Andrea Fajkusová: Interviú a Jana Boková / La Habana fue para mí como Praga en los trópicos
En el mundo una cineasta reconocida, en su país natal casi desconocida. Tras la ocupación de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia en 1968, Jana Boková optó por el exilio. Después de estancias en Francia, EE.UU. y Gran Bretaña, se instaló en Argentina. Con Jana Boková conversamos en el Festival Internacional de Cine Documental de Jihlava, que presenció la proyección de su quizá más famosa película: Havana. «El primer recuerdo que me llevé de La Habana fue muy doloroso», confesó la directora de cine. A la capital de Cuba llegó en una fecha dramática: el 13 de julio de 1989, el día en que fue ejecutado el general Ochoa.
«Esta película es muy, muy especial para mí. Ya es un poco vieja, aunque no debería decirlo porque no envejeció, la he visto recientemente y verdaderamente parece que se filmó ayer. Una de mis pasiones son los retratos de ciudades. Yo hice Londres, Los Ángeles a través de Sunset Boulevard, Barcelona, y La Habana me vino así a la cabeza porque siempre me ha seducido, me ha parecido como un pedazo de Europa en los trópicos, porque tiene una cultura y una vida completamente distinta a la de otros países, a la de las islas del Caribe, de América Latina. Inventé este proyecto y a la BBC le gustó.
Fue la película más difícil de hacer para mí. Fue una aventura casi de James Bond, porque yo pensé que había perdido la película, perdí mi prestigio porque filmar en Cuba en esa época era casi imposible. Hasta el último momento yo no sabía si tenía la película, por lo menos técnicamente, porque no pude revelar el negativo allí, los laboratorios no funcionaban, y no se puede mandar el negativo desde Cuba. Entonces yo viajé de Cuba con 25 horas de negativo sin saber si tenía imagen, porque filmé cosas no oficiales, no busqué pleitos directamente pero fue inevitable que surgieran. Busqué la vida tal cual, la vida banal de La Habana que no está representada por Castro, la vida de la gente al azar. Eso era peligrosísimo, de verdad. La película, como todas mis cintas, tiene un estilo, parece como si fuera un cuadro pintado, pero yo la hice corriendo, con miedo, porque detrás estaba la Seguridad del Estado y el negativo lo confiscó prácticamente durante todo el tiempo el ICAIC (Instituto de Cine Cubano), no querían dármelo. Era verdaderamente la película más difícil de todas, pero personalmente, cuando entré en Cuba, sentí como si fuese Praga en los trópicos».
¿Significa que Ud. no tuvo un permiso oficial para filmar en Cuba?
Era muy kafkiano, de verdad. La BBC hasta ese momento hacía solamente películas de propaganda de Castro. Entonces, como yo vine de parte de la BBC -yo soy una directora independiente, pero trabajo mucho para la BBC- vine con la bandera de la BBC y me abrieron las puertas. Y también, por lo menos en esa época, no se podía filmar sin la colaboración del ICAIC, que está en contacto directo con la Seguridad del Estado, le informan, vigilan, y normalmente cuando llegas tienes que dejarles una lista de lo que quieres filmar, con quién quieres hablar, qué quieres preguntar, ellos censuran.
Yo llegué en julio y me dijeron: Pero son vacaciones, las autoridades están vacacionando, va a ser difícil filmar. Yo dije: Bueno, vamos, así por lo menos me escapo de ese control imposible que ellos imponen sobre la gente. Tuve un permiso, pero ellos insistieron en que les diera esa lista y yo les contesté que no trabajo así, que busco, improviso. Como era de la BBC, confiaban. Pero el coproductor del ICAIC me acompañaba siempre. Yo hice una preparación, dos meses anduve por La Habana mirando edificios, entrábamos allí y allá, tocando la puerta de la gente, algunos directamente no abrían porque no querían hablar. Yo no hablaba con ellos de política, pero naturalmente todo lo que dicen tiene un valor político, porque hablan entre líneas, es algo que yo conocía muy bien porque había crecido así.
