Diana Velásquez: Interviú a Glenda León

Artes visuales | 12 de enero de 2023
©Música de las Esferas, 2013. Cortesía del Estudio Glenda León.

Glenda León (La Habana, 1976), es una artista multidisciplinar afincada en Madrid con una carrera brillante.

Ha sabido entender la capacidad de los objetos para comunicar, resignificándolos a la manera de un ready-made. La metáfora que emana de su obra es poderosa así como la firmeza de sus reflexiones, las cuales ahondan no sólo en pequeños detalles cotidianos que tienen la fuerza de  repercutir o cambiar el destino, sino también en aquellas de orden ecológico, religioso o ético, y que invitan a mirar la sociedad contemporánea con más detenimiento.

Asimismo, León es una de las primeras artistas cubanas en interesarse por el sonido, temática que atraviesa de ricas y variadas maneras su producción artística, deconstruyendo, recreando o descontextualizando instrumentos musicales, partituras, etc., colaborando con músicos que intervienen sus obras o tratando el silencio de una forma sutil y evocadora.

Instalaciones, vídeos, objetos, dibujos, acciones, hacen parte de su universo y que la han llevado a exponer en las Bienales de Venecia, de la Habana y de Dakar, y tener obra en colecciones de museos tan relevantes como el Georges Pompidou de Paris o el Museo de Arte Contemporáneo de Montreal. Ha sido un verdadero placer conversar con ella y adentrarme en su mundo.

©Retrato de Glenda León. Fotografía de Leandro Feal. Cortesía del Estudio Glenda León.

Diana Velásquez – ¿Cómo fueron tus estudios artísticos?

Glenda León – Mi pasión era bailar, era la danza y allí empieza la influencia del sonido. La influencia de la música afrocubana en Cuba es muy potente, ahí bailar es como caminar. Había un vínculo muy directo entre la música y cómo yo quería expresarme. Estudié ballet, pero no fue un entrenamiento lineal, en una de esas interrupciones, tenía que entrar a la secundaria básica pero en Cuba en la secundaria había que ir al campo 45 días al año. Mi madre no quería que yo fuera, ella investigó y había tres escapatorias o entraba a la escuela militar o a la de deportes o a la de artes plásticas. Mi padre que es artista plástico me entrenó para las pruebas y así entré a la escuela de pintura “escapando del campo”, pero en realidad lo que yo quería era hacer ballet pero ya era demasiado tarde para entrar en la escuela oficial. Me vino muy bien no obstante esta escuela elemental de artes plásticas para romper toda convención que se estuviese forjando en mí, pues entré con 12 años a una escuela donde los profesores tenían el pelo largo, argollas, y hacían las clases muchas veces en cualquier otro lugar menos en las aulas: en la calle, en el parque, en un teatro. Uno de mis profesores fue Waldo Saavedra, recuerdo que en la sala de clases tenía sus botas clavadas en la pared, y unas huellas como si hubiese caminado por ella. Todo esto me abrió la mente completamente y creo que fue importante para definir la forma en que miraría al mundo después, además de que me enseñaron lo básico en la pintura. Al final me fui al ballet nuevamente, y  luego pasé a hacer Historia del Arte en la Universidad de La Habana. Cuando estoy haciendo mi investigación para la tesis, me  intereso por Galería DUPP un grupo de estudiantes del ISA (Instituto Superior de Arte) dirigidos por René Francisco que estaban haciendo unos performances en la calle, eran el suceso del momento. Y cuando empezamos a hablar les cuento ideas que yo tenía para hacer con el performance, el ballet, la danza, y empiezo con ellos a hacerlos. Me integré al grupo, solamente estuve un año, era duro porque era la única mujer y ellos eran 17 chicos pero aprendí mucho.

©Música de las Esferas, 2013. Cortesía del Estudio Glenda León.

Diana Velásquez – Y a día de hoy, ¿piensas que el arte sigue siendo un terreno masculino?

