Leandro Estupiñán: Pintores estadounidenses colorean la guerra en Cuba

Archivo | Artes visuales | Memoria | 10 de octubre de 2024
© Charles Johnson Post / Centro de Historia Militar del ejército de EE.UU (online)

Las memorias de la guerra Hispanoamericana, o hispano-cubano-norteamericana, cuenta con decenas de registros. Habrá pocos como el testimonio visual que sumaron a golpe de pincel y plumilla artistas cuya sensibilidad y buen ojo captó el intríngulis humano de una contienda, de la cual pasaron 126 años este verano.

El tema me mantiene ocupado, al punto que concluyo una novela cuyo trasfondo parte de la sensibilidad de los profesionales que, inscrito en uno de los batallones de voluntarios, llegó a la isla, donde realizó una serie de esbozos que hoy constituyen el cuerpo de su obra pictórica.

Pero es un tema amplio: profesionales que por estilo, técnica y uso del color habrían de encontrar la fama en años posteriores, como los pintores Howard Chandler Christy o Frederick Remington, estuvieron entre los cientos de periodistas, fotógrafos y cineastas que viajaron al oriente de Cuba con la única intención de atestiguar el tono de una contienda.

Un fervor justicialista había ido colándose en el ánimo de la nación estadounidense mediante crónicas y reportajes escritos al calor de los acontecimientos que estallaron con el Maine. Las ilustraciones de estos artistas, sin embargo, habían ido inyectando impresiones, sentimientos, sensaciones a la imaginación del público lector desde las primeras entregas.

©Ilustración de Remington (1897) / Biblioteca del Congreso de EE.UU.

La fuerza de los acontecimientos, captada mediante plumilla, acuarela u óleo, transformó determinados hechos y sus protagonistas en parte de una leyenda. Narraciones nos acompañan hasta hoy y sirven para alentar el valor de la justicia o el coraje y la fuerza de la perseverancia. Tan decisiva fue la acción como la representación que fijó la escritura de la historia.

Fue una guerra trascendental. En unas pocas semanas España y Estados Unidos se disputaron el podio de las superpotencias en las postrimerías del siglo XIX; intervinieron el propio destino de los países donde se disputaban los acontecimientos, como era el caso de Cuba o Filipinas.

Entre los artistas hubo quienes arribaron al terreno como típicos reporteros de guerra, y, en ciertos casos, después de haber permanecido meses componiendo crónicas y dándole forma a escenas que habrían de ser publicadas en la primera plana de los principales diarios de Nueva York.

Frederick Remington (1861-1909) fue un dibujante y escultor neoyorquino que había descollado por el tratamiento a la figura del cowboy como resultado de sus continuos viajes al oeste de Estados Unidos, donde llegó a atestiguar los enfrentamientos de las tropas yanquis contra poblaciones de apaches en su ofensiva de dominación y exterminio. Compuso decenas de cuadros y esculturas inspiradas en estos hechos.

En su paso por la isla, mucho antes de que estallara el Maine en puerto habanero, Remington dibujó escenas inspiradas en la vida en la ciudad y captó el maltrato de las autoridades coloniales a la población civil y, especialmente, a pacíficos e insurrectos que se había exacerbado en un momento álgido de la guerra, desde su reinicio en 1895.

Formando una dupla con una estrella del reporterismo, el periodista Richard Harving Davis, Remington compuso trabajos, algunos de los que pueden encontrarse en un libro interesante como Done in the open, una compilación de su trabajo gráfico durante 20 años que llegó acompañado de textos del escritor Owen Wister.

Otro artista seducido por la guerra en Cuba fue Howard Chandler Christy (1873-1952), más adelante convertido en un exitoso pintor de influencia en la moda, especialmente por la percepción estereotipada de lo que entendía como la “nobleza natural” de la mujer, algo que expuso en libros como The American Girls, un repaso personal del ideal femenino en su país.