Toda esa preparación la perdí porque el primer día de la filmación llegamos al primer lugar, que era la casa de un bailarín de Alicia Alonso en el centro de La Habana, y la encontramos cerrada a candado, los vecinos no sabían nada, nos dijeron éste era un delicuente, se lo llevó la policía. Llegamos a otro lugar, tampoco, no… Entonces me di cuenta de que el tipo del ICAIC que nos acompañaba había hablado con alguien y la gente, como en la vieja época en Praga, se asustaba y se escondía. Perdí toda la preparación y me pregunté ¿qué hacer? ¿Anular toda la película o seguir? Nunca he abandonado un proyecto, y seguí.
Pero era verdaderamente una improvisación, buscaba a personajes, no decía a nadie la dirección, iba sola, manejaba yo, pero tenía miedo de que un día me fuesen a parar. En ese mismo tiempo estuvo en Cuba un fotógrafo holandés y no hizo nada más que yo, fotos de gente ordinaria en situaciones banales, cotidianas, y lo detuvieron, lo interrogaron tres días y lo mandaron de vuelta. Entonces, yo tenía esto detrás. Mi asistente siempre me decía: Jana, ¿ves a esos gordos? Siempre había dos señores bastante musculosos y gordos con revólver, veinte, cincuenta metros detrás de nosotros. Nunca me hablaron, pero era como una amenaza. Nunca tuve tanto miedo como cuando filmé esta película.
¿Qué impresión le dieron los propios cubanos? ¿La gente ordinaria en la calle?
Yo quiero mucho a los cubanos. Es difícil generalizar, pero todos son muy seductores, muy elegantes. No tienen nada, se visten con un T-shirt y tienen una elegancia innata, tienen algo de poesía. Filmar en Cuba un diálogo es un placer porque la gente se pone como actores sin sobreactuar, sobre todo los chicos, es increíble, inventan cosas… Me gustaron mucho, mucho los cubanos.
Tengo unos amigos cubanos. Mi gran amigo fue, lamentablemente se ha muerto hace algunos meses, Guillermo Cabrera Infante. Fue también el primer público de la película. Él me dio algunos contactos. Yo cuando volví compaginé la película, que al final quedó en una hora y cuarenta minutos, y después de terminarla me dije que tenía que mostrársela a Guillermo y a su mujer. Los invité a la BBC. Fue el estreno de la película. Antes de mostrársela al productor, a cualquiera, la vieron ellos. Se quedaron… Me adoptaron diciéndome vos sos nuestra hija que nunca tuvimos. Tres días más tarde les llamé para preguntar cómo andaban y ellos me dijeron: vos sos responsable de que no dormimos desde hace tres días, porque estamos muy conmovidos por lo que hemos visto. Estaban enamorados de La Habana. La Habana que ellos conocieron no tiene nada que ver con La Habana de hoy. Era muy emocionante.
Ud. entrevistó para esta película también al escritor cubano Reinaldo Arenas. ¿Cómo se encontró con él?
Esta película es muy ambiciosa. Lamentablemente no he podido usar un juego dramático, porque quería salirme del documental. Entonces, buscaba en textos literarios, cierta representación de la cubanidad… Quería hacer algo muy complejo. En la película pueden escuchar fragmentos de obras de varios escritores, Guillermo Cabrera Infante, Carpentier, son como pedazos de ellos que dan otro contenido al filme.
