Paula Coddou & Pilar Navarrete: Ernesto Fernández: Una gloria en blanco y negro

Archivo | Artes visuales | 13 de julio de 2023
©E. Fernández / Carolina Vargas

Vive a la orilla del mar, en un edificio de estilo modernista bien mantenido, en el barrio de Miramar, un sector de La Habana que se ha vuelto caro. Es un departamento sencillo y de buen gusto, con un dormitorio cómodo con un gran televisor, un pequeño living comedor y un estudio donde tiene un moderno Mac y cajoneras con algunas de sus fotos. Otras están en la pared, mezcladas con recuerdos. Por el pasillo se pasean sus dos perros, inquietos porque aún no los ha sacado a pasear. Su mujer está en Miami, donde su hijo Ernesto Javier Fernández Zalacaín, un artista plástico de renombre, va a exponer su obra en estos días. Su otro hijo trabaja en una gran empresa en Alemania.

Esta noche, Ernesto Fernández está solo y por un momento se pone algo melancólico. Está repasando las imágenes que han marcado su carrera de fotógrafo y fotorreportero. La más famosa, la del Che Guevara cortando caña de azúcar y que está en el billete cubano de tres pesos. Las más arriesgadas: las que tomó en Playa Girón en 1961 durante la invasión norteamericana a Bahía Cochinos tras el triunfo de la revolución cubana. En ellas se ven milicianos, un bus incendiado, la adrenalina del miedo. Fue el primer fotógrafo en llegar al lugar con su Nikon a cuestas y sacó la primera foto a un caído: Antero Fernández Vargas.

También hay imágenes más pausadas. Como las que les ha tomado a artistas o su colección sobre el congreso católico que organizó la Iglesia para mostrar poder tras el triunfo de Fidel. Ahí hay mucho ambiente, rostros. Entre los 6.000 negativos de su obra hay imágenes de La Habana antes y después de la revolución, Fidel, el Che, Angola, los heridos, los muertos, y también la música y la alegría de la isla.

Una vida de fotógrafo que comenzó a los 12 años cuando su madre le regaló una cámara, carrera que en 2011 lo convirtió en el segundo fotógrafo en la historia de Cuba en recibir el Premio Nacional de Artes Plásticas.

Como es disperso, dice, y se va por las ramas, en vez de contar su vida prefiere poner en el televisor un documental que hicieron sobre él, y que muestra sobre todo imágenes de la guerra. Cuando termina, está emocionado. «Uno se pone viejo, y me está costando mucho ver estas cosas. Me impresiona mucho. Porque uno es muy indolente con la gente. Algo que me ayudó mucho en la vida es que yo nunca me identifiqué con los muertos. Nunca, nunca. Yo veía a los muertos y para mí que estaban ahí como una obra de teatro. Yo estuve en un grupo de teatro cuando tenía 13 años y debe ser que me acostumbré porque para mí todo era teatro.  Yo caminaba entre los muertos y para mí los muertos estaban ahí porque se tenían que morir y estaban ahí como en una escenografía. Nunca pensé que yo pudiera morir en una guerra».

©Ernesto Fernández con sus perros / Carolina Vargas

¿Pero tenías un carácter un poco infantil que te ayudó?

Bueno, una de las características de la revolución es que había que tener un carácter muy infantil. Yo era un fanático de las películas norteamericanas y admiraba a su ejército. Para mí, no hubo ejército más completo, más patriota, mejor estructurado, como el ejército americano en la Segunda Guerra Mundial. Se fueron a morir a París, a todos lados, y las mujeres se acostaban con los muchachos porque sabían que iban a morir. ¿Has visto cosa más increíble que esa? Tengo todas esas películas, también vi esa famosa de Spielberg, Rescatando al soldado Ryan… 

Por suerte, me casé con una mujer ideal. Yo me perdía tres años y ni sabía dónde andaba. Y me crió dos hijos que valen un millón de pesos. Ahora cuando se fue a Miami me dijo «yo no me voy sin ti». Y le dije «Sí te vas, porque yo me fui sin ti un millón de veces».

