César Reynel Aguilera: Los juicios a Marcos Rodríguez y la Microfracción [Respuesta a la documentalista Rosario Alfonso Parodi]
Hace ocho meses fui invitado por Andrés Alburquerque a participar en su programa “Enfoque Ciudadano” para hablar sobre los dos juicios a Marcos Rodríguez, el vapuleado y supuesto delator de los mártires de Humboldt 7.
Las razones por las que Andrés me invitó fueron, fundamentalmente, que mi padre fue uno de los testigos durante el segundo juicio a Marcos Rodríguez y porque en mi libro, “El Sóviet Caribeño”, le dedico todo un capítulo (titulado “El quinto mártir”) a ese caso.
En ese capítulo analizo, a partir de mis propias investigaciones, y de las cosas que conversé con mi padre en la más estricta confidencialidad, los pormenores de ese caso y la enorme cantidad de ramificaciones que tiene.
Al final quedó un texto de unas 40 páginas y 45 citas bibliográficas del que el experimentado escritor y periodista argentino Juan Bautista Yofre dijo lo siguiente: Para aquellos que trabajan en la investigación periodística, su capítulo “El quinto mártir” es un espejo donde reflejarse.
Durante la preparación del programa con Andrés me animé, al fin, a ver un documental del año 2014 titulado “Los amagos de Saturno”. Un bodrio realizado por una documentalista cubana y castrista llamada Rosario Alfonso Parodi. Digo me animé porque sé —parafraseando a Marshall McLuhan— que en la Cuba de los Castro “la autorización es el mensaje”.
Los cubanos conocemos muy bien el exquisito control que el castrismo siempre ha ejercido no ya sobre las informaciones extranjeras o del exilio, sino sobre las informaciones emitidas por el propio régimen.
Cualquier persona que haya investigado en Cuba sabe, por ejemplo, que para leer los números antiguos del libelo Granma, vehículo de la propia propaganda castrista, hace falta una justificación válida y una autorización de las más altas instancias partidistas. Ni a su propia propaganda dan acceso libre esos sin… vergüenzas.
En la Cuba castrista, la frase “dentro de la revolución, todo, fuera de la revolución, nada” no es un slogan, es una orden que Fidel Castro dio para garantizar que su régimen nunca tuviera que volver a pasar por la experiencia de un cortometraje filmado con entera libertad, y titulado PM.
A partir de esa orden, los esbirros ideológicos del castrismo siempre se las han arreglado para controlar las creaciones de escritores, dramaturgos, cineastas y documentalistas.
En el caso del cine les ha sido muy fácil hacerlo a través del control de los presupuestos requeridos para la realización de cualquier obra cinematográfica. No contentos con eso, sin embargo, siempre han tenido verdaderos comisarios políticos insertados dentro de los equipos de filmación de cualquier obra cinematográfica. Esos comisarios son, a diez de últimas, los verdaderos directores de esos films, porque de ellos depende lo que se puede decir y, más importante aún, lo que no se puede decir.
Se puede asegurar que una vez que la realización de un documental ha sido autorizada es porque ya el régimen sabe, con una certeza del 100%, que su contenido nunca se va a salir de los cánones ideológicos establecidos o, porque si lo hace, es gracias a que ellos han decidido correr ese riesgo calculado. Llevan demasiados años controlando la industria del cine y nadie, absolutamente nadie, puede burlar esos controles.
Con esas informaciones de fondo, la verdad es que no esperé mucho de “Los amagos de Saturno”. A eso hay que sumarle el hecho de que el apellido Parodi, además de no ser muy común en Cuba, es también el apellido de un connotado esbirro castrista que, para más coincidencias, practicó el periodismo revolucionario en las páginas del periódico Combate-13 de marzo, órgano oficial de la misma organización de la que trata el documental. Por cierto, en la lengua española esbirro no es sinónimo de criminal. Menudos graduados está soltando la facultad de periodismo de la universidad de La Habana.
Volviendo al tema, no esperé mucho de ese documental y tengo que reconocer que no me defraudó en mis muy bajas expectativas. Se trata, para cualquiera que haya intentado investigar más allá, aunque sea un poco más allá, de la propaganda castrista, de otro ejercicio de esa propaganda que pretende reforzar la idea, adornada con entrevistas, fotos y efectos sonoros, de que Marcos Rodríguez fue el delator de los mártires de Humboldt 7… porque confesó… después de más de dos años preso… en las mazmorras castristas
Lo que sí encontré en el documental, y por lo que siempre le estaré sarcásticamente agradecido a su realizadora, fueron ciertas informaciones de primera mano cuyas implicaciones ella ni imaginó —los castristas no están autorizados a imaginar—; pero que a mí me permitieron confirmar, una vez más, que todo lo que ya había escrito en el capítulo correspondiente de “El Sóviet caribeño” era esencialmente válido.