Glenda León – Sí, el mundo del arte sigue siendo un terreno muy masculino. Se ha avanzado algo en la igualdad de derechos, pero todavía falta mucho por recorrer. Solo mira los precios en subastas, en el mercado del arte aún domina el hombre, sus precios son notablemente mayores. En la próxima Bienal de Cuenca sin embargo, Blanca de la Torre ha optado por tener en la nómina de artistas invitadas a mujeres como mayoría, esto me ha parecido un ejemplo grandioso a seguir, toda una lección para quienes están hoy en el poder en el mundo del arte.

Diana Velásquez – Es interesante como en tu obra vas con una lupa a tratar de desentrañar pequeños detalles poderosos que hacen de la vida un pasaje singular.

Glenda León – Desde el principio, estaba obsesionada con la importancia que hay detrás de las mínimas acciones en la vida, aquellas a las que no le prestamos atención y pasan desapercibidas. Es algo relacionado con la filosofía, y pienso que también las obras son como preguntas filosóficas. Lo que me pasaba cuando hice Cada paso es una forma de tiempo (2000), era que yo decía: “¡wow, qué increíble: cada paso que uno da cuán determinante puede ser!” Tu puedes ir apurada, a un ritmo determinado por la calle y te encuentras a alguien que puede cambiar tu vida, pero si vas más despacio o doblas a la izquierda, no te lo encuentras, o te agachas y miras una cosa… Hay películas que con el montaje resuelven eso súper bien.

A mí me fascinaba esa multiplicidad de probabilidades que tenemos constantemente en nuestra vida. Traté de hacerlo evidente con esta pieza donde amplifiqué el sonido de cada paso de las personas que transitaban por una escalera, lo cual me permitía deconstruir el acto de caminar. Es el hecho metafórico de amplificar cada paso, de ponerlo como en una lupa.

Es lo mismo que hice con el parpadeo, Intermitencia (2000), cada vez que el ojo se cierra toda la pantalla se va a negro; es como hacer evidente el parpadeo. Por aquel entonces hice una investigación, una cuenta de cuántos segundos perdíamos con cada parpadeo y al final era que en un año se perdía un día, 24 horas de visión.

Mi tesis de historia del arte la condición performática, trataba del performance expandido a las instalaciones y el comportamiento del público delante de una pieza que se lo requería. La esencia del performance se trasmitía a estas dos cosas. No solamente a la acción típica del performance sino también a instalaciones que tenían como una vida propia. Para mí eso era como un performance del objeto. O una obra que requiere una actuación, como por ejemplo esta que son cuerdas de guitarra, y tu las puedes tocar, ya el tocar no es lo mismo que tocar un instrumento, ya es una actuación, tiene otras características. A raíz de esa investigación me fui al parpadeo: ¿por qué las cosas en movimiento nos llaman tanto la atención? Por el parpadeo, porque interrumpe los desplazamientos de ese objeto y nos mantiene curiosos.

©Cada flor es una forma del tiempo. 2000. 600 flores naturales y una artificial plantadas en la arena. Playa Guardalavaca, Holguín. Cortesía del Estudio Glenda León.

Diana Velásquez – Hay una reflexión sobre lo natural y lo artificial también que me interesa mucho, como en Cada flor es una forma de tiempo (2000) o en Esperanza, fuera de tiempo (2004).

Glenda León – Sí, esta pieza del año 2000 eran unas 600 flores naturales y una artificial sembradas en la arena. Hablaba del paso del tiempo, de lo que es eterno, y lo que es efímero, del acto de la copia, de la inclusión de lo artificial en nuestras vidas. En aquella época el arte en Cuba era muy masculino, y todavía pienso que lo sigue siendo, entonces el uso de elementos así, muy femeninos no era considerado arte serio. También lo artificial era visto como totalmente kitsch y tampoco era arte válido.

Le hace falta más delicadeza al mundo. Está muy masculinizado, la forma en que todo se resuelve en el mundo es muy masculina y ya va siendo hora de que no lo sea. Esta instalación y otras donde utilizaba la flor o los lazos de ropa interior femenina eran como actos de empoderamiento de la mujer aunque yo en ese momento no era muy consciente de ello.

