Guillermo Salas García: La memoria de un cubano ‘excluible’

DD.HH. | Memoria | 28 de octubre de 2023
©Luciano en la actualidad / Guillermo Salas

«Yo disfrutaba de la adrenalina de la juventud y no pensaba en las consecuencias de mis actos. No había cumplido los veinte y ya conocía la prisión y la emigración».

Quien así reflexiona es conocido en su barrio como “Lucky Luciano”, como el famoso capo italiano de las mafias italonorteamericanas del siglo XX. Le dicen así a Luciano Guach Núñez, su nombre real, porque este santiaguero de 56 años acostumbra a intercalar frases en inglés al estilo callejero de Brooklyn en su hablar cotidiano.

Guach, casi todos lo saben, fue “marielito” y «excluible», dos clasificaciones usadas después de la cirsis migratoria que en 1980 transformó el panorama de la emigración cubana hacia los Estados Unidos.

Luego de los sucesos de la embajada del Perú, en La Habana (asaltada por un grupo pequeño de personas y finalmente tomada por más de 10 mil personas, en una crisis que incluyó la muerte del custodio cubano de la instalación) el gobierno cubano abrió el puerto del Mariel como válvula de salida para los inconformes, venidos a buscar por familiares y amigos en flotillas desde el sur de la Florida.

En esa coyuntura, que terminó con la salida de cerca de 125 mil personas, las autoridades facilitaron el camino de la emigración a cientos de convictos, entre ellos Guach Núñez, a la sazón preso «por tentativa de robo con fuerza en una tienda.»

«Yo estaba preso en la cárcel de Boniato aquí en Santiago de Cuba», recuerda Luciano. «Luego me trasladan para la cárcel del Combinado del Este en la Habana, y a las 72 horas de estar allí nos llevaron para el Mariel, y de ahí salimos en una lancha repleta de personas hacia Cayo Hueso.»

Foto: EFE
©EFE

Una parte no desdeñables de aquellos «marielitos» no fueron tan bien acogidos en Estados Unidos, como sí había pasado con las oleadas precedentes de la emigración cubana. Muchos tomaron o continuaron el camino de la delincuencia como modo de vida. Se volvieron entonces personas «excluibles» para recibir los beneficios de una total integración en Estados Unidos y como resultado de negociaciones entre la administración de Ronald Reagan y el gobierno cubano, fueron enviados de regreso: 2746 ciudadanos.

Luciano Guach Núñez fue también uno de ellos.

¿Cómo fueron los primeros meses en aquel país?

Estuvimos recluidos primero en el Centro de Entrenamiento y Maniobras de Fort Chaffee, una instalación perteneciente al ejército en el estado de Arkansas. Aquel lugar me parecía un “campo de concentración” por la manera como convivíamos.

A los tres meses de estar allí, mediante la iglesia católica me trasladan al estado de Arizona. Nos explicaron que durante los once meses venideros nos conseguirían trabajo, que existía un fondo federal destinado a nosotros, para la alimentación, el estudio, la atención médica, etc.

Algunos de nosotros no aprovechamos las oportunidades que nos estaba ofreciendo el gobierno con relación al trabajo, y los siguientes cinco años la pasé sin preocuparme por legalizar mi estatus migratorio ni poner mis documentos en orden. Éramos una banda de hippies a bordo de una flotilla de Harley–Davidsons, recorriendo varias ciudades del país y viviendo al margen de la ley.

¿Cuál fue el delito por el que se te condenó?

Un matancero y yo robamos una joyería pequeña en Tucson, Arizona. Entre joyas y efectivo nos hicimos de más de cincuenta mil dólares. A los cuatro días hablamos por teléfono para vernos y repartirnos nuestras partes, sin imaginarme que aquella conversación telefónica el matancero la había realizado desde la estación de la policía. Lo habían capturado y había confesado todo el plan.

Pocos minutos después de colgar, sentí cómo entraba la policía en el tráiler donde vivía y me encañonaron con una pistola en la nuca. Fuimos sentenciados y mi condena fue de cinco años y siete meses. Cumplí prisión en Florence, conocida como las “Las cuatro paredes”, la cárcel principal de un complejo de trece instituciones penitenciarias del estado de Arizona.

¿Cómo recuerdas aquellos años en prisión?

