Adriana Fonte Preciado: ¿Quién recoge la basura en Cuba?

DD.HH. | 13 de mayo de 2024
©Joyme González

Llueve en La Habana. El agua se acumula en las calles más bajas de la ciudad y, a pesar de que la lluvia se parece un poco a la vida, los moradores piensan en otras cosas: el mar entrando por la puerta, los derrumbes del día siguiente… Piensan en las toneladas de basura que se disgregan por las callejuelas de la Habana Vieja o por las amplias avenidas de El Vedado.

Con la lluvia los vecinos se encierran huyéndole a lo que se ve; sin embargo, pocas formas hay de huirle a lo imperceptible: el agua dispersa los microorganismos, las larvas, la orina de las ratas, que es el medio predilecto de la leptospira, una de las principales causas de muerte por infecciones en Cuba. Crecen los criaderos de Aedes aegypti, colocando al dengue como el rey de nuestras endemias, pues viene superando los 3000 casos anuales (reportados) desde 2019. Crecen las sarnas, las micosis y otras enfermedades no solo humanas, cuya cadena de transmisión se rompe solo si las soluciones se abordan desde el Estado.

La lluvia, que no detiene sus estragos, se mezcla ahora con el líquido pestilente de los desechos orgánicos. A eso se le llama lixiviado, una sustancia altamente contaminante que se filtra, pasa al manto freático y de ahí a las aguas de la ciudad. La basura de las cercanías del Almendares ―incluido el basurero de 100 y Boyeros― vierte su lixiviado al río y, con ello, al mar. No es posible atravesar el Bosque de La Habana sin distinguir el olor, que empeora con los años.

El problema de la acumulación de residuos sólidos se extiende por todo el país. Si bien la cuestión sanitaria no es la que prima en estos debates, las toneladas de basura que produce la vida urbana ocupan el paisaje cotidiano y avivan la idea de la sobrevivencia en un país colapsado.

***

De acuerdo con la Real Academia Española, “desecho” es aquello que queda después de haber escogido lo mejor y más útil de algo; “residuo”, la parte o porción que resta de un todo. En inglés ambas palabras se engloban en waste. Cuando se intenta definir cada término para su estudio, nos enfrentamos a lo subjetivo: el que un objeto sea considerado basura depende sobre todo del criterio de su propietario.

Los centros urbanos tienen un gran problema para lidiar con la basura. En ello tiene mucho que ver la afluencia de la población rural hacia la ciudad, la presencia de industrias y empresas grandes o medianas, los ingresos per cápita con su efecto en los patrones de consumo.

Es un problema universal: según el Banco Mundial, los países con bajos ingresos eliminan más del 90% de sus desechos quemándolos o conformando vertederos al aire libre. En África, por ejemplo, solo se recicla el 5% de incontables toneladas de desechos.

La composición de la basura es diferente en cada región. Los países con altos ingresos generan más residuos secos disponibles para el reciclaje, como plástico, vidrio, papel, cartón y metal. En los países con ingresos medios y bajos (la mayoría del planeta) los materiales que podrían reciclarse representan solo el 16% del flujo de residuos, dato en el que influye el mal tratamiento a la hora de su clasificación. La gestión de los desechos también tiene un patrón determinado por los ingresos: los países empobrecidos suelen verter el 93% de sus desechos a cielo abierto, mientras que las regiones más ricas solo acuden a ese método en un 2% de las ocasiones.

Basándose en el volumen de residuos generados, su composición y la forma en que se gestionan, se estima que en 2016 se liberaron a la atmósfera 1600 millones de toneladas de gases de efecto invernadero, equivalentes a dióxido de carbono (CO2), a partir del tratamiento y la eliminación de residuos sólidos, debido principalmente al vertido a cielo abierto y a su evacuación en vertederos. Esto supone aproximadamente el 5% de las emisiones mundiales. Se prevé que, si no hay mejoras en el sector, las emisiones de CO2 relacionadas con los residuos sólidos aumentarán hasta 2600 millones de toneladas al año en 2050.

Globalmente se producen 0,74 kilogramos de residuos per cápita al día. Las tasas de cada país fluctúan entre 0,11 y 4,54 kilogramos. Los volúmenes de generación de residuos están correlacionados con los niveles de renta y las tasas de urbanización. El Banco Mundial considera que, en un escenario sin cambios, en 2050 se generarán 3400 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos. Luego de estimar sus desechos en aproximadamente 0,99 kilogramos per cápita al día, se pronostica que la cantidad total de residuos originados en los países de renta baja, incluida la región de América Latina y el Caribe, aumente más de tres veces de aquí a 2050.

***

El vertedero de 100 y Boyeros es, sin dudas, el más famoso del país y el más grande, con algo más de 40 años de explotación. En él reposan 52 millones de metros cúbicos de basura; alcanza los 25 metros de alto y 105 hectáreas de extensión. Surgió a pocos kilómetros del corazón de la ciudad, luego de que casi fuera olvidado el vertedero de Cayo Cruz, una de las principales fuentes contaminantes de la bahía de La Habana.