Reinaldo, obviamente, fue lo más interesante. Aunque él vivía en esa época en Nueva York, vino a Miami especialmente para este evento, porque la segunda parte de la película muestra Little Havana en Miami, hay personajes que se fueron de Cuba. Era mágico, de verdad, filmarlo. Lamentablemente el director Julian Schnabel vio Havana, descubrió a Reinaldo y rodó Antes que anochezca. Yo misma quería hacer esa película, porque hago también ficciones, tenía una sinopsis para Antes que anochezca, trataba de ubicarla, pero estaba muy ocupada filmando mi segunda ficción en Buenos Aires –Diario para un cuento– y no pude ocuparme de cobrar derechos de autor. Entonces, lo hizo Schnabel justamente gracias a Havana. Alguien le dijo que tenía que comprarse esta película. Se la compró en una videoteca de Nueva York, era una copia pirateada por los cubanos. Cuando yo me enteré de eso, se lo comenté al productor de la BBC diciéndole: Antoni, tenemos que ir a juicio, los cubanos piratearon Havana, lo venden a cincuenta dólares en una videoteca de Nueva York, pero él me dijo: No, no vamos al juicio, es un honor a tu arte. ¡Divino tipo! Julián reconoce que así descubrió a Reinaldo. Me copió ocho minutos de Havana. Yo lo quería matar. No quería que usara cierto material que fue como un descubrimiento mío, en mi archivo tengo materiales en color de la llegada de los barbudos a La Habana, que nadie conoce, y cosas e ideas, me sentí un poco dolida con todo eso, pero no pude pararlo, era una máquina mucho más potente que yo.
Por lo menos, me crucé una vez con Javier Bardem en el preestreno de Los lunes al sol, yo buscaba entonces una coproducción para mi última película Tango. El modeló el personaje de Reinaldo según Havana, con él tengo en la película veinte minutos, y yo quería saber si Schnabel le había dado sólo esos veinte minutos, o si vio toda la película íntegra. No lo conocía, no quería molestarle porque lo respeto muchísimo, pero le paré y le dije: ¿Reinaldo Arenas? Y él dice: Sí, sí, sí, yo soy Reinaldo Arenas. Le pregunté: ¿Has visto Havana? Sí, sí, ¡qué película, qué película! Y yo le dije: Es mía. Entonces, se enloqueció. Le gustó mucho, la vio como mil veces. Fue una pequeña satisfacción ante la pérdida de no poder hacer la película.
¿Reinaldo Arenas ya estaba enfermo cuando se encontraron?
Yo lo presentía, pero él nunca lo dijo. Lo escondía. Medio año o un año después de la filmación fui a Miami, pasé por Nueva York, quería que lo invitaran a Miami para un festival y él no quiso. Yo lo conocía mucho y muy poco a la vez. Estuve con él sólo dos o tres días, pero era como si fuera mi hermano. Él lo sentía también. Me decía vos sos de la familia, confiaba. Era una cosa hermosa, de verdad. Después yo me dije, sí, ahora es amable porque yo filmo y después va a decir horrores sobre mí, porque él decía horrores sobre todo el mundo. Y no. En cartas a Camacho, pintor cubano que vive en París y un gran protector de Reinaldo, él escribió cosas muy hermosas de nuestro trabajo, apreciaba muchísimo Havana. Era una cosa excepcional en Reinaldo.
¿Cómo fue para Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante, la experiencia del exilio, el hecho de tener que irse de Cuba? ¿Significó el exilio para ellos una victoria, una mejora en su vida? Ud. puede compararlo porque también se quedó en el exilio.
Yo pienso que Guillermo siempre vivió en Cuba aunque vivía en Londres. Si conociera su casa en Londres vería que era como una Habana. Yo pienso que sufrió mucho por el hecho de que no ha podido volver, porque él no quiso volver mientras estaba Castro. Sufrió mucho, tuvo depresiones, aunque le gustaba mucho Londres. Yo entendí que al principio era un poco dandy, le gustaba el swing, la música de los sixties. Pienso que le afectó muchísimo cuando murió su hermano, se fue su familia.
Reinaldo, pienso, también sufrió mucho porque es -digo es porque para mí nunca se fue- una persona extremamente inteligente, sabía cómo mirar a través de situaciones. Por eso no se quedó en Miami, porque detestaba la sociedad tal cual, era siempre como un rebelde contra el mundo alrededor de él. También la vida en Nueva York para un cubano que está acostumbrado a una isla caribeña y al calor, no teniendo mucho dinero, la enfermedad… Se lo aguantaba noblemente, pero pienso que era una vida bastante triste, porque era una opción forzada, no era un sueño a la búsqueda del paraíso porque él nació en un cierto paraíso.