Aquel tiempo en prisión no fue fácil, pero lo complicado radicaba en asimilar el paso del tiempo en la prisión, debido a que muchas cosas allí fluían con facilidad. Consideraba que era una situación más difícil que cuando estaba preso aquí. Es paradójico, pero cierto. Es decir, la comida no era mala, eso no era un problema, todo lo minimamente necesario para el recluso estaba disponible, y eso hacía que el tiempo pasara más lento, no había que andar inventando como aquí, las jabas de los familiares en las visitas, los cigarros. Todas esas cosas allí no significan un problema.

Por otro lado, no tuve graves problemas con otros internos, los cubanos de manera general somos respetados en las prisiones de Estados Unidos. En ese aspecto no hubo acontecimientos negativos de manera significativa ya que los 27 cubanos que estábamos allí nos hacíamos respetar ante las mafias que coexistían en la cárcel.

Sí, pero en el documental Los excluibles cubanos de la realizadora Estela Bravo, un cubano recluido en la prisión de Tera Hugs, (Indiana) no opina lo mismo…

Sí, claro que hubo casos de violencia, eso siempre pasa en las cárceles, pero te hablo de mi experiencia en Florence.

Luciano en un fotograma del documental Los Excluibles, de Estela Bravo
©Luciano en un fotograma del documental `Los excluibles´, de Estela Bravo.

En dicho documental se te ve bajar del avión que te trajo de regreso junto a otro grupo de cubanos. ¿Cuándo te declaran «excluible»?

Yo no estaba en la misma prisión de la mayoría de los que salen en el documental. Ellos cumplieron prisión en Atlanta, y a mí me trasladaron de Florence en Arizona al Correccional Federal de media seguridad de Talladega, (Alabama). En esa fecha, también estaba recluido en ese penal el General Manuel Antonio Noriega, ex presidente de Panamá.

En cierta medida fui afortunado, ya que a mí no me sucedió lo que a otros cubanos que estaban en prisión, que al cumplir su sentencia estuvieron cautivos, esperando entre cinco y hasta diez años por inmigración para ser enviados de regreso a Cuba.

Cuando cumplo mi sanción me dejan aproximadamente un mes más. Yo había hablado con un abogado para iniciar un trámite de reclamación y de esta manera ganar tiempo y legalizar mi status en ese país, sin saber que el servicio de inmigración se adelantaría a mis trámites contactándome en la cárcel e informándome que me regresarían para Cuba de manera inmediata. Por tal razón, es que me incluyen en ese vuelo pasado el mes y me regresan al país dejando sin efecto mi solicitud.

¿Cómo fue el proceso de reinserción social cuando regresas a Cuba?

Durante el tiempo que estuve en prisión me había hecho planes de recomenzar una vida ordenada en ese país cuando saliera en libertad, no obstante, cuando me informan que regresaría a Cuba me sorprendió la noticia, pero lo asumí con resignación y me dije: ya terminé de rodar, ya es hora de “sentar cabeza”, voy pa´ mi Cuba. Cuando llegamos a la Habana, las autoridades nos atendieron bien. Nos llevaron para el Combinado del Este a pasar la cuarentena y de allí, cada cual para su provincia. De Santiago éramos tres, Marcillí, ya fallecido, “La mota”, que aquí volvió a cometer delitos y obviamente regresó a prisión, y yo.

Yo me readapté rápido al sistema. Me ofrecieron trabajo y comencé en la cosecha de viandas en el campamento de Laguna Blanca en el municipio Contramaestre. Allí conocí a mi esposa y tras 22 años seguimos juntos y tenemos dos hijos. Gracias a ella “enderecé” mi vida.

Luego trabajé en la Empresa de Construcción e Ingeniería (Ecoing 21) durante 9 años en la provincia de Holguín, donde a pié de obra, perfeccioné mis conocimientos de albañilería, plomería y carpintería. Pasado ese tiempo regreso a Santiago e integro las brigadas del contingente constructivo Héroes del Moncada, y actualmente pertenezco a la Brigada de mantenimiento de la delegación Provincial de Salud Pública.

¿Alguna vez pensaste en emigrar nuevamente?

Sí lo pensé, cuando el éxodo de los balseros en el 94 esa idea me pasó por la mente. Pero recapacité y recordé que si el gobierno norteamericano me había declarado excluible, era muy probable que no pudiera entrar a ese país nuevamente. Además, ya me había casado y mi esposa estaba embarazada. Siempre había querido encontrarme una buena mujer para hacer familia, encontrar un trabajo y “quitarme” de  la vida que hasta ese momento había llevado. Ahora llevo 34 años sin cometer delito. Soy un hombre nuevo, un hombre de familia, un hombre de respeto.

Publicación fuente OnCuba, 2015