©Sonia Zalacaín, su esposa / Archivo Fernández

Su fotografía fue aliada de la revolución cubana, pero él dice que nunca nadie lo mandó, que siempre fue «por la libre» a hacer su trabajo. Es curioso Ernesto Fernández porque fue un revolucionario, pero sigue siendo muy creyente y mucha de la suerte que ha tenido en la vida se la atribuye a Dios. Hoy añora que Cuba se reconcilie.

«Este proceso ya lleva 60 años. Es un proceso demasiado largo para una revolución. La revolución, lo dice la palabra, es un cambio de todo en un momento determinado. Y después todo empieza a coger sus garantías. Pero no sé por qué esto ha tenido la dualidad de seguir siendo revolución a pesar de la Constitución, a pesar de todo. Y llega un momento en que ya tiene 60 años. A los 60 años tú tienes que hacer algo con todo eso. Sobre todo desde el punto de vista social de los cubanos. Aquí es mucha la bronca entre cubanos. Unos porque tenían demasiado y se los quitaron, otros porque les quitaron y no tenían por qué habérselos quitado pero había que quitárselos. La revolución triunfó, logró lo que quería. Ahora vamos a levantar una nación. Pero no se define nunca. Yo no soy político. Pero sí creo que es hora ya de que empiecen los cubanos a tratarse como hermanos. Nadie es enemigo. Y ya llegó el momento en que tú respetas al que peleó contra ti. Porque se peleó en buena ley».

«Me he divertido tanto con mi trabajo, lo he disfrutado tanto, tanto en la guerra como en la paz, que no podría decir cuál momento ha sido mejor».

«SOY DE LA HABANA»

«Nací en La Habana en 1939, soy de La Habana, me crié en La Habana, me bañaba en el muro del Malecón y estudié en el centro dependiente de La Habana en la calle Buenos Aires hasta sexto grado, y ahí fue donde me rescató Josefina Mosquera quien me llevó para la revista Carteles, donde empecé aprendiendo de todo y pensaba aprender dibujo (antes había trabajado de escenógrafo en el Teatro Prometeo). Incluso la revista tiene publicado en una sección que tenía para niños dos dibujos míos que tenía para colorear. Empecé a hacer fotografía con 12 años. Yo estaba estudiando y la directora de Carteles me dijo ‘¿por qué no aprendes un oficio?’. Y empecé a hacer fotografía con una película de 10 asas. Y eso me dio la oportunidad o yo me di cuenta de que podía hacer fotografía».

©E. Fernández en su estudio / Carolina Vargas

«¡SE CAYÓ BATISTA!»

«En el año 58 todas las fotografías que hacía yo, que se hacían en la revista Carteles, se hacían con luz ambiente. Y todos los reportajes que hacía Raúl Corrales (el otro fotógrafo cubano ganador del Premio Nacional de Artes Plásticas), que hacía yo, se hacían con luz ambiente. Y este es el núcleo que va a pelear a la revolución. Y por eso toda la gente habla de la fotografía de los años 60 y se queda en ese núcleo. Pero no quiere decir que ese solo núcleo sea el que hizo la fotografía, la épica de la revolución. Nosotros estábamos más cerca de Fidel, hicimos algunas de las fotos más importantes, pero todo el mundo la cubrió y hay muy buenas fotografías del año 59″.

«La revolución nosotros ya la esperábamos. La revista era uno de los lugares en que se conspiraba más y ya habíamos tenido producto de eso bastantes problemas hasta que me desperté el 1 de enero a las 7 de la mañana con una gritería en el barrio: ¡Se cayó Batista! Fue como decía la película Apocalipsis Now. Había triunfado la revolución».

«Yo siempre quise hacer algo, un testimonio de cualquier cosa que pasara en este país. Cuando venía marchando la revolución yo ya tenía conciencia de que quería retratarlo todo. Pero sin darle la importancia que tendría en el futuro ni nada. Porque si hubiera visto lo que veo hoy, le hubiera dedicado mucho más tiempo a mi trabajo».

