Manuel D La Cruz: En cuartetos de ‘monstruos’ no entran ‘los normales’ / Cuatro artistas cubanos de la comunidad LGBTIQ+

Archivo | Autores | 22 de septiembre de 2023
©Kenny Lemes, ‘Pasión de multitudes’

Continuamos nuestro dosier sobre ‘Sexualidades disidentes’ con esta conversación de Manuel D La Cruz con cuatro «monstruos» del mundo LGBTIQ+ cubano: la cineasta Ava, el escritor Yanier H. Palao, el fundador del Teatro de las Estaciones Freddy Maragoto y el artista visual y actor Daniel Triana.
Disfruten 😉

Una tipa como Ava

©Cortesía de la entrevistada

Ava siempre supo que era mujer. Siempre lo sintió. Su familia la educó según lo que creían correcto que fuera: un niño. A los 16 años tuvo acceso a internet y descubrió el concepto de “mujer trans”. Ahí su vida entera cambió, al menos en su cabeza.

“Cuba es un país transfóbico”, sentencia, “la sociedad nos ve como una amenaza, y por eso nos rechaza y nos ataca”.

Cuando era solo una adolescente, psicólogos y psiquiatras le aconsejaron de las formas más erróneas posibles. “Me diagnosticaron una cosa terrible”, nos dice, “una cosa que el mismo psiquiatra se inventó. No empecé mi transición hormonal ni social hasta casi 10 años después”.

Ava, a sus 19 años, es una joven cubana realizadora de audiovisual. Uno de los pocos rostros trans que se desenvuelven en este medio en el contexto cubano actual. Una promesa para el arte y para la comunidad LGBTIQ+.

Su documental Un tipo como tú (2022) se ha regado como pólvora en La Habana. Desde su estreno, se ha convertido en casi una obra obligatoria para los jóvenes de la capital cubana, sobre todo desde su premiación en un festival de cine en Miami. Fresco, elegante, vital, el corto tiene muchas autorreferencias de su autora.

¿Cómo fueron tus inicios en el mundo del audiovisual y la fotografía? ¿Cuándo fue que Ava descubrió que necesitaba dedicarse a esto y cuáles fueron las trabas iniciales?

En el 2017 dejé mi carrera, yo estudiaba Geografía porque me iba a ir del país, pero bueno, seguí aquí. Hice un cambio en mi vida en todos los sentidos, entonces decidí que me iba a atrever a hacer lo que me gustaba, que era el arte. Me inicié en talleres, después pasé dos más y empecé en el mundo del modelaje, me daban más trabajo como modelo que como actriz. En el 2020 Carlos Díaz me llama para formar parte de una obra, ese fue mi inicio en la actuación, pero al final esa obra la censuraron y no pude hacer nada. Luego entré a Perséfone Teatro para actuar en Ricardo II pero tuve problemas con el director. En el 2022 yo tenía ganas de hacer algo por mi cuenta, me reuní con amistades para filmarles, pero esos proyectos se caían, hasta que se me dio la oportunidad de hacer Un tipo como tú.

Las trabas que tuve fueron que yo era esta persona andrógina, que además no parecía cubana. Mi problema principal era que en todos los castings que me hacían yo no era exactamente lo que los directores querían. Y luego cuando empecé mi transición tampoco encontré trabajo como actriz. Ese fue mi principal impulso para realizar mis audiovisuales.

Producir fue un deseo que tuve siempre. Me refugiaba en las películas y en las novelas, ya que mi vida estaba limitada por lo que me decían que yo era, entonces me perdía en lo que veía.

Háblame de Chezca Zana[1]. ¿Cómo se conocieron y qué factores te llevaron a interesarte en colaborar con él?

