FreeCinema: ‘8A’ | Orlando Jiménez-Leal [Alejandro Ríos: Un documental para ver el castrismo sin filtros]
Hay capítulos de su disparatada y represiva historia que el castrismo preferiría borrar de la memoria colectiva. Como si nunca hubieran acontecido. De hecho, no figuran en los aburridos ciclos de efemérides y noticias porque no tienen aristas triunfalistas que puedan ser aprovechadas.
Casi todos esos hechos respondían a planes diseñados, de modo siniestro, por el voluntarioso dictador Fidel Castro, quien fue lo suficientemente presuntuoso como para colocar la llamada opinión pública entre los enemigos de su Revolución.
El glorioso éxodo del Mariel no ostenta filmografía en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), más allá de los noticieros que dirigiera personalmente Santiago Álvarez para mancillar a los refugiados de la Embajada del Perú.
Los actos de repudio y la ominosa manera en que fueron maltratados quienes aprovechaban la oportunidad única para escapar de ese infierno solo fueron ampliamente conocidos y expuestos cuando las víctimas arribaron a puerto seguro.
El Mariel es un capítulo de éxito para quienes lograron ser parte del éxodo, a la vez que reveló públicamente la naturaleza innoble y violenta de la dictadura con miles de cubanos que hasta 1980 la habían apoyado.
En 1971, el caso Padilla fue un parteaguas para la intelectualidad internacional cómplice de Castro y sus desatinos. Por suerte, en su afán por aterrorizar a la clase cultural cubana, el juicio alucinante de autoinculpación del poeta fue minuciosamente filmado, como una suerte de reality show y hoy gira por el mundo, que a veces no sale de su asombro, en forma de documental realizado por Pavel Giroud. Teatralidad estalinista y miedo se dan cita en las impactantes imágenes de El caso Padilla.
Afortunadamente el poeta de Fuera del juego no murió en un campo de trabajo, como otros de su misma condición en la otrora Unión Soviética, sino que terminó sus días en el exilio americano.
18 años después del affaire Padilla, en el verano de 1989, cuando ya incluso algunos de los intelectuales alejados de su admirada Revolución habían vuelto a comulgar con sus designios, el castrismo volvió por sus fueros con la llamada Causa número 1, donde un general considerado héroe nacional y sus cómplices, terminaron juzgados por narcotráfico durante un juicio que no solo fue grabado y editado, minuciosamente, para consumo de la nomenclatura gobernante, sino transmitido para todo el pueblo mediante resúmenes en la televisión nacional.
En 1993, el legendario director Orlando Jiménez-Leal, protagonista del primer incidente de censura en el ámbito cultural instigado por el régimen ―la prohibición del documental PM―, tuvo acceso a los videos transmitidos por la Televisión Cubana sobre el perverso juicio a los militares, con los cuales realizó el documental 8A.
Jiménez-Leal recrea dramáticamente la “fiesta” donde se conspiró para sustituir a los Castro, debido a su notable incapacidad de salvar al país del abismo económico y social a donde lo habían arrastrado sin piedad.
El caso también fue la manera radical empleada para limpiar la imagen de los hermanos Castro supuestamente ajenos a los negocios de sus servidores más cercanos con Pablo Escobar.
En el filme figuran, asimismo, las macabras vistas del juicio donde los principales acusados se autoinculpan, otros lloran o tiemblan y, cada vez que se presenta la oportunidad, mienten o se sacuden la tenebrosa condena a muerte que pende sobre sus destinos, mediante el chivatazo abierto, sin escrúpulos.
Se trata de un importante documental al cual habrá que regresar para ver, en vivo, sin filtros, el accionar del totalitarismo anunciado en las imágenes que Ricardo Vega incluyó en su filme Fiel Fidel (2011) sobre el juicio de delación a Marquitos Rodríguez.
Causan pavor las entrevistas al pueblo en la calle donde la mayoría aboga por el fusilamiento de Ochoa y sus adláteres.
Para desacreditar al “heroico” general en desgracia, el ministro de las Fuerzas Armadas lo califica de parlanchín, mientras Fidel Castro confiesa que ha estado ausente del gobierno del país por todo un año, atendiendo las necesidades y estrategias de la guerra en África, entre las cuales figuran el envío sistemático de caramelos y chocolates para los soldados.
Orlando Jiménez-Leal afirmó en una entrevista en referencia a Ochoa que era la segunda vez que el castrismo se ponía en evidencia con aquel juicio amañado. El otro fue el caso Padilla, “de una torpeza muy grave”.
Publicación fuente ‘Cubanet’
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