© E. Fernández

PLAYA GIRÓN Y LA FOTO FAVORITA

«Entré por toda la boca para Playa Girón, y ahí había tres milicianos que me dicen que habían pasado ya unos con heridos. Entonces empezaron a caer los primeros paracaidistas de los Estados Unidos que, por suerte para mí y para la gente, iban cayendo arriba de la ciénaga. Ahí había muchos cocodrilos, pero lo principal no era eso, sino que allí la vegetación no te deja salir. Aquí hay una foto famosa de Fidel tirándose del tanque, que es del día 19 de abril (de 1961), después que acabó la guerra, y a mí me molesta mucho porque hay gente que la utiliza para decir que Fidel iba delante de los tanques, y los que estuvieron ahí saben que no es cierto. Igual era un momento peligroso porque se había ganado la guerra, pero había muchos tipos metidos en la ciénaga. Pero realmente el momento peligroso, yo lo tengo retratado, es cuando Fidel, a las 10 de la mañana, en el Central Australia (donde estaba centrada la comandancia), mientras los barcos americanos no han decidido si desembarcan o no, está metido en un lugar que si tiran dos bombas de ahí no sale. Pero me quedé con el sabor de que yo podría haber tenido muchas más fotos hermosas de Playa Girón que el combate en sí. Porque el ensayo fotográfico es el hecho».

©Castro / E. Fernández
©En su estudio, está su famosa foto del bus incendiado en Playa Girón / Carolina Vargas

«Mi foto favorita es la de Playa Girón después de un bombardeo. Es la que tengo aquí en mi casa. A un lado hay una guagua (bus) incendiada. De ahí saqué yo 19 muertos. Sin embargo, al otro lado de la carretera los milicianos continuaban su camino hacia el próximo combate. Parecía el fin del mundo y ellos no se rindieron. Creo que es una imagen muy clara del espíritu del pueblo cubano. Nosotros fuimos a esperar a los norteamericanos y la gente fue dispuesta a inmolarse. Partió cantando la Guantanamera, bailando chachachá. La gente iba para allá como si fuera a una fiesta».

LA COLECCIÓN DEL CONGRESO CATÓLICO Y LA MADRE DE FIDEL

«La única colección de fotografía que yo hice pensando en el futuro fue ese congreso católico, en 1961, en el que salí con una camarita Nikon s2, que es uno de los inventos más raros que ha existido. Después, todos los grandes fotógrafos que venían aquí venían con esas cámaras. Bueno, me conseguí esa cámara y vino el congreso católico, que era de noche, con antorchas y, además, ya había salido la película Kodak de 160 asas. Yo salí con mi camarita por la calle, y me salieron casi todas».

«La Iglesia Católica tenía muchos problemas con la revolución en 1959. Y a la Iglesia se le ocurre, para salvar aquello, darle un homenaje a la patrona de Cuba, a la Virgen de la Caridad del Cobre. Y para eso hacer un Congreso porque Fidel acababa de reunir medio millón de hombres en el Palacio. Fidel dijo que era millón y medio. La Iglesia dijo, bueno, nosotros vamos a meter entonces dos millones en la plaza cívica. Dijeron que iba a venir el Papa y que iban a traer la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, que nunca había estado en La Habana. Y la gente de Matanza y Pinar del Río también vinieron a verla y, por supuesto, la plaza se llenó. Como era un acto de la Iglesia invitaron a Fidel, quien era el Presidente. Toda la gente estaba con antorchas. Ahí está la colección de fotos que hice, que era muy importante para el periódico. Había salido la película de 160 asas y había salido la camarita Nikon que tenía un lente 1.4. A mí no me interesaba el movimiento ni el fondo, me interesaba el ambiente. Una de las fotos es a la madre de Fidel, Lina, que era bellísima. Ahora estoy haciendo un trabajo para Miami que se llama ‘La virgen que nos une'».

©Lina Ruz, la madre de Fidel Castro, en esta fotografía se cubre la cabeza con un chaquetón. Material registrado desde el archivo digital de Ernesto Fernández / Carolina Vargas

FIDEL CASTRO 

«La primera vez que vi a Fidel Castro fue en Santa Clara. Me fui en una avioneta para poder venir con él en la caravana. Era el 1 de enero del 59. Todavía había tiros en Santa Clara, porque habían quemado los dos puentes principales de acceso. Llegamos a Santa Clara y fuimos al hotel y ahí me lo tropiezo en el lobby».

