Observatorio De Derechos Culturales: Bajando la bulla: El ‘underground’ en Cuba

DD.HH. | Música | 13 de junio de 2024
©Revista Cartel Urbano

En la tarde-noche del jueves 23 de mayo dio inicio en La Habana un proyecto artístico independiente que contemplaba tres presentaciones de creadores del underground rapero, rockero, trovero y del tatoo cubanos. El evento se inscribe dentro de la iniciativa internacional MELAH (Movimiento de Expresiones Latinoamericanas de Hip-Hop), proyecto de la plataforma Cartel Urbano, orientada a promover y conectar a exponentes de la cultura alternativa latinoamericana. 

René Díaz El Elokuente, se ocupó de coordinar una parte de la presencia de los raperos, junto a otros jóvenes que asumieron roles de producción y demás gestiones necesarias. En el Bar Fellini, ubicado en Miramar, uno de los enclaves citadinos más cotizados de la capital y donde se ha refuncionalizado lo habitacional como emprendimiento privado desde la década de los noventa, se reunieron bandas de rock, punk o progresivas, raperos noveles y consagrados, exponentes del spoken word, jazzistas, y otros artistas alternativos.

Desde el inicio se dijo: «Tú canta lo que te dé la gana. Si ellos quieren que censuren… Se creó un espacio de libertad», refiere El Elokuente al Observatorio de Derechos Culturales. Todo iba bien durante la primera jornada, cada uno hizo lo suyo y, aunque estuvieron presentes las alusiones a la situación del país, no hubo sobresalto, hasta que un personaje salido del público subió a escena en el momento de los poetas que hacían spoken word con fondo de los jazzistas. Resultó ser el cantautor oficialista Ray Fernández, ampliamente conocido por su rol de artista-comisario al servicio de la institución cultural en el país. Se trata del mismo que hace muchos jueves trepidó al Diablo Tun Tun de la Casa de la Música, también en Miramar, cuando nos devolvía al batey agroalfarero y como buenos taínos respaldábamos su dictamen psiquiátrico del cacique delirante Fidel Castro.[1] Olvidado el areito compartido, procedió como funcionario y el ambiente se enrareció. Sin rastro de lírica urbana consiguió molestar a los asistentes y al elenco lanzando insultos mal velados y la proclama no solicitada, en una jerigonza-manifiesto de su apego ideológico al marxismo.

Se hizo evidente que el desentono cumplía un encargo específico hasta para quienes no lo conocían. También muchos habían notado la presencia parapolicial afuera del establecimiento. La respuesta artística llegó en modo spoken word y la metáfora de una anciana desvalida y maltratada llamada patria pareció dejar sin recursos al agente de choque. Sin embargo, el dueño del local ya estaba alerta. Era previsible para creadores acostumbrados a la secuencia de la proscripción que no se concretara el final planificado. Osvaldo Navarro Navy Pro describe la atmósfera como de «forzada normalidad».

Llegó el viernes. Mientras los frikis y raperos subían los decibeles contestatarios, les bajaban los sonoros. A pesar de ello, la pista se calentó en otro resquicio de libertad artística.

Para el cierre estarían los ya marcados, los que tienen número de expediente en los registros del Departamento de Seguridad del Estado (DSE), algunos de ellos leyendas vivas del MC nacional. Sus nombres no se agendaron abiertamente, lo que no impidió que se filtrasen. Otra vez Soandry del Río HDC, Humberto Joel Cabrera Papá Humbertico, Etián Arnau Lizaire Brebaje Man, Navy Pro y El Elokuente fueron cancelados. Alguien cercano al dueño comentó que a este lo llamaron para advertirle que bajo ningún concepto se podía realizar el tercer día, ya que habían exponentes que no debían cantar, según comentó Soandry al Observatorio de Derechos Culturales.

Nuevamente se frustró el intento de correr los límites, aunque sin el aparataje represivo convencional. No hubo detenciones, tampoco han trascendido citaciones para entrevistas (interrogatorios), y evidentemente se personó un suplente de la policía política que bien puede intercambiar la credencial de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) con la que permite acceder a las oficinas de Villa Marista. 

Sin subir el perfil

Aunque este incidente incrementa la ya extensa memoria represiva de la política cultural del Estado cubano, vale analizar la metodología implementada después de la atomización del sector independiente, que consiguió pausar el cierre total de los canales de expresión artística, proyectado a través de recursos paralegales como el Decreto-Ley 349, por citar un ejemplo.

Si bien es cierto que se frustró el final de Forma tu Bulla, quedando fuera las presentaciones de íconos del hip-hop cubano, se cumplió con la mayor parte del programa. Venciendo la incertidumbre, minuto a minuto, y a la espera de otro trovero esquirol, se llegó a completar hasta una segunda noche.

La irrupción de agentes de civil o policías uniformados no existió, tampoco fue necesaria. Nadie bajó de la patrulla o del auto de seguimiento de la Seguridad del Estado. Entre el «delegado-artista», facultado para clasificar como mercenarios a los creadores con un discurso divergente del suyo, y el hecho de ocupar un espacio de procedencia y gestión inexactas, como otros tantos que se abren paso entre las confusas redes clientelistas que imbrican al poder político, empresariado emergente y artistas permitidos, prácticamente quedó resuelto en silencio el tema de este posible germen de resistencia cultural.