Lo conocí por las redes, me reaccionaba con corazoncitos y eso. En su Instagram no tenía muchas fotos, como que lo veía muy enigmático. Estamos hablando de mayo-junio, cuando empecé mi transición. Él empezó a seguirme en Instagram cuando comencé a subir fotos con vestidos y ropa que me gustaban y él era uno de los pocos chicos heterosexuales que me reaccionaba. Y entonces, un día yo le dije que si quería que nos conociéramos y él me dijo que sí. Empezamos por ese lado. Luego de que hice Un tipo como tú me hacía falta la música. Se lo propuse a él y me dijo que sí. Descubrí su calidad como artista y como productor y me deslumbró. A mí me encantan su arte y su música, y ahora hicimos un corto, lo llevé a mi terreno.

Hablemos de tu corto Un tipo como tú. Más allá de la realización, me interesa saber cuán involucrada estabas emocionalmente con este producto y cuánto bien te ha hecho la aceptación que ha tenido.

Este corto nace de esta manera: cuando yo salí de Perséfone con la única persona con la que seguí en contacto fue con Marcos y entonces nosotros siempre hablábamos de un guion que yo estaba haciendo y él me ayudaba.

Yo entro en un documental de un realizador mexicano y sale la idea de insertar el corto en el que veníamos trabajando dentro del documental. Un tipo como tú es totalmente autorreferencial, porque yo venía viviendo eso. Tenía muchas citas con chicos y me tiraban eso de que físicamente les gustaba, pero para ellos seguía siendo un chico. Entonces con Marcos escribí esto, nos autodirigimos, actuamos e hicimos el montaje. Realmente me ha sorprendido mucho la aceptación, no la esperaba.

Video Un tipo como tú

¿Cómo crees que se pueda fomentar la inserción de mujeres trans en espacios creativos como el que tú manejas?

Siempre he abogado porque las mujeres trans de La Habana nos unamos para hacer cosas, no solo en el arte, sino en cualquier rama. La forma en la que nos pueden insertar es buscándonos para trabajar, pagándonos, contratándonos. Intenté, pero no contaba con los recursos, hacer un documental donde iban a estar muchas amigas trans que tengo, pero bueno todo se cayó y era un proyecto que requería una mayor producción y se me iba de las manos.

Deben brindarnos espacios, plataformas y recursos. Hasta ahora las amigas trans que tengo que se dedican al cine y la actuación, no he encontrado a muchas. Pero a muchas sí les gusta el modelaje.

Ava está orgullosa de haberse visto representada en otras mujeres trans como Kiriam Gutiérrez, un icono para toda la comunidad en Cuba. Sus logros, la posibilidad de haber sido la primera mujer trans cubana en colaborar con primerísimas figuras del teatro, la televisión y el cine, y su fuerza invaluable en el activismo, han dejado el terreno un poco más aliviado para que otras mujeres trans puedan transitarlo.

Por eso, Ava también celebra la presencia de una Mel Herrera, harto leída, disfrutada y admirada en el panorama literario y periodístico cubano, y una Mía Rochelle, influencer y modelo que ha acaparado tanta atención sobre las mujeres trans.

Ava reconoce la valía de tener un “Código de las familias” mucho más inclusivo, a pesar de que, para ella, no nació en una preocupación real del gobierno sino en un intento de pinkwashing. “Lo que queda, que para mí es fundamental, es una ley de identidad trans. Que nos reconozca como ciudadanos de este país, ciudadanas y ciudadanos de este país en igualdad de derechos”.

Celebra cómo se acrecienta la participación de jóvenes queer en el panorama artístico cubano, pero sabe que quedan muchos retos por delante, en especial para la comunidad trans.

Yo espero que en unos años la comunidad trans en específico haya conquistado más espacios. Sobre todo, los medios de alcance masivo, ¿no? Porque nos hace falta esa representación honesta y no solo la filtrada por artistas cis. La forma que tienen de ver el mundo las personas cis es desde su perspectiva, que obviamente no es la trans. Entonces necesitamos más personas trans escribiendo, ¿sabes? Más personas trans en pantalla. Más personas trans en toda la cultura y el arte.

“Estoy firmemente convencida –concluye– “de que no solo las mujeres, sino todo el colectivo trans, tiene una experiencia vital maravillosa que debe mostrarse. Yo estoy aquí para eso, y para ser una especie de modelo, algo que inspire a otres creadores trans que puedan venir después de mí”. 

