Eloy Viera Cañive: Regresar a dónde

DD.HH. | 14 de julio de 2023
Retro TV
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En la noche del 11 de julio de 2023 falleció mi padre en Cuba. Como dirían en el Noticiero Nacional de la Televisión Cubana: de una «larga y penosa enfermedad». En el mismo noticiero donde han calumniado a su hijo y a otros tantos cubanos. En el mismo noticiero donde el poder cubano cuenta un país que no existe.

Cuando salí de Cuba sabía que no había para nosotros un reencuentro en ese pedazo de tierra que ambos llamábamos «Patria». 

Nos encontraremos de nuevo, pero será en la eternidad. En esa en la que creía mi padre fervientemente y que le permitió irse tranquilo, a pesar de su condición; la misma eternidad que sé, le deja leerme ahora. 

Solo para él escribo. Sobre todo porque ni siquiera tuvimos la posibilidad de despedirnos a través de una pantalla, como en los tiempos de la COVID-19.

Escribo para él en elTOQUE —como si fuera mi muro de Facebook— porque aunque mi trabajo en esta plataforma fue la causa principal de nuestra separación, él jamás me pidió que abandonara lo que hago. 

Pido disculpas al lector por ocupar un espacio colectivo para algo tan personal, pero siento que mi padre solo me va a leer aquí porque lo hacía a diario, sin decirme.

Le escribo aquí y hoy, porque sé que, por primera vez en mucho tiempo, me leerá con el mismo placer de siempre, pero sin los mismos dolores y tormentos que le acompañaron los últimos días de su vida.

Desde que emigré, en enero de 2020, me he inventado mi propio país. Uno donde soñaba con acompañar a mi padre en su muerte, con estar a su lado y besarle la frente como él hacía cuando yo era niño y como hizo también con mi hijo. Un país en el que aspiraba a ayudar a mi madre con sus cuidados. Un país al que siempre, sin importar nada, podría regresar antes de que mi padre cerrara los ojos.

En la madrugada del 12 de julio recibí esa llamada para la que entrené, pero no estaba preparado. Me percaté, entonces, de que el país que me había construido se desvanecía. Mi padre era mi país. Él era el principal acicate para mi regreso a esa tierra que me enseñó a amar como un patrimonio de todos y no de unos pocos. 

Hoy mi padre no está. Me sumo a la lista de miles de cubanos que han sido despertados en la madrugada, de cualquier lugar del mundo, para anunciarles que su país o un pedazo de él ha desaparecido. Formar parte de esa lista no me hace más agraciado, pero me coloca en una posición más favorable para entender el drama de una nación que se ha conformado, por mucho tiempo, con la idea de un pais imaginario. 

Para mí y para mi padre no hay más tiempo; pero para la Cuba a la que debí haber regresado para acompañarle en su muerte sí que lo hay. Para la Cuba real y no la imaginada debemos hacer tiempo.

La libertad no es un valor abstracto. La libertad puede medirse por cosas tan simples como la capacidad de acompañar a nuestros padres en sus muertes. De acompañarlos a morir no en un país que nos inventemos, sino en El PAÍS donde todos nacimos y donde muchos quisiéramos morir. 

Mi padre se ha ido, pero con él no se fueron mis ganas de libertad. Él, que sé que me lee, me diría: «ahora menos que nunca».

Buen viaje, nos vemos a la vuelta. Te amo y brindaré por los dos en una Cuba Libre.

Publicación original en ‘El Toque’