Alfredo Triff: ¿Irse o venirse?

Autores | DD.HH. | 16 de agosto de 2023
©Daslav Maslov

La estrategia de Castro fue convertir la miseria reinante en el pretexto de la amenaza imperialista. El Fifo nos vendió un imperialismo omnipresente y maligno: «No hay un solo continente, no hay un solo país del mundo, no hay un solo problema contemporáneo en que no se vea, en que no se palpe la actividad del imperialismo. No hay una sola causa infame en el mundo que el imperialismo no apoye, como no hay una sola causa justa en este mundo que el imperialismo no combata».

¿Qué quedaba por hacer en medio de toda esa paranoia? Recurrir al sexo. Íbamos al sexo como ganado. Fuese como exégesis sociológica o simple gozadera, la promiscuidad sexual era proporcional a la falta de libertades ciudadanas. Recuerdo dos vertientes opuestas de la juventud de entonces: los adeptos a la alquimia del cuerpo, inspirados por los cantos de sirena de la Nueva era, se refugiaron en la yoga tántrica. Los diversionistas ideológicos apelábamos a un hedonismo anárquico (circulaba Un ensayo sobre la liberación de Marcuse, junto a El mono desnudo de Desmond Morris). Nos cayó en la mano el libro Degeneración de Max Nordau (de la biblioteca de un exprofesor de la escuela de derecho «tronado» por construir una balsa para irse del país) y lo leímos de una tirada. Me impactó que el autor alemán calificara el destape sexual de fines del siglo XIX como «la evolución de un síntoma intelectual degenerado». 

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