Yanier H. Palao: el grito mudo, partir

©Cortesía del entrevistado

Yanier H. Palao es un escritor y artista visual holguinero que actualmente reside en Quito, Ecuador. Como tantos salió de Cuba buscando oportunidades de una vida mejor. Yanier es Daniel, tal vez unos años después. Entre los libros de Palaos publicados en Cuba está: Sombras del solo (2005), Peces en bolsas de nylon (2008), Música de fondo (2010), Vaciados (2011), A la intemperie (2011), Esteros (2013), Óxido (2018). Actualmente se desarrolla como periodista independiente en espacios como el Museo de la disidencia, El estornudo, Árbol invertido y Alas tensas. La portada de las redes de Yanier es una instantánea tomada en una marcha LGBTIQ+ en Quito. En ella sostiene un libro de Paul B. Preciado titulado Yo soy el monstruo que os habla

No me considero activista por los derechos de la comunidad, pero en mis trabajos periodísticos he intentado mostrar mi visión del mundo y la complejidad de las vidas de personas como yo con una identidad de género no heteronormada. Respeto mucho el activismo en Cuba por las complejidades que tiene. No sé si por el contenido de mi trabajo sea percibido como tal, porque a través de mis textos intento visibilizar estas otras sensibilidades. Aun así, creo que la propia existencia de personas de la comunidad que en su imagen rompen los moldes heteronormados, es un discurso que camina.

Palaos no intenta agradar con su opinión, ni pintarse de heroísmo siquiera. Es como sus libros: un “pez en una bolsa de nylon”, “la sombra del solo”, o tal vez un cubano con “música de fondo”. No sabe denunciar, lo afirma con seguridad. Su grito más fuerte es su obra, e intenta que resuene desde la complejidad y sin tomar partido. Para él tomar partido es adueñarse de una parte y no se considera el dueño de ese universo tan complejo que son las disidencias sexuales. Por eso prefiere contar…

Soy abiertamente gay. No sé si la comunidad LGBTIQ+ me refleja a mí o si yo en mi complejidad logro ser un reflejo de las luchas de esa comunidad, lo cierto es que soy abiertamente disidente en cuanto al sistema político en Cuba y eso se suma a la ruptura que es no ser una persona heteronormada que ha decidido ir a las marchas por los derechos de la comunidad. En esa banda elástica que es el pertenecer a una comunidad o no, me muevo. Me alejo cuando veo posturas que no me representan, así soy, me encojo, me acerco, estoy o me retiro, porque en esencia disiento. La comunidad no está exenta de posturas autoritarias y cómo no voy a disentir si es mi esencia.

Palao “A la intemperie” 

En Quito ha estado muy activo en marchas y protestas LGBTIQ+, algo que en Cuba no podía hacer porque no son frecuentes, ni están normalizadas. Por eso ha usado su trabajo para visibilizar. Vivir fuera de Cuba le ha ayudado a insertarse en la comunidad, pero siempre desde la individualidad que le caracteriza. 

Creo que parte de la explicación de mi conducta está en el hecho de que mientras estaba en Cuba mi madre siempre quiso tener conmigo la conversación de si era gay o no y yo me escurrí. Al punto de que fue en mi libro Esteros donde plasmé esos sentimientos. La literatura ha sido mi escape de un clóset del que nunca salí, porque siempre estuve afuera. Me fui con diecisiete años de mi casa e hice de mi vida lo que quise. El clóset para mí fue la evasión de una conversación que mi familia y yo dábamos por hecho. La única vez que mi madre me confrontó mi respuesta fue: “Mi hermana es heterosexual y no te dijo nada. No creo que tenga algo que explicar”.

