Orlando Gutiérrez-Boronat & Daniel Castropé: El testimonio de un prisionero de guerra cubano en Ucrania
A miles de kilómetros de su hogar en Guantánamo, Cuba, Frank Darío Jarrosay Manfuga, un maestro de matemáticas y músico de 35 años se encuentra en un centro de reclusión ucraniano como prisionero de guerra “ruso” en un conflicto que nunca buscó.
Su historia, recopilada en exclusiva para DIARIO LAS AMÉRICAS por Orlando Gutiérrez-Boronat, secretario nacional de la Asamblea de la Resistencia Cubana (ARC), es un testimonio tangible de cómo la dictadura cubana envía a sus ciudadanos como carne de cañón al frente de batalla para servir a los intereses de Rusia.
Jarrosay Manfuga asegura no llegó a Rusia buscando la guerra. Argumenta que huía de “la pobreza, la falta de libertades y el control asfixiante del régimen castrista, que se adentra en cada aspecto de la vida de los cubanos”. Se le presentó lo que en esas circunstancias evaluó como “una oportunidad de progreso”, un trabajo que resultó ser un contrato para luchar por un régimen autoritario que poco le importaba su bienestar, según su relato.
«Vine aquí por necesidad», subraya el guantanamero desde una prisión ucraniana, confesión que refleja la razón que impulsó a miles de jóvenes cubanos a aceptar la promesa de un futuro mejor. Muchos, como él, fueron víctimas de supuestas ofertas de trabajo y terminaron luchando en una guerra que no les pertenece.
Cuba y el eje de Putin
La dictadura de La Habana ha sido un aliado estratégico de Rusia durante décadas, brindando apoyo logístico, inteligencia y personal militar para sus operaciones. Así ocurrió en los 1970 y 1980 en países de África, en donde el número de cubanos enviados a combatir es impreciso, pero supera los cientos de miles, de los cuales muchos murieron y ni siquiera sus cuerpos fueron recuperados.
En la guerra contra Ucrania, aunque el régimen funge en el hemisferio occidental como difusor de falsa información sobre la realidad del conflicto e intenta mantener una fachada de neutralidad, la realidad es que ha enviado a miles de jóvenes cubanos como mercenarios a combatir del lado del ejército ruso en esa guerra de ocupación, contrario a la narrativa de país defensor de los derechos humanos con la que se presenta ante foros internacionales.
«El cubano pasa mucho trabajo, y que te pongan en un lugar como este, con todo tipo de alimentos y promesas, y uno dice: esto es sólido. Pero cuando uno firma el contrato ve la vida diferente», comenta Jarrosay Manfuga, mientras describe el panorama que se encontró al llegar a Rusia.
La realidad de la guerra le golpea con fuerza. «Cuando vine aquí me sorprendió la guerra. Me dijeron ponte el uniforme, ve aquí y dale para adelante», recuerda.
El impacto de su experiencia en el campo de batalla se aprecia cuando describe con voz temblorosa, «vi cuatro cubanos morir en un bombardeo que hicieron los ucranianos. Eso fue el domingo 14 de febrero, tengo que ver el almanaque, tal vez la mente me falla. Pero también vi morir 15 rusos. Todos eran jóvenes. Esto ocurrió en un bombardeo ucraniano contra una base rusa en Donetsk».
Su testimonio confirma la realidad. No solo son explotados y manipulados por el régimen que los envía, sino que también son expuestos a una guerra en la que no creen y por la que no reciben ningún beneficio.
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