Diana Velásquez – En algunas obras abordas la relación con la tierra, la desconexión que hay con ella.

Glenda León – Sí, una de las primeras fue Libido, una video instalación con dos televisores que se daban las espaldas, en uno se veía un colibrí libando de un seno, y en otro se veía un extractor de petróleo al atardecer. Desde esa época, 2001, estaba hablando de la sobreexplotación de recursos de la naturaleza, cómo ver la tierra como un ente vivo, como una madre, como una mujer. Por eso ponía un zunzún libando un seno, algo que además puede ser muy doloroso, pero al mismo tiempo tiene ese halo bello.

Me gusta yuxtaponer cosas que parecen contradictorias, que no tienen una conclusión cerrada, sino más bien son como preguntas, por ejemplo, ¿hasta cuándo va a durar esta explotación y usurpación de recursos de la tierra por parte del hombre? ¿Ese mecanismo no va a parar nunca? Unos 20 años después de este video ya hemos visto que si no se para ese mecanismo de extracción, llegará un momento en que no habrá nada más que extraer.

Asimismo para mí es importante el silencio, la escucha, es clave en nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos. Tenemos mucho que aprender de las comunidades indígenas de Latinoamérica, esa gente tenía una sabiduría que se ha ido perdiendo u olvidando, que se basa entre otras cosas en saber escuchar.

Por ejemplo escucharte tu cuerpo, cuando este te da una señal si tu sabes escuchar bien, tú te curas porque escuchas la señal a tiempo. También se escuchaba, se dialogaba con la naturaleza, ella nos habla, lo que pasa es que hemos perdido esa sincronía, y antes que eso, hemos perdido el silencio.

©Música Concreta. 2015. Piano. Cortesía del Estudio Glenda León.

Diana Velásquez – De hecho, en tu obra hay una influencia palpable de la música y hay varias obras en las que aludes al sonido (las diferentes MetamorfosisMúsica Concreta, música de las Esferas, Mundo interpretado, escuchando el silencio etc.).

Glenda León – El sonido desde el principio estaba presente también. En los inicios del 2000 no era común en Cuba interesarse por el sonido como eje de una obra, no hablo de música sino de sonido.

En las nuevas esculturas acústicas que he realizado, lo que hice fue dibujar con cuerdas de guitarra, de clavicémbalo y de violín, de manera que formo una lluvia, las estrellas o un sol. Se titulan Escuchando la Lluvia (2012), Escuchando las Estrellas III (2020), Escuchando la Luz (2020), y la que está compuesta por 5 tambores en forma de las fases lunares se llama Escuchando la Luna (2020). Es nuevamente una instancia a escuchar la naturaleza, una propuesta para acercarnos a ella.

También están las cajitas de música, –Mundo Interpretado– (2007), que están ligadas a la religión y pueden ser una crítica a las masacres hechas en nombre de un dios, de una religión, a lo largo de la historia de la humanidad. Y al final qué tiene que ver eso con la espiritualidad, qué tienen que ver los asesinatos con la espiritualidad, la quema de libros, la quema de mujeres, de gente, pienso que es muy irónico que en nombre de un dios mates a otra persona, tristemente esto es un problema actual. Esa obra trataba de disolver esas diferencias a través del sonido, para quedarse con lo abstracto, con lo espiritual que es lo que nos va a salvar.

©El Aire y los Sueños. 2015-2019. Cortesía del Estudio Glenda León.

Diana Velásquez – Podrías hablarme de las 3 obras El aire y los sueños/La otra orilla y El libro del ascenso y el descenso (2019).

Glenda León – Estas tres obras fueron hechas para la exposición comisariada por Iván de la Nuez en Azkuna Zentroa, Nunca real siempre verdadero. Y son libros cuyas hojas dibujan formas en dependencia del contenido o título del libro al que pertenecen. Así, en El aire y los sueños, de Gastón Bachelard, las hojas del libro tomaron forma de pájaros, y salen como del libro que a su vez tiene un lomo de casi 2 metros de largo, como para contener estas nuevas hojas.