Mirar la crisis desde los “Esteros”

La crisis que enfrenta Cuba afecta mucho más a la comunidad, porque como diría María Galindo en uno de sus libros: “No hay libertad política sin libertad sexual”. La libertad política lo permea todo. Aun cuando se haya aprobado en Cuba el Código de las Familias la orientación sexual políticamente correcta sigue siendo la masculinidad del partido único. En comparación con Ecuador, por ejemplo, en Cuba sí tenemos las leyes, pero la sociedad no son solamente leyes y sí considero que Cuba sigue siendo muy conservadora. Cuba es una sociedad minusválida en lo económico, político y social. Por supuesto que eso hace ecos en lo ideológico y lo estético. Una sociedad que no respeta las libertades individuales, tampoco va a respetar las libertades sexuales y artísticas.

Yanier defiende que el pueblo cubano y por ende la comunidad está sujeto a la ideología dominante a la hora de conquistar derechos. “Si no eres comunista la tienes difícil, porque el disenso no es bien recibido”, afirma. Entonces, al hablar desde su diferencia, sus posturas ideológicas lo van a limitar a no ser escuchado, ante ello añade la excepción: “a no ser que seas un aliado del Cenesex y Mariela Castro o un gay militante del partido a lo Miguel Barnet y Nancy Morejón”.

Para este escritor cubano, la comunidad con Código de las Familias sigue y seguirá a escondidas en la noche besándose bajo los árboles y tratando de ser feliz o, en el mejor de los casos , si tiene con qué pagar, en los bares LGBTIQ+. “Falta mucho para que una persona trans esté de contador o contadora en el Banco Metropolitano de La Habana, porque incluso si eres gay se te impone el patrón de ser decente y fiel a tu pareja; moderadamente gay, digamos…”

Un pez que disiente en una bolsa de nylon

Ser gay, migrante y disidente es muy complejo, y más en Latinoamérica. Si acá te mueves en un ámbito intelectual, más allá del conservadurismo de estas sociedades, también se te mira mal por disentir del mito de Robin Hood que es la Revolución cubana. Las izquierdas intelectuales latinoamericanas tienen una defensa acrítica de Cuba, le agregan un aura de santidad en la que disidentes como yo no encajamos y por ende somos rechazados doblemente.

Nacer en Cuba te da el conocimiento del verdadero precio de la libertad, afirma.

Yanier tiene amigos que han viajado por el mundo y asumen la libertad como un derecho común y explica que ello no significa que la libertad plena exista donde sea menos en Cuba, sino que los cubanos no conocemos ni un pedacito de ella.

Es consciente de su privilegio por haberse movido siempre en ámbitos literarios o académicos. Sus amigos son mucho más abiertos en torno a su sexualidad, porque ha sabido rodearse de personas que le proporcionan esa seguridad; pero no deja de ser un migrante cubano.

He sido discriminado en Ecuador, incluso más que en Cuba, por llegar a un país como migrante. En muchos alquileres no me han aceptado por ser gay, por ejemplo. Siento que a los venezolanos los discriminan mucho más, pero ser cubano en Ecuador también te marca. En Cuba yo no sentía que fuera discriminado por ser de provincia, aquí, sin embargo, si existe el rechazo a los que no son de la capital y ser migrante cubano es mucho más complejo.

Freddy Maragoto: un animal de teatro

©Cortesía del entrevistado

Freddy dice que no iba a ser artista, como si esa posibilidad hubiese existido para él. En todo caso, debe estarnos diciendo que en la pubertad jamás se hubiera imaginado como un voraz animal de teatro, como se define hoy.

En el tercer año de la licenciatura en Lengua Española, tuvo que tomar una drástica decisión: o continuaba la carrera, y con ella la tarea de ir a realizar prácticas pedagógicas en Jagüey Grande, o abandonaba la universidad para continuar el teatro junto a la brigada Armando Bianchi, excompañero sentimental de la vedette Rosa Fornés.

Pidió una licencia que le fue negada y se decantó entonces por su incipiente y prometedora vocación. Treinta años después, Freddy Maragoto reconoce que no se hubiera hallado en ningún otro lugar que no fuera sobre las tablas, bajo las luces.

Freddy vive hoy en La Habana, aunque su infancia e inicios se hayan dado en la hermosa Matanzas.

