Yenny Hernández Valdés: ‘Flower Power’: una tautología desde el arte

Artes visuales | 23 de octubre de 2023
©Aimeé García, ‘Lluvia de ilusiones’.

Decía Henri Matisse que siempre hay flores para aquellos que deseen verlas; y es que las flores han sido eternas musas en el arte. Ellas se han convertido en contenido y continente, en soporte y símbolo desde las cuales se han articulado operatorias, lenguajes y técnicas en la praxis creativa. El poderío de su iconografía y su belleza natural reside en esa voluntad manifiesta de hacer(nos) explorar en las ramificaciones y en las pesquisas ontológicas de todo lo que ella encierra y, por ende, define.

No es sorpresa que su simbolismo exasperante haya cautivado el interés de artistas de todos los tiempos, quienes las han asumido como leitmotiv de sus inquietudes más introspectivas. Desde artistas japoneses inspirados en la flor de loto y la de cerezo, hasta los impresionistas cautivados por los efectos de la luz sobre las flores, llegamos a artistas como Vincent Van Gogh, quien encontró en los girasoles y su brillo la canalización de su abrumador mundo interior.

Precisamente, su vastedad alegórica activa en artistas y espectadores un caleidoscopio de emociones que resultan en tópicos y narratologías donde priman cuestionamientos existenciales y estudios analíticos y retinianos sobre sus formas, colores, texturas y significados. La flor ha dejado de ser un fin en sí mismo para convertirse, desde hace muchísimo tiempo ya, en un pretexto que no solo relaja la mirada en su esencia estética, sino también en provocar un andamiaje de asociaciones y emociones diversas que cobran forma a través del dibujo, la pintura, el grabado, la escultura, la instalación, la fotografía, la video-creación, la performance, el arte digital y cuantas operatorias de creación exploren los artistas.

Revisando con mirada inquieta y en retrospectiva, las flores constituyen un resorte diagramador a lo largo de la historiografía del arte cubano. Ellas han nacido desde la incertidumbre de un tiempo caótico en el que se tambalea hace años la estabilidad de los metarrelatos modernistas, o desde la inmensa variedad de discursos diversos en los que las flores parecen proponer estadíos otros, posibles quizás, en franca progresión con la crisis existencial del sujeto contemporáneo, ese que se nos muestra en perenne vigilia o enajenado completamente de su realidad.

Flores como metáforas de vida, esplendor y belleza a la vez que evidentes códigos de muerte, decadencia y angustia. Flores cual gesto crítico, lúdico y reflexivo que discurren sobre, por, del y desde el arte cubano. Flores virtuosas, dramáticas, lapidarias: todas resultantes de un análisis no solo de los códigos visuales sino también del contexto voluble y tembloroso que las rodea y les da cuerpo estético. Flores que gustan de evocar y de conmover, de provocar sugestiones cual suerte de intensificación sensorial. Encontramos en ellas verdaderos llamados a la emoción y la reflexión. Son múltiples las aristas que asumen las flores en tanto representaciones metafóricas de lo efímero y transitorio de nuestra existencia vital o de la inevitable conexión sujeto-naturaleza, de la elevación espiritual o de la fidelidad y el amor, de su exótica sensualidad y de su marcada alusión a la sexualidad, de lealtades históricas y de artilugios fértiles.

Independientemente de su carga narrativa o filosófica, de su acabado técnico o su degustación estética, las flores en el arte cubano devienen caldo de cultivo para poner sobre la mesa de discusión las impresiones, reflexiones y emociones de los artistas. A través de ellas se examinan la macro y microhistoria y sus fuentes de tensión a partir de una entropía expresada en clave contemporánea. Todo lo anterior se reúne, define y adquiere carácter en Juana de las flores, una agenda curatorial en la que se despliega una vasta y heterogénea psicología de la flor desde posturas y resoluciones tan disímiles como significados existen.

