Ramón Fernández Larrea: Me matas si no trabajo y si trabajo me matas
El gobierno cubano –no les gusta que lo califiquen de dictadura– ha dado un paso más en su camino de acabar de hacer feliz a su pueblo. O, por lo menos, de acabar con él, y ya lo de ser felices o no lo deja a la consideración personal de cada cual, o de la prensa extranjera, esa que paga la CIA.
El himno nacional, la canción más patriótica de la isla, que conmueve más que un tema de Raúl Torres o del dúo Buena Fe, a pesar de tener ya muchos años de compuesta, dice en uno de sus versos que “morir por la patria es vivir”. Teniendo en cuenta ese deseo, que se convierte en designio y aspiración, la dictadura de Cuba –ay, perdón, se me fue– ayudará a vivir a todo el que las autoridades decidan, porque ha puesto la pena de muerte más cerca del ciudadano común, ahí, al alcance de la mano, al cantío de un gallo, para los que vivan en el campo.
Pues sí, señores, la dirección de la revolución cubana, la más bonita, la más humana, se ha sacado de la manga, de lo que le queda de manga, (que es extraño, porque siempre mangó y mangoneó, porque su objetivo era mangar) la amenaza más fuerte, la más rotunda, la que más amedrenta: la muerte, llamada popularmente “tafia”, “ñámpiti”, “chaveta”, “darle baja en la Oficoda” o “cantar el manisero”, que parece estar reservada para el sector de la cultura. Ya que no puede garantizar la vida, se esforzará por ponerte la pelona en bandeja, como ya hicieran, de modo experimental y selectivo, en varios momentos de la historia más reciente.
Lo que nadie ha aclarado es si la repartición de la pena de muerte será pareja o volverá el régimen a sus andadas, beneficiando a sus más cercanos seguidores. Eso molestaría mucho a la población, harta de ver favoritismos y privilegios en la casta gobernante. Ojalá aclaren pronto ese acápite, porque alguien se decapitará por el acápite, y acá paz y en el cielo, gloria. Si quieren dar un ejemplo de justicia, justeza y democracia, que no maten solamente a los de GAESA.
Lo que sí no se permitirá, según la cúpula que copula a los cubanos que quedan en el país, serán expresiones de poco cariño hacia la revolución y protestas por hambre y falta de fluido eléctrico. Cuando uno tiene hambre, se queda en su casa, porque se supone que está muy débil y el cuerpo no soportaría gritar, caminar y brincar. Y sin luz, tampoco, que los compañeros de la Seguridad del Estado y la policía no los distinguen bien en la oscuridad y no se les puede responder como merecen: con la paciencia y el respeto que la revolución tiene acostumbrado al pueblo. Esas revueltas son organizadas por el enemigo, que sabe que el bloqueo tiene irritada a la población, que sufre muchas carencias. Carencias que van desde alimentos y medicinas hasta explicaciones inteligentes por parte de sus dirigentes.
Por eso vuelve a flotar sobre Cuba linda y Cuba hermosa la figura de la pena capital, que se aplicará lo mismo en la capital que en cualquiera de las 14 provincias, incluyendo las costas y el municipio especial de la Isla de la Juventud, que es el más cercano a la mafia de Miami (ah, no, es que tenía el mapa al revés).
Se ha activado la figura legal del desacato, que es cuando una autoridad te dice una cosa y tú haces el caso del perro, no importa que no lo entiendas o seas sordo. Desacato y bien. Es un delito que inventó un guantanamero que quiso decir “desatasco” y al Minint le gustó. Y la otra figura que se activa, porque estaba pasiva, es la de “sedición” (no confundir con “sedación”, que eso ya no lo hay en los hospitales), que no es, como muchos compañeros de las PNR piensan, cuando la gente tiene sed, sino cuando la revolución peligra y pueden llegar las tropas especiales. Hay otras figuras importantes, pero son figuras decorativas, como el primer ministro Marrero y el presidente Miguel Díaz-Canel, a los que no se puede juzgar y condenar.
Y que nadie se asuste, y si se asusta, que pida el parole para el pírele, pero la revolución tiene derecho a defender sus logros. Y si alguien no los ve, que vaya al oculista. Pero vienen más cosas, para que vean que no estamos jugando. Hay otras tipificaciones, como esta que ponemos: “El delito de desobediencia, del que el régimen suele acusar a activistas, periodistas independientes y ciudadanos comunes críticos con el sistema, ahora pende también como una espada de Damocles sobre quienes no trabajan ni estudian”.
Mucha paciencia han tenido nuestros dirigentes con gente que no aporta nada, sino todo lo contrario y viceversa. Nuestros dirigentes no tendrán inteligencia, pero sí tienen la suficiente paciencia y convicciones, y con eso y un saco de arroz se puede empezar a construir el socialismo, o lo que salga. Y que nadie venga a justificar su falta de apego al proceso con falta de información, porque el Granma, aunque se quede en una sola página, va a informar a la población. No se equivoquen ni lo sigan usando de papel para el baño. Porque el Partido está dispuesto a cualquier sacrificio y, si hay que usar el papel higiénico para imprimir el Granma, pues se usa, cosa que no hacen en USA.
Esta información apareció en ese órgano y no vale la pena explicarla: la persona que «reiteradamente desobedezca o incumpla las medidas que le hayan sido impuestas en forma legal por las autoridades competentes, o las advertencias realizadas como consecuencia de la inobservancia de las adoptadas por el órgano o entidad encargada de la prevención social incurre en el delito de desobediencia».
Ya saben, habrá consecuencias por la inoperancia e, incluso, la inobservancia, y el que no adopte, poco aprieta. Y al que no le guste la revolución, lo pasamos por las armas, aunque por ahora no podrá fusilarse a nadie porque hay que ahorrar balas. Ni se aprueba tampoco la horca, pues la poca soga que nos queda se va a utilizar cuando aparezcan algunas vacas. Y para qué hablar de la silla eléctrica, si solamente de mencionarla deja de funcionar otra termoeléctrica, así que al régimen le quedan cada día menos opciones por culpa del embargo o bloqueo, que no permite ni matar en paz, como se debe.
No olviden que, “según el Artículo 13 de la Constitución de la República, el Estado debe «garantizar el cumplimiento de los deberes constitucionalmente establecidos». Y entre esos deberes no está el comer, así que hay que trabajar en lugar de protestar. El gobierno no tendrá balas, pero sí conserva un par de muros para llevar a cabo su tiradera. Y el que merezca no estar vivo, pues, ya sabe. Tafia y más tafia.
No van a estar gastando los alimentos que necesita la población, sin hacer nada, en una cómoda celda de una prisión cubana, dándose todos los lujos, bien cuidados y protegidos. Toda esa comida servirá para otros menesteres, como que se la lleven los guardianes para sus casas.
Sedición, desacato y desobediencia. Y si no se le puede matar enseguida, pues se espera. Total, hay gente que ya ha esperado hasta 65 años para eso.
Publicación fuente ‘ADN’
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