¿Cómo es en su caso? ¿Se siente a gusto viviendo en el exilio? Ahora vive en Buenos Aires, ¿por qué escogió el mundo latinoamericano para vivir?
Me enamoré del mundo latinoamericano con mi primer viaje que hice hace casi veinte años. Yo fui entonces a Buenos Aires a hacer una película sobre el alma del tango, fue una de mis primeras películas, se llama Tango mío. Es algo de destino, no es racional, que me llamaba para ir allá. Porque mi papá era traductor literario y técnico multilingüista, fue víctima de la opresión estalinista, se fue del país cuando pudo. Siempre soñaba con Brasil y América Latina, siempre quiso vivir allá. Nunca nos fuimos porque en esa época no era posible. Él quería irse a Brasil porque pensaba que Brasil era futuro, que Europa estaba muerta, las dos Guerras Mundiales mataron la humanidad. Yo me decía, de qué está hablando, yo siempre quería irme a París, era un poco snob.
Después terminé la escuela de cine en Londres, mi papá se murió, y yo me dije yo tengo que ir a ver con qué soñaba. E inventé esa película, no en Brasil, porque desde niña escuchaba tango. El tango es una música con la que me identifico completamente. La película no era fácil de vender a la BBC porque el tango en esa época era una cosa completamente oscura, a nadie le interesaba, ni siquiera sabían lo que era, nada más sabían que había una bebida ´tango´. Cuando llegué a Buenos Aires no hablaba castellano ni una palabra, pero ya no quería irme, tenía escalofríos, sentía una cierta afinidad. Filmé la película, encontré a mis personajes, perdí el billete de vuelta, hice todo un quilombo para no volver, no sé, me contaminé. Desde ese momento me sentí como en mi casa sin entender el idioma. Aprendí el español sola, me dije que no podía filmar una película con un traductor, trabajo directamente con la gente, pues, me compré algo simple para aprender y para hablar.
Volví a Europa, pero siempre inventaba películas para rodar allá. Hice un road-movie en Argentina, hice una ficción en Argentina, hice un retrato que es similar a Havana en Salvador de Bahía en Brasil, hice una película sobre los gitanos en Andalucía. Ahora prácticamente vivo en Buenos Aires, pero siempre es inevitable venir a Europa, por lo menos una vez al año, para reforzar mis proyectos, porque económicamente y psicológicamente es casi imposible hacer películas independientemente en Buenos Aires, vivir del trabajo allí.
¿No ha pensado nunca regresar a la República Checa?
Yo soy de Praga. Pensé que nunca iba a irme de Praga, porque nací en Praga, amaba Praga, conocía cada esquina. No he vuelto en veinte años. La primera vuelta fue para cinco días porque mi mamá estaba enferma, yo quería verla antes de morirse, después pasó lo mismo con mi hermano. Después llegué al festival de Karlovy Vary y hace dos años me invitaron a un congreso de cineastas, arquitectos, médicos que se establecieron en el exilio. Hasta hoy yo siempre rechazaba la vuelta, me daba mucho miedo, confrontarme con algo que yo no quería ver.
Pero esta vez, quizá gracias a mi amigo argentino que me empujaba diciendo tienes que ir, y también quizá porque todo el mundo en Argentina se enloquece cuando les digo que nací en Praga, dicen oh, una ciudad tan linda, entonces, yo tuve más fuerza por primera vez en mi vida de volver positivamente y ver cosas. Yo estuve en Praga dos días como turista, y la ciudad me parece completamente exótica, mucho más exótica que Río. Es una cosa rara porque ya empieza a perder, hay conexiones que yo conocía con ojos cerrados, y ahora tengo que mirar y hasta preguntar. Soy como turista, pero me di cuenta de que no estoy buscando la ciudad, sino que estoy buscando algo de mi pasado que no encuentro porque el pasado se mudó conmigo, no está. Entonces es una cosa muy, muy rara.
Publicación original en Radio Praga Internacional
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