Dos informaciones llamaron mucho mi atención. Una fue un documento que sale en pantalla durante un tiempo muy breve, pero en el que se puede leer, cuando hacemos pausa, que Marcos Rodríguez fue “enviado a la Universidad para un trabajo especial de la Juventud Socialista en 1955” (minuto 34 con 32 segundos del documental. El subrayado es mío).
El otro es el careo de Joaquín Ordoqui con Marcos Rodríguez en el que Ordoqui intenta averiguar, varias veces y con la oposición de los presentes, si el nombre de Edith García Buchaca fue dicho espontáneamente por Marcos o fue traído a colación por los esbirros interrogadores. Al final, Marcos reconoce que le preguntaron por García Buchaca después de haber confesado (minuto 50 con 45 segundos).
Las explicaciones de por qué esas informaciones son importantes, y llamaron mucho mi atención, pueden verlas en el programa de “Enfoque Ciudadano” que hice con Andrés Alburquerque. Un programa para el que se nos ocurrió que Andrés indagara a ver si la compañera Parodi nos autorizaba a poner esos fragmentos del documental para los que yo tenía una interpretación distinta a la que el castrismo había dado.
De más está decir que la compañera Parodi, en la mejor tradición castrista de controlar el acceso a su propia propaganda, no autorizó absolutamente nada y nos obligó a hacer el programa refiriendo a la audiencia, a cada rato, a esos minutos y segundos del documental en los que salían esas informaciones que la realizadora nunca imaginó, ni remotamente, la importancia que tenían.
Así hicimos el programa y eso fue, repito, hace ocho meses. La audiencia quedó muy complacida y en unas horas esa emisión logró tener muchísimas más visualizaciones que la que “Los amagos de Saturno” había tenido en muchos años. De alguna forma, la inteligencia colectiva de los cubanos pudo, una vez más, discernir la propaganda de los análisis serios y decidió, claro está, rechazar a la primera para quedarse con los segundos.
Hasta ahí habría llegado esta historia; pero hace unos pocos de días, y para asombro nuestro, la compañera Parodi ha saltado al ring y se ha lanzado en una diatriba quejica, distorsionada, y de victimización, que fue publicada en unos de esos sitios web del castrismo que casi nadie lee, y en la que ella pretende, ocho meses después y de una forma un tanto sospechosa, que a ella le han hecho algo muy malo y que ella tiene, por tanto, todo el derecho a despeinar su talibana cabellera.
No acostumbro a conversar sobre dios con fanáticos religiosos, ni sobre historia con los fanáticos castristas. No lo hago porque eso es sencillamente imposible. Cuando una persona convierte sus opiniones en creencias, y después torna esas creencias en una parte esencial de su ego, cualquier discusión es literalmente imposible. El más mínimo argumento lógico que podamos usar deviene, de inmediato, un insulto insoportable para ese fanático. Tan insoportable que muchos de ellos responden, como los talibanes, con distorsiones, victimizaciones y violencias.
Estas palabras no van dirigidas, entonces, a la talibana Parodi. Van dirigidas a esas personas que evidentemente están siendo manipuladas por ella y han terminado teniendo, quizás por falta de un acceso libre a la información, una idea distorsionada sobre este asunto.
Me refiero, por ejemplo, a los miembros de una llamada “Asamblea de Cineastas Cubanos” que enseguida han corrido a solidarizarse con la Parodi y han llegado a asegurar, en su dolido comunicado de rechazo, que los malos malosos; o sea, Andrés y yo, mancillaron “Los amagos de Saturno” porque “no solo interpretaron, sino que también exhibieron sin la autorización de su autora, múltiples fragmentos del mismo, desmenuzando arbitrariamente el material…”
Para empezar, las interpretaciones son una parte esencial de cualquier indagación intelectual hecha en libertad. Además, esa información de que exhibimos fragmentos sin tener autorización no solo es mentira, sino que indica claramente que esos indignados cineastas no han visto, ni de lejos, el programa de “Enfoque Ciudadano” que pretenden criticar. Si lo hubieran hecho habrían descubierto que en ningún momento de ese programa aparece una sola imagen del documental de marras.
Creo que estamos en presencia, una vez más, de esos comunicados que la gente firma en Cuba sin tener la posibilidad de informarse adecuadamente sobre las razones por las que están firmando. Mi consejo a esa asamblea es que vean el programa de Alburquerque, aunque esté prohibido por el castrismo hacerlo, para que comprueben que jamás se utilizó imagen alguna de “Los amagos de Saturno”.