En los días de la contienda, en aquel bochornoso verano de 1898, la actividad de Chandler Christy se circunscribió a cubrir los movimientos de una brigada de caballería, desde donde, gracias a su paso por este conflicto y a la adulación de la prensa que lo rodeaba, sería catapultado a la presidencia de los Estados Unidos Teodoro Roosevelt. Como el propio Remington, aprovechaba los momentos de sosiego para componer esbozos de generales u operaciones en el terreno, hoy entre sus más conocidas escenas.

Pero, de entre estos artistas, solo unos pocos dejaron testimonio desde la perspectiva del soldado común, esa figura para quien la guerra es algo más que una ambiciosa pretensión profesional, política u económica, pues la mayoría de las veces se ve movido por la mera necesidad de la supervivencia.

Fue el caso del neoyorquino Charles Johnson Post (1873-1956), quien con poco más de veinte años formó parte del 71 Regimiento de Infantería de Nueva York, una estructura militar que existía desde la guerra de Secesión y que en playa de Siboney inscribió su primer desembarco militar aquel verano de 1898.

© Charles Johnson Post /Centro de Historia Militar del ejército de EE.UU.

Johnson Post, que había sido ilustrador de prensa en uno de los periódicos más influyentes e importantes de ese momento, llegó a escribir en la mayoría de los periódicos y revistas de la ciudad; pero en sus días de servicio, solo tomó apuntes y esbozó escenas que perfeccionaría luego para conformar su obra, dispersa e integrada hoy por una serie de acuarelas y óleos.

De estos trabajos, algunos fueron publicados en forma de esbozos en magazines como American Legion Monthly. Otra parte fue recogida en un libro que vio la luz años después de su muerte bajo el título de The Little war of private Post, una especie de diario de campaña, pero también una curiosa crónica moral en la que se dejan apuntes sobre el ser humano y su contexto.

Aunque no se atestiguan demasiados cubanos en sus pinturas conocidas, a Johnson Post se deben algunas valiosas reflexiones sobre los mambises. Sus palabras constituyen una peculiar visión sobre un ejército por momentos visto como mero lazarillo de las tropas invasoras. Robert Freeman Smith le dedica todo un capítulo a las observaciones de Johnson Post de su libro Background to Revolution, pues pocos valoraron la valentía de aquel ejército de hombres harapientos cuyo carácter algunas veces parecía ser lo único amable en medio del clima salvaje.

Personas en acción, individuos en la batalla, vacilantes, desmejorados, llenos de miedo y coraje por supervivir; personajes anónimos cuya vida la historia ha licuado. Todo ello fue captado por estos artistas o ilustradores de la guerra, sobre quienes seguiré contando detalles en próximas entregas de esta columna.

Al menos medio centenar de obras produjo el pintor neoyorkino Charles Johnson Post luego de su participación en la guerra Hispano-Cubano-Norteamericana, en 1898. Se inscribió como voluntario del 71 Regimiento de Infantería de Nueva York y, además de un fusil, manta y cantimplora, guardó en su mochila algunos cuadernos y lápices que llevó consigo a Cuba.

Con los años juntó carpetas con cientos de bocetos. Las mantenía ordenadas en archivos bajo títulos como “Descarga de caballos en Siboney”, “Yendo a la Batalla” y “Fuerte sangriento”. De ellas saldrían sus trabajos conocidos sobre la guerra, que llegaron a mostrarse en espacios como la Biblioteca Pública de Nueva York y el 71 Regimiento; al menos allí fueron expuestos medio centenar de estos trabajos, según testimonios.

El propio Post, ocho años antes de morir, aseguraba que seguía trabajando en esbozos o estudios de aquellos años, realizados in situ mientras se sobreponía al cansancio o a la posibilidad de la muerte. Buscaba completar lo que llamó sus memorias gráficas de la guerra, testimonio sobre los acontecimientos sucedidos en el verano de 1898 que creía, según aparece en The New York Times, “la más copiosa documentación alguna vez ofrecida” del hecho, aun cuando había convocado a decenas de periodistas, pintores, fotógrafos y cineastas.