Si tenemos en cuenta que una tonelada de residuos sólidos produce al menos 200 metros cúbicos de gases de efecto invernadero en una proporción de, aproximadamente, 48% de metano y 52% de dióxido de carbono; que quemarla equivale a 6000 metros cúbicos de humo; que 200.000 toneladas de basura anual emiten alrededor de 24.000 millones de metros cúbicos de gases en 20 años; y que el contenido altamente tóxico de las cenizas volantes aceleran el metabolismo del cáncer, causan problemas de fertilidad, dermatitis, afecciones respiratorias y demás patologías, estamos ante un problema de salud pública que atañe a todos.

Solo La Habana genera entre 20.000 y 25.000 toneladas de residuos diariamente. Siempre se dice que las ciudades del “interior” son más limpias que la capital, y es lógico, al ser menos gentrificadas y agitadas. Sin embargo, el bulevar de Baracoa, la calle Real de Pinar del Río, el parque Céspedes de Santiago de Cuba, el parque Vidal de Santa Clara y el malecón de Cienfuegos, famosos por sus limpios recorridos, también se han visto alcanzados por la desidia, la falta de combustible, la dejadez de los gobiernos locales.

El Estado cubano reguló el uso de los recursos naturales a partir del artículo 27 de la anterior Constitución, de febrero de 1976. Ese mandato fue complementado por la Ley 81/1997, “Ley de Medio Ambiente”, que brinda los principios y normas generales que rigen la actividad, y por disposiciones complementarias de diferentes rangos jurídicos que contienen las normas sustantivas específicas y las normas adjetivas para cada esfera de protección. Esta tuvo su antecedente en la Ley 33/1981, “Ley de protección del medio ambiente y del uso racional de los recursos naturales”.

Pero los desechos sólidos, conocidos comúnmente como basura, no son tratados de forma explícita en la Ley 81, aun cuando en uno de sus artículos se recogen algunas prohibiciones al respecto; su regulación fue dispuesta en el Decreto Ley No. 54, “Disposiciones Sanitarias Básicas”, dictado por el Ministerio de Salud Pública el 23 de abril de 1982, donde él mismo queda encargado de velar por su cumplimiento.

Dichas normas estuvieron más bien encaminadas a orientar las actividades de control higiénico-sanitario y epidemiológico en el país, por lo que abordan lo referente a los desechos sólidos y aspectos como las regulaciones relativas a los cementerios, los restos humanos y el proceso de cremación. Justo sería señalar que aunque estas Disposiciones no son específicas de la esfera de protección ambiental, marcaron un hito en cuanto a su custodia legal.

Entre otras normas que regulan la recolección de desechos encontramos el Decreto No. 201 del 13 de junio de 1995 y el Reglamento para el Ornato, la Higiene y los Servicios Comunales en La Habana, aprobado en 2023.

Los residuos sólidos tienen también su espacio en la Estrategia Ambiental Nacional (2007-2010), dictada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente con fecha 21 de marzo de 2007. Documento rector de la política ambiental cubana donde se establecen los principios de este quehacer a nivel nacional, la Estrategia caracteriza los principales problemas ambientales del país y propone las vías e instrumentos para su prevención, solución y minimización, con vistas a hacer un uso racional de los recursos naturales y a alcanzar las metas de un desarrollo económico y social sostenible.

Cabe mencionar también la Ley No. 41/1983, que en su artículo 65 establece la competencia del Ministerio de Salud Pública para dictar medidas relacionadas con el control sanitario del ambiente, así como con la prevención y el control de los residuales sólidos. La nueva Ley de Salud Pública repite las disposiciones medioambientales de la anterior legislación y estrena un concepto que hoy ocupa las mesas de debate de la Organización Mundial de la Salud: “una salud” (One Health). Este da nombre a una estrategia global que busca la colaboración interdisciplinar en el cuidado de la salud de las personas, los animales y el medio ambiente, con el fin de poder elaborar e implementar programas, políticas y leyes más efectivos.

En diciembre de 2022, previo al Segundo Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su X Legislatura, el Consejo de Ministros decidió que serían los municipios los encargados de implementar sus propios métodos para el manejo de los servicios comunales y la recogida de desechos sólidos (incluidos los servicios necrológicos), y sustituir las Direcciones Provinciales de Servicios Comunales por las Direcciones de Patrimonio y Construcción, adscritas a la gobernación provincial. En resumidas cuentas: que cada gobierno local se encargue de su propia basura.

De tal manera, muchas provincias usan equipos de tracción animal, camiones y carros Ampliroll, algún buldócer o retroexcavadora, cuyo destino no es otro que la acumulación de los desechos en algún rincón oculto de la ciudad. Oculto tal vez al propio Gobierno, no así a la gente que vive alrededor de los grandes basureros locales, a quienes se les llama amablemente “convivientes indirectos de la basura”: ella constituye su sustento económico, la dinámica de su existencia, y, muy a nuestro pesar, esta simbiosis es fundamental para la vida útil de la basura.

Pero tampoco esta medida bastó para aliviar la podredumbre. La prensa local y las redes sociales llevan años llamando la atención sobre los microvertederos que crecen en las esquinas, la negligencia que los nutre, los roedores que se cuelan en las casas, el mal olor y la contaminación que derivan de ellos. Más allá de la ley escrita, los carretones dejaron de pasar cada 72 horas, como estaba establecido, y los “ampliroles” podían esperar semanas rebosantes de desechos, escombros y restos de la poda de árboles.

[Para seguir leyendo…]