La otra cosa que podrían comprobar, si se animan, es que no hubo desmenuzamiento arbitrario alguno del documental. Si van, por ejemplo, al minuto 27 con 53 segundos del programa podrán comprobar que dije que iba a hacer un “análisis cronológico del documental”, o sea, que iba a seguir, como hice, su propia cronología cinematográfica. No hubo “desmenuzamiento” alguno, solo hubo un seguimiento cronológico con paradas en puntos altamente reveladores para mí que (por su desconocimiento del tema) la realizadora pasó por alto. Eso fue todo.
La otra fuente de manipulación a la que han sido sometidos esos miembros de la “Asamblea de Cineastas cubanos”, es que a todo lo largo de su larguísima diatriba de 36 páginas —¿Cuándo los castristas dejarán de imitar los verborreicos discursos de Fidel Castro?— la compañera Parodi esconde que yo soy el autor de “El Sóviet caribeño”, un libro de 450 páginas y 528 citas bibliográficas (casi todas a partir de publicaciones del propio castrismo) en el que describo, fecha a fecha y nombre a nombre, el trabajo del aparato de Inteligencia del viejo partido comunista de Cuba (PCC-PSP). Un trabajo sin cuyo conocimiento resulta literalmente imposible hacer un análisis riguroso, desde el punto de vista intelectual, de los juicios a Marcos Rodríguez.
Esconder esa información en su diatriba le permitió a la compañera Parodi dos cosas: una, llamarme analista entre comillas para así restarle importancia a mis opiniones; y la otra, pretender que esas opiniones son personales, que me salen de donde me salen y no tienen, por tanto, ninguna prueba o respaldo bibliográfico. Cualquiera que haya leído “El Sóviet caribeño” sabe, sin embargo, que todo lo que dije en ese programa de “Enfoque Ciudadano” está debidamente respaldado por fuentes que son, en su inmensa mayoría, fuentes del propio castrismo.
Mi recomendación a los miembros de la “Asamblea de Cineastas Cubanos” es que hagan un experimento cuyo resultado podría ser muy divertido. Digan, por ejemplo, que para poder dar una respuesta contundente y bien informada a ese gusano mandinga de César Reynel Aguilera, ustedes necesitan ver el referido programa de “Enfoque ciudadano” y necesitan, sobre todo, leer ese maldito libro titulado “El Sóviet caribeño”.
Digan que solo después de haber hecho eso podrán ustedes estar lo suficientemente informados para poner en su lugar, de una vez y por todas, a esos lame botas del imperio que son Andrés Alburquerque y el tal César Reynel Aguilera. Digan eso, luzcan bien aguerridos cuando lo dicen, y siéntense a observar la respuesta y los malabares pseudo-intelectuales que se van a montar los castristas para no dejar, una vez más, que ustedes accedan a la información.
Otra de las tantas manipulaciones que se montó la talibana Parodi en su diatriba fue de tipo emocional y tiene que ver con su denuncia de que yo —oh, mundo cruel— digo que tomo con pinzas la idea de que los mártires de Humboldt 7 fueron asesinados, y lo hago porque, a fin de cuentas, eran hombres de acción (o terroristas en las tipificaciones de hoy) y, bueno, el que a hierro mata, a hierro muere.
Mientras se despeina su talibana cabellera por culpa de mis pinzas la Parodi olvida, con disciplina ideológica, que al inicio de “Los amagos de Saturno” hay un cartel que dice que los asaltantes al Palacio Presidencial buscaban “ajusticiar” a Batista y fueron —ay, mamá, por dios— asesinados durante el asalto. Así, de un plumazo castrista, esta esbirra ideológica les quita a los asaltantes la gloria de haber muerto en combate por la libertad de Cuba.
Para esta talibana, de más está decirlo, los atentados contra el asesino de Fidel Castro nunca fueron intentos de “ajusticiamiento”; ni los niños, mujeres, y hombres del Remolcador 13 de marzo fueron asesinados en el mar por orden del tirano que ella venera. Hay que reconocer que la osadía de su incoherencia intelectual rebasa todos los límites racionales y se acerca, peligrosamente, a la irracionalidad de los animales. Eso explica el tono de su despeine, un discurso que tiene más de ladridos que de cualquier otra cosa.
Aquí debo terminar, porque la pura verdad es que no pude leer más allá de unas pocas páginas del discurso castrista y verborreico, valga la redundancia, de la talibana Parodi.
Hay que trabajar, que para vagos sobra con los socialistas.
Publicación fuente ‘Blog de César Reynel Aguilera’
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