© Chandler Christy / Colección digital de Biblioteca Pública de Nueva York

Su visión era ciertamente particular. Vivió el acontecimiento desde adentro, mostrando la perspectiva de un soldado de infantería simple, algo de lo cual se sentía orgulloso. “Fui único artista profesional de mi compañía”, según testimonios recogidos por The New York Times

Johnson Post tomó nota de su rutina desde el día en que fueron reclutados en un amplio descampado de Long Island, y estuvo esbozando escenas que se volvieron recuerdos por los siguientes meses desde aquellas jornadas de abril. Como su tiempo posterior no fue dedicado por entero a las artes plásticas, que había llegado a estudiar en la Liga de Estudiantes de Arte de Nueva York, muchas de las obras demoraron en terminarse.

Además de haber sido expuestas en la Biblioteca Pública y el 71 Regimiento, también fueron acogidas en centros como el Instituto Smithsoniano, en Washington, donde hoy se conservan algunos de sus trabajos y retratos a personalidades conocidas de la política estadounidense, junto a objetos como galardones, medallas y prendas de su uniforme.

Revistas como Harper’s Magazine o The American Legion Monthly adelantaron bocetos a lápiz o plumilla de Johnson Post. En ellos se encuentran escenas de la vida cotidiana, personajes que fueron determinantes en la existencia del pintor; no solo porque los tuviera codo a codo, sino porque a algunos los vio morir en esa guerra que llegó a calificar de “extraña”.

Soldados que leen el periódico en las trincheras y otros que fuman mirando la lejanía o el cuerpo que yace sin vida sobre la tierra forman parte de sus documentos. Luego, al adquirir color, cada una de sus escenas forma acontecimientos cargados de un potente dramatismo, que determina un trazo brusco y a la vez ligado a la mirada de un impresionista.

Una muestra de las acuarelas y óleos resultantes fueron incorporadas también a su libro The Little war of private Post, publicado en 1960 por la editorial de Littte Brown & Company; al año siguiente lo reprodujo The New American Library, bajo el sello A Signet Book.

El libro se distribuyó simultáneamente en Estados Unidos y Canadá. Habían pasado dos años de la muerte del pintor, periodista, aventurero e inventor, y no hay que exprimir demasiado la imaginación para entender que la concreción de ese esfuerzo lleva mucho del empeño personal de su viuda, Alice Post, y de su hija Phyllis Bradford Post.

El 15 de enero de 1960, The New York Times anunció en un pequeño artículo en “Books and Authors” que, a finales del siguiente mes llegaría a librerías el diario de Charles Johnson Post. Se le consideró el reporte de observaciones y experiencias de un soldado raso durante la invasión a Cuba en 1898. 

© Ch. Johnson Post, ‘Autorretrato’ / Life (online)

En abril, otra nota breve en el mismo periódico calificaba al libro como el “documento de un veterano de la guerra” o las “historias graficadas de sus aventuras”. En la contraportada de la edición de 1961 se recoge este criterio de un crítico del Chicago Tribune: “Excepto por los despachos de Stephen Crane, The Little war of private Post es el mejor recuento que se haya visto, humanamente hablando, de la campaña de Shafter en Cuba”. 

En dependencia de la edición, una de las primeras obras que pueden encontrarse es el autorretrato del artista. Tenía 24 años y estaba en Santiago de Cuba, viste el uniforme de su regimiento y carga al hombro su fusil. En la introducción del volumen se citan estas palabras suyas: “Este libro no es un tratado de anatomía comparada de la historia o una cronología cósmica de grandiosos eventos, es la crónica de muchos hombres que fueron pintados durante sus pequeñas rutinas épicas mientras pasaba la muerte”.

Junto al relato vivencial, la veintena de imágenes de Johnson Post incorporadas a este libro describen escenas tanto de momentos previos a la invasión como de los caóticos preparativos; en las jornadas de entrenamiento en Ybor city y Tampa, llegado el desembarco y en medio de algunos combates. Predominan las acuarelas, aunque también se incluyen trabajos al óleo.

El año de su muerte, la revista Life ofreció un amplio y merecido homenaje a Johnson Post, dándole gran despliegue a sus obras. En ellas se encuentran retratos a figuras notables en estos acontecimientos, como fue el caso de William Shafter, Teodoro Roosevelt o Calixto García.

Publicación fuente ‘OnCuba’