El lugar es un homenaje a la nostalgia por los lazos de la isla con la Unión Soviética durante la Guerra Fría, cuando Moscú era la principal fuente de comercio y asistencia y cuando cientos de miles de cubanos viajaron a Europa Oriental como estudiantes, artistas y diplomáticos. «Para muchos de ellos fue la primera vez que salían de la isla. Tienen nostalgia del tiempo que pasaron allí, de los sabores que experimentaron por primera vez», dijo Gregory Biniowsky, un canadiense de 45 y de origen ucraniano a quien se le ocurrió la idea y la hizo realidad con tres socios cubanos. Para seguir leyendo…
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