«Para lo de la bomba atómica (crisis de los misiles en 1962) yo estaba en el periódico Revolución y estaba Fidel y llaman de afuera y le dicen: ‘Comandante, en los diarios dicen que ya van a tirar la bomba atómica, ¿qué van a hacer ustedes?’.  ‘Y bueno, ¿qué van a hacer ellos?, Nosotros qué vamos a hacer’. ‘Y bueno, ¿cómo está la gente de Cuba?’. ‘Igualito, cantando’. Había un poco de indolencia. Para la crisis de octubre hasta la gente que no simpatizaba con la revolución salió a marchar por ahí porque aquí había, y esa es la realidad, una conciencia antiimperialista muy grande».

«Yo desgraciadamente estuve en el periódico Revolución cuatro años y nadie sabe qué se hicieron los negativos. Incluso tengo fotografías cuando Fidel se enfermó, la única persona que estuvo con él en Cojímar fui yo. Le hice las fotografías y salieron publicadas. Pero ni eso tengo».

«De verdad, no me acuerdo cuándo fue la última vez que le hice una foto a Fidel. Si me matas, no me acuerdo. Uno tiene que tener mucho cuidado cuando tú eres una personalidad. La personalidad no debe envejecer. No puede envejecer. Se rompe un encanto y la fotografía lo hace también. La gente deja de ser. Yo nunca hubiese dejado que una foto de Fidel saliese ahora».

©Castro / E. Fernández

EL CHE 

«El Che era el tipo más pesado del mundo para hacerle fotografías. Porque no le gustaba. Hubo fotógrafos a los que el Che no podía ver. Incluso Korda (Alberto, quien le sacó su imagen más famosa) una vez le fue a hacer un trabajo al Che y el Che le dijo ‘No, no. Te pones a trabajar como nosotros aquí, trabajo voluntario, y el último día si quieres me haces fotos’. Yo coincidí con el Che muchas veces, pero fotográficamente así que te diga, cinco o seis veces. Una vez tuve una discusión con unos bomberos, porque el hospital del centro Habana cogió candela en el piso 11, y yo fui por el periódico corriendo. Me subo por la escalera de emergencia y los bomberos me dicen ‘oye que bájate de ahí, que bájate’, ‘que no voy a bajar’, ‘es que corre peligro tu vida’, ‘es que a ti no te interesa mi vida como a mí no me interesa la tuya’. Estábamos en esa discusión y llegó el Che. ‘¿Qué pasa aquí?’. ‘Que yo tengo que cumplir con mi deber y hacer mis fotos’, le dije. ‘Y que se va a matar’, le dicen. ‘Y qué te importa a ti la vida de él’, dice el Che. ‘Él está cumpliendo con su deber’. Y se acabó la discusión».

©Che Guevara / E. Fernández

LA FOTO DEL BILLETE 

«Esa foto (la más famosa) fue en 1962. Yo estaba con un grupo de teatro en el año 62 en el Mariel, y me entero de que el Che está cortando caña metido en un cañaveral. Y voy para allá y me pongo a buscarlo, buscarlo, buscarlo y pac, hasta que me lo cruzo. Estaba cortando con su mujer. ‘¿Qué usted quiere?’. ‘Lo estaba buscando’, le digo. ‘Es que tengo un problema con una cámara que me tiene loco, y como usted era fotógrafo en México y tenía una cámara igual que esta y a lo mejor sabe cómo funciona, es una Exakta’. ‘Ah, ¡una Exakta!’. Se sentó en el piso. ‘Enséñame acá’. Nos sentamos los dos. ‘Es que estas cámaras son un lío compadre, pero dámela… Ya funciona’, me dijo.  ‘Déjame tirar tres fotos’. ‘Ya, pero tres nada más’. Le tiré como cinco fotos. ‘Bueno, hasta luego’. Y me fui. Y esa es la foto que aparece en el billete de tres pesos.  Y esa es la historia. Y la del Che quedó en el billete de 3 pesos».