En La otra orilla, de Julio Cortázar las hojas tomaron forma de olas, y también el lomo sirve de fondo, de cielo si se quiere.

Y en El libro del Ascenso y descenso del conocimiento, de Ramón Llull las hojas son convertidas en peldaños de una escalera. Son formas de ilustrar lo que un libro contiene, a dónde nos puede llevar; lo que un libro es capaz de hacer, más allá de su ocupación física como objeto.

Diana Velásquez – Los títulos son muy importantes en tu obra, hay un juego con el lenguaje muy interesante.

Glenda León – Eso está desde el principio. Mi abuela me enseñó a leer a los 3 años. Mi relación con la literatura es bastante temprana e intensa. No quiere decir que con 3 años ya leía a Dostoyevski pero con 13 sí, y con 15 ya leía a Nietzsche (gracias a Vitico, un roquero del barrio habanero de Regla). Me fascina el libro como portador de mundos infinitos.

El arte me permite encontrar un término medio entre la imagen y el lenguaje, es lo que posiblemente se inscriba dentro de la tradición de la poesía visual o en uno que llamaría “filosofía visual”. Es como encontrar un intersticio entre las dos cosas y crear una nueva.

Diana Velásquez – Algunas obras tienen un tratamiento en el que prima lo poético, la metáfora y por otro lado, hay un acercamiento lúdico pero que no diluye el trasfondo político.

Glenda León – Todo arte es político porque estás instaurando una visión del mundo, y esa visión te va a llevar a una posición. Tengo obras como el video Inversión (2016) donde se ve como esnifo la tinta raspada de un billete de 100 dólares, o Canalización (2014), otro video en el que intento sacar a relucir lo que tienen en común la política, el deporte y la religión. En Estados Transitivos: Mundo Político (2016), reciclo todas las banderas del mundo para crear un hilo y una tela con ellas. La instalación sonora que mencionaba anteriormente, Mundo Interpretado (2009) y otras más, son statements políticos pero sin abandonar la poesía.

©Escuchando la Luna. 2020. Cortesía del Estudio Glenda León.

Diana Velásquez – Has realizado colaboraciones con otros otros profesionales, ¿cómo ha sido?

Glenda León – Desde la instalación Deshielo (2000), llamé a mi amigo DJ Joyván Guevara quien puso la música mientras esos pequeños cubos de hielo se derretían en las mesas del bar y dejaban ver una flor dentro.

Recientemente colaboré con el coreógrafo Juliano Nunez y con la compañía de Carlos Acosta en Cuba realizando la escenografía. En la Bienal de La Habana del 2015 el gran pianista Aldo López Gavilán interpretó mis partituras visuales, y hace solo unos meses, Juanjo Guillén, solista percutor de la Orquesta Nacional de España, interpretó de manera mágica estas últimas esculturas sonoras.

Diana Velásquez – También has generado distintos proyectos con marcas.

Glenda León – Solo uno, con Nestlé. Fue muy interesante pues me dieron un tema y ciertas pautas para desarrollar una obra. Esto me ayudó a encauzar la imaginación y me abrió nuevos horizontes.

Diana Velásquez – ¿Cómo has llegado al lugar a donde estás? ¿Ha sido un camino difícil?

Glenda León – Por una parte simplemente he hecho mi trabajo y este ha atraído a las personas adecuadas, pero por otra ha sido algo incómodo en ocasiones, pues ahora tomo conciencia de cosas con las que he tenido que lidiar simplemente por ser mujer. Algún día se tendrá que hacer un estudio profundo de la relación entre potencia-impotencia masculina y su relación con las mujeres, pues muchos de los ataques de hombres a mujeres, ya sean verbales, sexuales, etc tienen su origen en su desempeño viril.

©Escuchando las Estrellas III. Cortesía del Estudio Glenda León.

Diana Velásquez – Y ¿cómo ha sido tu relación con España, país en el que resides desde hace más de una década?