Cuenta con diversos y prestigiosos premios de música y teatro, como son el añorado Premio Caricato de la UNEAC, el Premio Avellaneda, el Premio de Interpretación de la Canción Francesa y el Premio excepcional Adolfo Llauradó. Ha participado en numerosos festivales nacionales e internacionales y ha trabajado junto a diversos grupos de teatro como son El Público y El Teatro de las Estaciones.

¿Cómo dejas el camino hacia el magisterio y terminas en el teatro?

Para sorpresa mía, en el año [19]94 me presento a lo que es el Premio Caricato hoy. Una comisión iba viendo obras por todo el país así, y fueron a ver una versión que yo había montado, se llamaba Una Cucarachita llamada Martina, por supuesto, una versión de La Cucarachita Martina, pero era muy linda, porque era un homenaje al cine dentro del teatro. Nada, ¿quién te dice a ti que la comisión me manda un mensaje diciendo que yo tenía que ir a la UNEAC para la entrega de los premios? Yo, que no tenía estudios de teatro, totalmente empírico, me dieron una mención en ese festival. Ese fue un reconocimiento muy importante para mí. Ahí terminé de darme cuenta de que eso era lo que iba a hacer en mi vida, y a partir de ahí le puse mucho más ahínco, empecé a superarme poco a poco.

Pero, en realidad, yo empecé un poco antes, y bailando, en la compañía de Armando Bianchi. Como era flaco, muy flaco, un día me vi al espejo con esos trajes y dije, ¡qué va!, yo lo que quiero es cantar, porque me sentía musical, afinadito.

Mi hermano mayor, que es guitarrista, me acompañaba, y así yo empecé cantando boleritos, canciones de la trova que me gustaban mucho. Dígase canciones de Silvio, de Pablo, de Amaury, etcétera, Todo esto fue mientras yo estudiaba en el pedagógico de Matanzas, el Juan Marinello.  Me integré en ese entonces a toda esta brigada que se movía en el centro de Matanzas.

Estando ahí un día, en la Casa de la Cultura, hubo una convocatoria del grupo de teatro Papalote, que es uno de los grupos emblemáticos de teatro para niños de este país. René Fernández, su director, estaba buscando jóvenes actores interesados en el teatro para niños y de títeres con vistas a hacer un taller. Entonces yo me presento, y no solo me presento, sino que apruebo para estar en el taller, y no solo apruebo para estar en el taller, sino que cuando empezó, ese mismo día por la noche me hicieron llegar una nota diciéndome que René Fernández quería verme personalmente, y esto era porque no sé qué vieron en mí, pero le sirvió.

¿Cuáles han sido tus colaboraciones más importantes y tus momentos más gratificantes en el teatro?

La Fornés, la gran Rosita Fornés. ¿Sabes que yo canté con ella?  Pues sí. Eso fue un momento maravilloso.

Mis colaboraciones más importantes están desde que empiezo yo en Papalote, con el maestro René Fernández. En el año [19]94 fundo, junto a Rubén Darío Salazar y Zenén Calero (ambos, Premios Nacionales de Teatro) Teatro de las Estaciones, donde estuve 16 años. Con este grupo viajé a muchísimos lugares: México, Venezuela, Costa Rica, Francia; y obtuve mi primer Premio Caricato y muchísimos reconocimientos más, además de participar en eventos importantes a nivel internacional.

Yo amaba el teatro de Carlos Díaz y él me recibió con los brazos abiertos. Fue muy lindo, como si me estuviera esperando. Me dijo, ¡al fin!, al fin vienes a mí.

Fedra fue el primer personaje que hice allí. Montar aquella obra y ver a Broselianda Hernández, que compartía el papel conmigo, fue maravilloso. Ver también a Alexis Díaz de Villegas, ver a esas dos estrellas… para qué contarte. Eso es una experiencia que está en mi corazón y en toda mi alma. Que en paz descansen ambos.

Entre mis recuerdos más gratos también está haber participado en uno de los festivales de teatro más grandes del mundo, el Festival de Teatro Aviñón, en Francia. Según recuerdo, varios cubanos han ido como invitados, pero a actuar hemos ido muy pocos.

