Daniel Díaz Mantilla: Cultura y poder en Cuba: la recurrencia de una actitud

Autores | DD.HH. | 15 de octubre de 2023
©Emblema del PSP / Historia de Cuba

La relación entre las estructuras del poder político y el sector de la cultura en Cuba ha sido tensa casi desde el triunfo del Ejército Rebelde en enero de 1959. En los primeros años, cuando todavía no era visible una ideología oficial en el naciente Estado revolucionario y las facciones que contribuyeron a la derrota de Fulgencio Batista pugnaban por cuotas mayores de influencia, los conflictos entre ellas ganaban intensidad. El cierre o la transformación de las viejas instituciones y la creación de otras estaban signados por la disputa más o menos fogosa de las facciones que buscaban hacerse con el control sobre cada espacio. Muchos de los conflictos pasaban por el campo de la cultura, pues tanto los medios masivos como el arte y la educación eran vitales para legitimar la autoridad de los nuevos actores políticos. 

El Partido Socialista Popular, de orientación estalinista y bastante deslustrado ante los ojos del pueblo ―tanto a consecuencia de la Guerra Fría como por su espaldarazo a Batista y su crítica a quienes asaltaron en julio de 1953 el Cuartel Moncada― fue sin duda muy activo en el proceso, y acaso el que más definidas tenía una doctrina y una estrategia para «conducir» el trabajo intelectual. Su impronta sobre el curso de los acontecimientos que llevaron a la cristalización del Estado socialista en 1976 y que definieron el talante de sus nexos con la intelectualidad, desde el periódico Hoy, el Consejo Nacional de Cultura y la Unión de Escritores y Artistas fue enorme en los primeros años, como notables fueron también sus trances contra el Icaic, el periódico Revolución y su suplemento Lunes…, la revista Bohemia, los pintores abstractos, entre otros. 

Pero reducir tales conflictos a la rivalidad entre organizaciones sería ignorar la naturaleza de un proceso mucho más complejo, que pasaba por viejas rencillas personales y luchas internas dentro de cada tendencia política, por los pactos más o menos secretos entre ellas y por la presión que las potencias hegemónicas de entonces ejercían sobre un país embriagado con la victoria, aunque todavía herido por la dictadura y la guerra.

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