Rafaela Cruz: Cuba y el circo del terror

DD.HH. | 11 de septiembre de 2024
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«Vengan, vengan a la feria de los tontos, ya comienza el circo pronto», cantaba Carlos Varela sin conocer el relajo de las cuentas fiscales 2023 que, tristemente, apuntan a que la situación no mejorará a corto plazo en Cuba, pues el Gobierno sigue haciendo lo mismo que nos ha traído a esta ¿crisis? ¿debacle? ¿genocidio?

Cuba es un circo gore cuyo espectáculo principal es este Gobierno sádico que asesina con morbosa brutalidad a un país atado y amordazado, mientras le musita al oído «estos hotelitos son buenos, admíralos»; «el 39% de déficit fiscal es por tu bien, es socialismo»; «sí, gastamos más en Administración Pública, Defensa y Seguridad que en Educación y Salud Pública combinados, pero es para protegerte mejor, agradécelo»; «cierto, agricultura, ganadería, caza y silvicultura reciben menos de lo que en multas le quitamos al sector privado, pero es para evitarle al pueblo esta obesidad que sufrimos nosotros, los del Comité Central»…

El discurso oficial es una hipócrita fanfarria de aparente preocupación y enfrentamiento a una inflación vuelta un Atila que azota salarios y convierte pensiones en 13 huevos y un vaso de leche al mes. Preocupado dice estar el PCC por los jóvenes que no ven futuro; jóvenes que, de no irse, lo único que verán es borroso por déficit de esa vitamina B que se obtiene de las carnes y pescados que la religión castrista prohíbe a sus fieles.

Tantas impostoras preocupaciones gubernamentales yendo por un lado mientras las ocupaciones, las acciones van en sentido inverso. En 2023 los gastos estatales superaron en un 39% a los ingresos… ¡y aún hay quien cree que este Gobierno quiere disminuir la inflación! ¿Pero cómo?, si en tres años duplicaron el dinero circulante hasta los 390.216 millones de pesos y, sin embargo, esa cantidad sigue siendo una pálida sombra de las necesidades que la emisión de pasivos financieros por parte del Estado ha engendrado en un pueblo que alterna la cola del pan con la cola para sacar 27 libras de dinero de un cajero automático… para poder volver a la cola del pan antes de que se acabe.

La inflación se ha «estabilizado» en un discretico treinta y pico porciento anual, según la muy estatal y honesta Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), que seguramente no tiene razones para mentir, como tampoco tenía razones Fidel para engañar cuando afirmaba que su plan era restaurar la democracia y la Constitución del 40, y luego se llenó la boca y la barba con aquello de «Revolución es no mentir jamás ni violar principios éticos».

Sin cambios reales en la inversión, cambios que en ningún lugar aparecen en las recién publicadas cuentas de 2023, seguirá el país solo sobrecumpliendo la producción anual de reuniones y medidas fracasadas. Y, sin producir endógenamente algo más que deseos de que lleguen dólares de Miami, no hay inflación que disminuya realmente. Podrán achatarla estadísticamente empobreciendo al pueblo reduciendo su poder adquisitivo y limitando la cantidad de efectivo circulante, una combinación que reduce la demanda y los precios, pero no las necesidades. El nunca explicado Plan de Estabilización Macroeconómica es apenas un intercambio de dígitos en el Índice General de Precios por más hambre, más colas, más escasez, más sobrevivir y menos vivir.

Si las cuentas nacionales publicadas por la ONEI fuesen una radiografía, mirando las de 2023 el especialista estaría preguntándole al paciente por qué no modifica sus hábitos, pues en comparación con los Rayos X de 2022 es notable la proliferación metastásica de un cáncer que podría controlarse con simples medidas higiénico-dietéticas. ¿Por qué insiste el paciente en el sedentarismo, la ingesta de alcohol y tabaco y una alimentación basada en comida ultraprocesada? ¿Acaso quiere suicidarse?

A esta Isla que se hunde y vacía a la vez hemos llegado por esos malos hábitos que han descapitalizado al país, políticas que inicialmente se justificaban, desde el punto de vista de la banda criminal gobernante, porque aunque generaban miseria, mantenían el poder concentrado en sus manos. Pero ahora la situación es diferente, los niveles de pobreza tan elevados hacen inestable el poder político mismo, así que ¿por qué aferrarse a esos fracasados hábitos?

La única solución al enigma de por qué las autoridades cubanas no modifican una política económica que les hace daño hasta a ellas mismas, poniendo en riesgo la mera existencia del régimen, es asumir que dentro del castrismo hay un sector que rechaza «la continuidad» que promulga el PCC, un sector que quiere cambio y, como no puede obtenerlo mediante golpe de Estado, presiona para que se mantengan las políticas socialistas ortodoxas. Ese sector sabe que la situación actual conducirá al sistema a un colapso, pero apuesta a que lo mirará bajo la sombra de hoteles modernos semivacíos que, sin embargo, caído el castrismo y levantado el embargo, se repletarán de turistas yanquis en una danza de los millones cuyos maestros de ceremonia serán esos oligarcas tropicales que supieron, mientras Díaz-Canel y el PCC resistían creativamente, irse a un bufete en Panamá y, mediante GAESA, poner a su nombre hasta el ultimo ladrillo turístico de esta Isla paradisíaca convertida en infierno socialista.

Como mismo durante la segunda mitad del siglo XIX Cuba seguía políticamente unida a España, pero su nexo económico fundamental era con Estados Unidos —nuestro mercado natural—, hoy el país está políticamente en manos del PCC y sus legiones de obesos con hemofilia verbal, pero económicamente son otros quienes dirigen el cotarro y, a largo plazo, siempre, siempre, la economía termina imponiéndose a la política. Los militares-bisneros no quieren que los políticos-mueleros cambien, porque lo que quieren es que los políticos mueran… simbólica y orgánicamente.

Mientras tanto, el pueblo, desde las gradas del circo, ve la función sin protestar por miedo a que lo echen a los leones amaestrados, pero ya no aplaude, se ha dado cuenta de que, bajo esta carpa colorida, él es el payaso.

Publicación fuente ‘DDC’