Hablemos de Freddy en sí, del Freddy gay. ¿Tuviste problemas con tu familia o con tu trabajo por tu orientación sexual? Hay que tener en cuenta que eran otros tiempos…

Yo nunca me he reprimido nada. Bueno, un tiempo sí, la verdad, un tiempo de mucho miedo. Tú sabes, la sociedad te lleva a eso.

Tuve experiencias desde muy jovencito, cuando estaba en el pre, en La Habana, pero sí, a pesar de eso había un miedo ahí, latente. Yo siento a mi mamá y se lo cuento a raíz de una relación muy linda que tuve, una relación que actualmente es una bella amistad. Y yo senté a mi madre. Me acuerdo poco de ese día, yo tendría 21 o 22 años.

Para serte sincero, no tengo ninguna queja de mi familia. Mi mamá en ese momentico sí se puso medio farruca, como decimos nosotros, medio triste. Pero recuerda que estoy hablandote del año [19]94. Pero mi madre me ama, y mis hermanos, que son cuatro, me aman igual, y jamás he tenido queja de nadie de la familia. 

En el ambiente laboral por otra parte, nada que ver. Cuando entré al teatro había tantos homosexuales que yo sentí que ese era el ambiente para mí: directores, actores, diseñadores. Muchos son hasta parejas desde hace décadas.

Era un ambiente donde podía explorar mi sensualidad  y desarrollarme incluso como el pájaro que uno es.

¿Tienes algún personaje en particular en el que hayas sentido más libertad?

Sí, por supuesto. Con el Teatro de las Estaciones yo hacía un personaje muy gracioso, que era el personaje de una lechuza. Pero esta lechuza tenía algo así como una doble personalidad, como una disforia, porque en muchos momentos se creía que era una cotorra. También tuve otro personaje, Fedra, que me hizo explorar toda esa alma femenina que uno lleva dentro. Imagínate tú, verte en escena vestida con un vestido y una chaqueta diseñada por Vladimir Cuenca. Bellísimo.

En el teatro jamás tuve conflicto por mi sexualidad, de hecho, pude desarrollarla en todo su esplendor.

Has estado también en cine y televisión, aunque has echado tu vida en el teatro. ¿Por qué?

Yo siempre lo digo, soy un animal de teatro.

Yo voy por la calle así, a veces pensando en el personaje, con la cabeza en las musarañas, como se dice. Porque es que empiezo a pensar en el personaje, en cómo lo voy a hacer, en la voz que le voy a poner. Tanto en teatro para niños como en teatro para adultos, en cualquiera. Yo disfruto desde eso hasta después parir todo: la relación con los demás actores, cómo se va descubriendo esto, descubriendo aquello, cómo se va armando todo. Ese proceso es muy rico, yo disfruto desde ahí. Los premios, bueno, los premios han sido muchos, pero esos pueden estar o no. Eso es algo subjetivo que igual agradezco muchísimo.

Ya después, cuando empiezas a poner la obra como tal, eso lo que vaya surgiendo según la interacción con el público. Generalmente he tenido la suerte de estar en compañías que han sido de mucho éxito, tanto Estaciones como El público, Teatro de la Luna o El Portazo. Entonces, esa hora cero, esa excitación, esa adrenalina, eso se vive solo en el teatro. Y es por eso que yo soy un animal de teatro, porque esa energía es lo que me mueve, aprovechar lo que pasa, y si quedó bien, perfecto, y si quedó mal, bueno, a la siguiente función quedará mejor. No hay nada como eso.

La televisión, te tengo que decir que no me gusta. He hecho muy poquitas cosas. El cine sí me gustaría hacerlo un poco más, pero, a decir verdad, tampoco le he hecho mucho hincapié. Me gusta actuar, me gusta exagerar, me gusta sobreactuar, en el sentido que te permite el teatro.

En el cine todo es mucho más chiquito. A mí me gusta lo grande. Del teatro lo que más me gusta es precisamente eso, la teatralidad.