EL MIEDO A TRAVÉS DE LA CÁMARA

«Yo cuando me impresionaba lo que estaba viendo, miraba por el ojo de la cámara. Y se me quitaba. Entonces dije, lo que yo no puedo mirar directamente, lo miro por el ojo de la cámara. Aquí los soviéticos habían hecho más de cinco o seis termoeléctricas. Yo le había hecho un reportaje a la de Santa Cruz, a la de Santiago, y de pronto miro una que tenía un plano de 300 metros de altura. Muy alta. Y me subí a la alta y claro, nunca miré para abajo. Yo había aprendido haciendo operaciones, porque yo retraté muchas operaciones, incluso un trasplante de corazón, y de riñón. Y así cuando bajé de esos 300 metros, bajé exactamente igual. En Playa Girón me perdí fotos de gente. A algunos los vi un momento y después estaban muertos. A otros los vi morir delante de mí. Por eso en Angola sí me dediqué al ser humano. Tuve experiencias muy tristes. Solo el hecho de estar ahí es un peligro, es arriesgar la vida. No es que no tuviera miedo, es que te acostumbras».

©Foto de Angola. Archivo Ernesto Fernández

EL BLANCO Y NEGRO Y EL ANÁLOGO

«Yo tengo una bronca porque mi mujer quiere que tire fotografías, mi hijo quiere que tire fotografías, pero no puedo. Sería demasiado peyorativo. La Habana se está cayendo. Es evidente. Yo no hago nada con un edificio destruido. El color que está cogiendo La Habana es el que le da la gana a la gente. Tú ves una parte roja con una rosada y una verde y amarilla. Peor que Brasil. En Brasil al menos tiene un contenido porque así es su bandera, o porque los papagayos son así y les gustan. Antes, el color de La Habana era muy neutral, muy suave, acuérdate que estamos en el trópico. Era entre el blanco y todas las gamas de colores claros, porque nadie aguanta color. A quién se le ocurre meter azul. ¡Te acaba con la vida! Es demasiado impresionante para los ojos».

«Yo odio la fotografía digital. Para mí el rollo blanco y negro es lo más increíble. Al blanco y negro nadie lo va a sustituir en sus tonos grises. Es igual que una película americana que tú ves en blanco y negro y la disfrutas muchas veces más que en colores. Porque al color tú estás acostumbrado, y al blanco y negro no. Y el dramatismo que te da el blanco y negro no te lo da el color. La fotografía para mí es el invento más grande del siglo. Lo único que descubrí de la fotografía, y nadie me lo explicó, fue el día que me di cuenta que detenía el tiempo, que yo era como un mago, que te retrataba a ti ahí, paradita y el tiempo ahí había quedado».

©En su estudio / Carolina Vargas

EL CHORI Y LA HABANA DE ANTAÑO

«Este hombre se llama El Chori. Este tipo tenía un tugurio en la playa Mariana. Escribía su nombre con una tiza en todas las esquinas. Nadie nunca lo vio. Pero todo el mundo iba a escucharlo. Fue Marlon Brando, iba todo el mundo a oírlo, y cualquier cosa que él sacara con dos palitos y una botella, una tabla, y sacaba música. La gente que aparece en estas fotos con sombrero, son obreros. Porque el cubano era muy cuidadoso. Tú te parabas en (las calles) Galiano y San Rafael y tú podías decir que estabas parado en el centro del mundo. Y no es una exageración. El Encanto (una tienda por departamentos fundada en 1988 por dos asturianos) exhibía muchas veces primero que en París y en Nueva York. Los carros más delicados se exhibían aquí en noviembre. El Buick, Chevrolet, Packard se exhibían aquí primero. No te estoy exagerando. En el año 61 empiezan a escasear las cosas. Las tiendas empiezan a quedarse vacías. Y las muchachitas, muy bien vestidas, partían a sembrar el café. Y eran muy bonitos los amores fortuitos y todo eso. Las muchachitas alrededor de La Habana vestidas impecable trabajando la tierra».

©Chori / E. Fernández

Publicación original en ‘La Tercera’