Además de ahondar en la personalidad crítica de las flores compendiadas en Juana…, esta suerte de cartografía a cargo de las curadoras Maybel Elena Martínez y Yahíma Marina Rodríguez, articula fabulaciones que si bien se intersecan en determinados puntos de un análisis más detenido, a la vez transversaliza nichos temáticos que se extienden desde la flor política, la flor muerte, la flor religión, la flor mujer, la flor sexo y la flor paisaje. Al interior de cada uno de estos núcleos temáticos se advierte una consecución de estados psicológicos que devienen en fragmentos dispersos de una memoria colectiva y una identidad craquelada. Se agolpan aquí conceptos y análisis vivos y cambiantes que potencian la multiplicidad de inquietudes y emociones que producen las flores en el afán por evitar respuestas definitivas, soluciones fáciles, saboreos retinianos per sé.

La disposición y acomodo museográfico de este mapa floral nos remite de un nicho temático a otro, no por rupturas absolutas sino por analogías y conexiones discursivas y visuales. La remisión nos lleva del origen de la flor, su esencia y deconstrucción formal más sintética al sabor de la muerte y la ansiedad del universo político, a la exuberancia y fragilidad femeninas, al aliento de religiones y creencias múltiples, al olor del paisaje y a la inmensidad de la madre natura. A fin de cuentas, nos remite al paradiso barroco de Lezama, a lo real-maravillo de Carpentier, al amor que desordena y enloquece de Carilda, al naufragio existencial de la Loynaz, a saborear con ánimo nostálgico la maldita circunstancia del agua por todas partes de Virgilio…

Juana… nos invita a disfrutar de una crónica aguda sobre la flor, en la que cohabitan y prevalecen ansiedades, purgaciones, dramas, que desde su representación y significancia transgreden su semántica primigenia para hacernos partícipes de un abanico colmado de matices críticos. De ahí que sus narrativas visuales y conceptuales resulten medulares para la conformación de un relato ontológico del arte cubano.

Las flores de Juana… curiosamente permiten entender un macro-contexto creativo en el que ellas han devenido en recurso manipulador y manipulado, irónico e ironizado, crítico y criticado, alabado y vilipendiado. Las propuestas generan asideros creativos en cuyas fronteras coexisten fortuna y zozobra, erotismo y violencia, pulsión de vida y de muerte. Se resumen aquí flores sociales y sexuales, melancólicas, románticas, nostálgicas; flores alegres, insípidas, tiernas, lúgubres; flores glamorosas, seductoras, kitsch; flores manchadas por el peso de la historia; flores que sangran por la herida social que permanece abierta; flores dictatoriales, invasoras, silvestres; flores ácidas, desechables, ríspidas; flores resilientes, residuales, camufladas; flores híbridas, mestizas, artificiales; flores utópicas, poéticas… Son flores que provocan todo tipo de escozor.

Es ahí, en ese rejuego mixtural de materias, simbologías y estéticas, donde se define la ganancia mayor de Juana de las flores: en la voluntad de erigirse cual up to date del discurso reflexivo y estético de la flor dentro del arte cubano; una operatoria curatorial cuyo levantamiento y visibilización de más de setenta propuestas artísticas solo nos reafirma cuán rica y diversa ha sido la apropiación y deconstrucción de la flor a lo largo del arte cubano.

Juana… nos propone reflexionar de manera enfática en el cuerpo iconográfico y simbólico de la flor y de los mecanismos metafóricos que entran en juego. Le toma la temperatura al símbolo flor en un nivel dramatúrgico y crítico más cerebral, y nos muestra un palimpsesto de microrrelatos exquisitamente hilvanados por una subjetividad rica en recuerdos, experiencias y angustias muy particulares.

Hay una especie de tautología confesada al interior de la narrativa de Juana de las flores que permite apreciar un poderoso matiz poético de gran pericia en el laudo de la sugestión. Precisamente, la línea curatorial definida, que organiza y diagrama, que estructura y pondera cada una de las propuestas aquí reunidas, potencia el enigma que constituye la flor en tanto anagnórisis subyacente en las narraciones creativas cubanas. Cada una de las piezas constituye una especie de testimonio desde un punto de vista (auto)crítico que devienen en episodios fragmentados de un mismo relato, es decir, de un mismo denominador común: las flores.

Septiembre de 2023