Tú y yo somos de generaciones distintas. En materia de inclusión de la comunidad LGBTIQ+, cómo pudieras analizar el contexto cubano.

La Cuba de ahora es mucho más inclusiva que la de hace 20 años atrás. Yo no soy de la generación que sufrió la parametración, porque tengo 51 años, pero las historias terribles me rodeaban, llegaban a mí en anécdotas de personas muy cercanas, hombres homosexuales que tuvieron que casarse con mujeres para tapar la letra, y también conocí homosexuales que se casaron con lesbianas para vivir en comunión y evitar el asedio.

Tenemos ahora que ser más audaces todavía, porque también veo que hay mucha futilidad y bobería en el mundo del arte. Veo que muchas veces nos quedamos en la superficie, en lo banal, lo poco serio.

Hay que apostar por lo atrevido, pero también por lograr ese vuelo en materia de arte. Un vuelo de verdad y que incluya a todos, por supuesto. A los la comunidad LGBTQ+ que hacemos arte nos toca hacerlo bien, aunque muchas veces eso implique reinventarse. En mi caso, esa transición generacional de la que hablas, la he vivido lo más plenamente posible, sin remilgos. Haciendo teatro, sobre todo, que es al fin y al cabo para lo que estoy aquí.

Daniel Triana o el disenso en el escenario

©Cortesía del entrevistado

Daniel Triana se despertó un día cualquiera en La Habana y se puso una bandera multicolor al cuello. En medio de ese sueño a medias que proporciona el calor del trópico, cansado de tanto silencio, salió a las calles a pedir derechos por los suyos. En ese viaje miró mil veces alrededor y sacó de su cuerpo delgado la fuerza para incluir en su grito no solo el reclamo por los derechos de las personas sexodisidentes, sino también por el de los privados de la libertad primera: la ciudadanía.

Su trabajo como actor ha sido su mejor forma de reclamar. Para él ha sido una elección representar personajes de sexualidad no hegemónica de manera digna y cercana a la realidad. Generalmente se estereotipa en el teatro a la comunidad y eso es una forma de discriminación, por eso la mejor manera que tiene Daniel de aportar y denunciar conscientemente, es encarnar seres con dignidad, que rebasen la simpleza del estereotipo. La labor comunitaria de Triana y su familia es constante: cada fin de semana tiene lugar en su propia casa El Trencito, un espacio social y cultural que integra mediante juegos y arte a los niños del barrio.

Pienso que mi forma de influir a favor de la comunidad ha estado estrechamente ligada con mi trabajo. En El Portazo, por ejemplo, he sido parte de obras que llevan ese mensaje de inclusión y de la campaña tan fuerte que ese grupo hizo a través de la escena por el matrimonio igualitario. Recientemente tuve la oportunidad de escribir el texto de mi personaje en el nuevo cabaret del grupo, que es un personaje cuir y pude poner en su boca muchas demandas de la comunidad. Me vinculé también con la labor de colectivos como Afroatenas y Abriendo brechas de colores.

La generación que parte silenciosa

Ser una persona no binaria y de género fluido, “con mucha inconformidad social”, le ha llevado a ser activista. Triana se inscribe en una generación de artistas que a su modo de ver no le interesa demasiado politizar y denunciar. En esta no abunda la conciencia de la dimensión política de las demandas LGBTIQ+ y por eso ha decidido estar más presente. Actualmente se considera un ex activista, un vocal de esas demandas. Hizo activismo durante un par de años y considera que no es lo mismo ser activista LGBTIQ+ que activista por los derechos humanos. Él ha sido ambos:

Pienso que la principal traba para hacerlo es la desmovilización y que como no se trata de una democracia existen muchas limitaciones para ejercerlo con más libertades. Por eso, el activismo que sea implica luchar contra la falta de libertades de expresión y asociación, de división de poderes y democracia. Pero sobre todo debe lidiar contra los aparatos de la seguridad del estado que en esencia son contrarios a la libertad individual y, por ende, contrarios al activismo de verdad. Digo activismo real, porque con ello no me refiero a la propaganda y el activismo dócil que hacen en el Cenesex, que cumple su función, pero está afiliado a los intereses del gobierno cubano. Hablo de activismo libre, de ese que tiene que lidiar con mucha violencia proveniente del Estado- Partido.

