría.
Al mismo tiempo, siempre había tenido cierta fe en que el país transicionara hacia una democracia liberal. Así lo comentaba en 2008 y también en ese periódico, con un Fidel ya enfermo. “Yo creo que es un momento de mucha expectativa porque ya se anuncian reformas y el Estado reconoce públicamente los errores. Es hora de que se den los cambios que el pueblo cubano reclama desde hace muchos años». Tampoco ocurriría y el cantautor acabó dándolo por imposible. En 2019 decía en el diario argentino ‘Clarín’ que se había hartado de hablar de política. “Hace años que no hablo de política ni con mis amigos. Y es mejor, me hacía mal a la salud. Me interesa conversar de arte, de fútbol, de comidas. Me siento más tranquilo, incluso más divertido. La política está demasiado sucia”. El único líder de izquierdas con el que se había sentido cercano recientemente era con Pepe Mújica, el presidente de Uruguay.
La canción protesta
No obstante, retrotraigámonos unas décadas, porque sin Pablo Milanés no se puede entender aquello que se llamó canción protesta, un sintagma que agrupa a Raimon, Paco Ibáñez, Silvio Rodríguez, Víctor Jara, Violeta Parra, Mercedes Sosa, Daniel Viglietti, Chico Buarque, Simone, Vinícius de Moraes o Milton Nascimento, entre otros. Eran músicos jóvenes que alababan la causa revolucionaria cubana, el gobierno del socialista Salvador Allende en Chile y que criticaban ferozmente el franquismo en España. “Las ideas de un revolucionario no se desvían por los errores que cometen los dirigentes”, afirmó Milanés tiempo después al preguntarle por su fervor revolucionario pese a las críticas a Fidel Castro.
Y este fervor está en 1967 cuando empieza a crear letras menos sentimentales y más llenas de contenido político con una mezcla de ritmos como el son cubano y el tropicalismo. Porque más allá de la ideología política, Milanés también fue siempre un investigador musical al que le gustaba adentrarse en diferentes sonidos.
En los setenta y principios de los ochenta alcanzó un punto álgido en su producción de canciones. Alguna de ellas han seguido resonando durante décadas -y han sido cantadas incluso por los que nacieron esos años- como la militante La vida no vale nada, la canción más triste y bonita sobre el desamor que es Para vivir, o ese canto rebelde tras el asesinato de Allende que es Yo pisaré las calles nuevamente, todas en el disco La vida no vale nada, de 1976. En 1982 publicó Yo me quedo en el que se puede encontrar esa eterna Yolanda, dedicada a su entonces esposa, Yolanda Bennett, y la bailonga Te quiero porque te quiero. De 1984 es la hermosa (y también resignada) El breve espacio en que no estás con ese verso que dice “la prefiero compartida antes que saciar mi vida/ no es perfecta, mas se acerca/ a lo que yo simplemente soñé”. Está incluida en el disco Comienzo y final de una verde mañana.
En 1985 era ya uno de los cantautores en español más reconocidos tanto en España -abierta a la democracia y con el primer Gobierno socialista- como en América Latina. De ahí que, al cumplir 40 años, sus amigos le hicieran el primer disco homenaje Querido Pablo con algunas de sus canciones más conocidas como De qué callada manera o Yo no te pido. Entre estos amigos: Ana Belén, Miguel Ríos, Joan Manuel Serrat, Chico Buarque, Mercedes Sosa, Víctor Manuel, Silvio Rodríguez y las hermanas Uranga, de Mocedades.
Además de sus propios discos y canciones, Milanés también colaboró en múltiples discos junto a otros intérpretes como Soledad Bravo, Fito Páez, Joaquín Sabina, Sara González, Elena Burka o sus hijas Haydee y Linn Milanés. Suylén, la otra hija que tuvo con su primera esposa, Yolanda, falleció el pasado enero de un accidente cardiovascular.
Milanés murió en España, pero nunca dejó atrás Cuba ni a los cubanos, si bien sí lo hizo con sus dirigentes. De 1982 es la canción Amo esta isla y siempre encontró un hueco para tocar en el auditorio Carlos Marx de La Habana donde en el último concierto llegó a congregar a 5.000 personas. “Lo que pasa en Cuba con mi música es extraordinario, porque el público aumenta cada año. Uno va y anuncia un recital, y las entradas se venden en tres horas, en un teatro enorme. Es un logro que he conseguido a lo largo de estos años gracias al amor del público cubano. Mis mejores recitales, los más abiertos y espontáneos, ocurren ante el público de mi isla”, afirmó en una entrevista reciente.
En las últimas horas se ha ido el eterno Pablo. De qué callada manera.
Fuente originaria: El Confidencial
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