Glenda León – En Alemania era todo tan planificado, no fluyó. Aquí cuando venía a Arco, al ver cómo la gente se trataba una a otra, era como estar en Cuba, como regresar a mis raíces. La sensación que tuve se me quedó grabada. Incitada por Pablo Barrios, el entonces cónsul de la embajada de España en Cuba, apliqué a la beca Maec y vine.

Ya había expuesto con la galería Senda en una exposición colectiva comisariada por Magda Ileana González Mora hacía años. Y entonces cuando fui con mi entonces galería de París, Dominique Fiat, a la feria Loop, ellos ven mis vídeos y a Carlos le gustaron mucho y me propone trabajar con él, representarme. Para mí eso fue increíble porque realmente es muy buen galerista, ha trabajado seriamente conmigo. Esa fue una gran señal, todo empezó a fluir, y después Juana de Aizpuru me propone trabajar con ella, a partir de la instalación del Matadero. Qué puedo decirte de lo que representa para mí estar con dos de las grandes galerías de este país, las señales eran muy fuertes.

Por si fuera poco, cuando estaba como estudiante aún, alguien a quien considero mi mentor, Gerardo Mosquera, me presenta a la entonces Reina de España, Sofía, y ésta al saber que mi beca era de dos años, me dice, “¿solo dos años? ¡quédate más!“.

Por otra parte, considero que he tenido en Madrid dos momentos importantes donde pude constatar que había un público al que gustó mi trabajo, una fue la ya mencionada exposición personal Cada Respiro en el Matadero comisariada por Christian Domínguez y la otra el performance Cada palabra es una forma del tiempo, producida por Kreemart en el Museo Lázaro Galdeano.

Diana Velásquez – De todos los sitios a los que te han llevado tus obras, las personas que has conocido así como las instituciones, ¿qué experiencias te han marcado?

Glenda León – Creo que todas las ciudades por las que he estado y todas las personas que he conocido me han marcado de una u otra manera. Tengo recuerdos muy específicos de todas. Pero Montreal por ejemplo es una ciudad donde hice muy buenos amigos, donde encontré personas muy en sintonía conmigo, sentí muy buena energía allí, tanto que casi me quedo a vivir.

Puedo mencionar muchas cosas y a muchas personas, pero por ejemplo me conmueve cuando curadoras como Stephanie Kreuzer o Teresa de Arruda, en medio del montaje de grandes exposiciones te invitan a su casa a comer comida hecha por ellas mismas, o te llevan una tarta al museo o te van a buscar al aeropuerto. Son gestos que sorprenden.

Igualmente el día que conocí a Alexia Tala, comisaria chilena, me hizo una visita de estudio acá en Madrid, y al ver que le gustaba lo que mostraba y que quedaba más por ver, canceló todas sus citas posteriores para terminar de verlo todo: esto habla de la seriedad con la que se toma su trabajo. Algo parecido hizo el coleccionista César Jiménez (Fundación Casa de Indias) cuando le mostraba mi trabajo, le dedicó todo el tiempo y la atención necesarios (dos días!).

El artista japonés Shimabuku me hizo una visita de estudio cuando estaba en la residencia de Banff en Canadá en el 2002 y me dijo unas palabras muy lindas que nunca olvidaré: “el artista es como un cantante, su arte es una música que a veces nadie escucha. Keep singing!”. En general me siento muy afortunada y agradecida pues me he encontrado a personas muy generosas por todo el mundo a lo largo de estos 20 años.

Diana Velásquez – ¿Cuáles son tus proyectos venideros?

Glenda León – Lo primero viajar a Vigo para instalar mi exposición personal Música de las Esferas, comisariada por José Jiménez; es itinerante, y se acaba de desmontar en el MEIAC de Badajoz.

Estoy elaborando los proyectos para la Bienal de Cuenca y para otra bienal que se anunciará más adelante.

En unos días abrirá en París una exposición colectiva donde se produjo una pieza mía, Música Concreta (vertical) en el espacio Topographie de l’art.

Actualmente estoy participando en la Trienal de Guangzhou invitada por Gerardo Mosquera, y en exposiciones en los museos Pamm de Miami y Schneider Museum en Ashland.

Publicación original en PAC, 2021.