Una persona cualquiera en la Cuba de hoy se levanta a luchar su sustento y el de su familia. Ese cubano o cubana de a pie tiene cientos de inconformidades políticas, subjetividades que le atraviesan, pero sabe que ponerse una bandera al cuello –como hizo Triana– puede costarle la tranquilidad. En cambio, ese cubano sueña con partir a un lugar donde un huevo o una botella de aceite no le roben el sueño. Si se trata de una persona blanca y de identidad de género heteronormativa, tendrá menos limitaciones. En cambio, la crisis, para la comunidad LGBTIQ+, no solo se trata de alimentarse e intentar migrar.

La crisis económica y de toda índole que hay en Cuba afecta sobre todo a las personas trans que deben hormonarse y dependen de la “caridad” del Cenesex o de los precios exorbitantes del mercado. A pesar de todo soy optimista, pienso que si logramos el matrimonio igualitario podremos lograr otras demandas, a pesar de que creo que, al no estar en democracia, la conquista de derechos es un proceso mucho más lento.

Monólogo de dignidad

Cuba es un país agridulce para quienes reclaman derechos. Para Daniel, la aprobación del Código de las Familias fue compleja, porque a los mismos que querían el matrimonio igualitario les llamaba la Seguridad del Estado para que no participaran en la marcha del 17 de mayo, ya que iba asistir la primera dama[2]. Se trata de una Cuba donde te puedes casar con tu pareja, pero no puedes marchar por la calle. 

El principal reto para la comunidad hoy debe ser luchar por los derechos de las personas trans. Ponerlas por delante, dignificarlas. Pero también sería democratizar Cuba para poder organizarnos mucho mejor. Actualmente el cambio es muy parcial, tenemos matrimonio igualitario pero no hay libertad de expresión. No somos ciudadanos todavía. Es triste decir esto, pero pienso que, en unos años, al igual que la mayoría de los cubanos, la comunidad LGBTIQ+ estará fuera de Cuba o deseando estarlo porque aquí no tenemos perspectivas de una vida digna.

El mismo Daniel que arriesgó su tranquilidad porque no podía callar, el mismo que salió a manifestarse un 11M, un 27N y un 11J. Ese que fue detenido y perseguido en diversas ocasiones y aún no pierde la voluntad de crear. Al que callaron y acosó la Seguridad del Estado tantas veces, encontró en su arte y en la labor comunitaria una forma de hacer por Cuba. Pero no es suficiente. Daniel, como muchos, anhela realizarse como persona y dejar de ser un ex activista.

Ava, Yanier, Freddy y Daniel tienen en común el arte. En un mundo “normal”, no tendríamos que estar hablando de sus luchas y reclamos por / para ser simplemente ciudadanos. En un mundo normal, tal vez Freddy sería solo un monstruo de teatro; Ava, una directora de cine; Yanier, un migrante que se metaforiza como un pez en una bolsa, y Daniel, un joven activista que en las noches deja su alma en el escenario. Pero en este mundo, en esta Cuba, no son seres normales, sino personas con derechos por conquistar y conversaciones incómodas pendientes. No obstante, el arte es para los cuatro un espacio de denuncia, una herramienta, un lugar performativo donde la monstruosidad se torna luminosa, porque en cuartetos de monstruos no entran los normales.


[1] Músico y productor cubano. [N. de Inc.].

[2] Liz Cuesta Peraza, esposa del dictador Miguel Díaz-Canel. [N. de Inc.].

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Manuel D La Cruz (La Habana, 1993). Músico y escritor. Sus inicios en la disidencia pública fueron asociados al Movimiento San Isidro. Ha colaborado en diversos medios independientes cubanos como El Estornudo, Tremenda Nota, Rialta, Yucabyte, y otros, moviéndose fundamentalmente en la crónica, el reportaje y el perfil.