No corren tiempos de operativos conjuntos para arrestar raperos antes del concierto en una azotea, en un bar de Miramar las cosas se arreglan de otra manera. Ni siquiera hay vecinos que enterar. Sacadas las cuentas y efectuado el balance de la embestida frontal contra el movimiento artístico disidente más reciente, es evidente el cambio de estrategia para reducir, más bien acallar.

Sabido es que muchos de los artistas e intelectuales devenidos activistas de derechos culturales y sociales que destacaron con fuerza en el último decenio, no pretendían el liderazgo político. El acoso tenaz y frontal de los órganos de la Seguridad del Estado, en medio de una situación comunicacional cada vez más favorable al tráfico de información, promovieron los perfiles que la propia Inteligencia definía. Sin querer, los censores actuaron como propulsores de esa generación de creadores con marcado arraigo popular, entre los que sobresale el rapero Maykel Osorbo.

El fracaso del modelo político cubano también significa agotamiento de su capital simbólico, cuyo vacío ha sido ocupado por voces de la sociedad civil cuya prevalencia en el referente colectivo debe bastante a la entereza de su reacción ante la arbitrariedad. Exilio, destierro y cárcel son palabras con peso histórico, van de la mano de la injusticia y el abuso, así nacen los héroes y con ellos las causas encuentran su camino. Por ahora, hay suficientes artistas presos. Todavía queda juventud en Cuba, sin protagonistas se diluye el sentir del grupo.

El miedo al rap

El hip-hop ha dado bastantes dolores de cabeza al oficialismo. Llegado por diversas vías durante los duros años del Período Especial, devino canalizador de la frustración irreverente de jóvenes que, en su mayoría, provenían de las capas más postergadas del entramado social cubano. Ellos se hicieron solos, determinan sus compromisos y no acumulan adeudos al Estado.

Desde el festival de Alamar, el Puños Arriba, entre otros, se dispersó el género por todo el país sin que la operación ACR (Agencia Cubana de Rap) lograra institucionalizar al movimiento. Por el contrario, el rechazo a los intentos de instrumentación desde ese enclave censor lo sumen en la inoperancia y el sinsentido hasta hoy.

El circuito underground ha juntado desde siempre a los independientes. La cultura hip-hop es barrial y, por tanto, inclusiva como nuestra convivencia. Si en los inicios las distancias entre los frikis y raperos podían delimitarse fácilmente, cada vez más la precariedad compartida ha impuesto el vínculo. En el parque G tuvieron que acomodarse los que ya no tenían Patio de María, los que llevaban guitarra, los MCs y todos lo que cupiesen, y cuando el hostigamiento policial les fue quitando hasta el derecho al aire decidieron marchar por la no violencia.[3]

Esos focos donde la democracia germina espontáneamente son cíclicos, aparecen como escapes a la presión impuesta. En ese momento es que el comisariado cultural desempeña su verdadero rol, induciendo a la asimilación por la vía de la recompensa, a la par que cancela a los ya perfilados.

Pasados más de veinte años desde que la Asociación Hermanos Saíz, presidida por el actual ministro de Cultura Alpidio Alonso, usurpara la organización del festival de Rap de Alamar, a más de diez de la Marcha por la No Violencia, a casi una década del cierre del Puños Arriba, a punto de cumplirse tres años de la explosión popular más significativa de la historia de Cuba,[4] por la que permanecen cientos de presos políticos en las cárceles generosamente distribuidas por toda la geografía nacional, entre ellos casi una veintena de artistas, en su mayoría raperos, se justifica el pánico del poder ante la reunión de la comunidad de MCs cubanos.

Esta vez la bulla se oyó bajito. El poder forzó al silencio, con control de un tipo de espacio «privado» que en la práctica extiende y profundiza la asfixia estatal sobre el individuo. La rentabilidad define su existencia, y esa la determina la policía política, sabedora de que la confrontación abierta lastra la apariencia necesaria para atraer recursos provenientes de las democracias solventes. 

No obstante, el artista-agente suele ser de poca rima. Las tonfas han marcado espaldas de frikis y raperos por igual, sin contar que el rap es guerra[5] y los bares y mipymes del people to people[6] con cuentas en USA no están hechos para aguantar una batalla cultural sin munición de talento.


Notas:
[1] Se refiere al tema Lucha tu yuca, con el cual el cantautor Raymundo Fernández (Ray) se dio a la fama a inicios de los 2000, y que parte de la analogía entre el estadio precolombino y la actualidad cubana con evidente intención de crítica social.
[2] Rapero Skiudys Bueno Duany, un consagrado de la escena rapera nacional.
[3] El 6 de noviembre de 2009 un grupo de jóvenes artistas, intelectuales y activistas que confluían fundamentalmente en el parque G, organizaron una marcha pacífica para demandar el cese de la violencia contra la sociedad civil.
[4] Los días 11 y 12 de julio de 2021 se produjeron en Cuba las manifestaciones antigubernamentales más numerosas que se conocen. Pasaron a la historia como el 11J.
[5] Alude al tema El rap es guerra, compuesto en 2010 por íconos del género urbano como Aldo Rodríguez Baquero y Bian Rodríguez Gala, AldeanosPapá Humbertico, Yoandy González Marrero El Discípulo y Anderson Ibáñez Justiz El Profesional. Grabado en el legendario Estudio Real 70, ha devenido lema del movimiento rapero cubano.
[6] Categoría implementada por el Departamento de Estado norteamericano para otorgar licencias de viajes a Cuba bajo el argumento de fines educativos.