FreeCinema: ‘Coffea Arábiga’ / Nicolás Guillén-Landrián
Nunca es tarde para volver a ver uno de los grandes documentales cubanos: Coffea Arábiga (1968), del gran Nicolás Guillén-Landrián. Documental del que el mismo realizador, en entrevista con Lara Petusky Coger, Alejandro Ríos y Manuel Zayas, ha dicho:
Háblame más de Coffea Arábiga.
Hay ironía pero no… Si ven burla, mucha burla, se me fue la mano. Yo quería ironizar con las cosas que sucedían alrededor del Cordón de La Habana, todo lo que se movía alrededor del Cordón de La Habana. También traté el café en otras partes de la Isla. Y yo lo que fui —creo— muy crudo al contar el modo de hacer de esa gente que trabajaba en el café, cómo vivían, cómo trabajaban, de qué modo lograban hacer el café: sembrar el café, trillarlo, el trabajo bajo el sol, que es un trabajo duro, y todo eso. Pero no había una intención de burlarme del plan del café porque eso hubiera sido funesto. Había ironía, sí.
¿Cómo fue el trabajo con la banda sonora en Coffea Arábiga?
Bueno, hice una mezcla de bandas, hay varias bandas yuxtapuestas. Era un trabajo de mezcla de sonido de más de una pista. Utilicé todos los elementos que yo creía que correspondían a La Habana o a Cuba en esos momentos: todos los artistas, todos los personajes, Pello el Afrocán, es decir, la burla fue que el Cordón de La Habana o el plan cafetalero no fue un éxito, que es lo que hace que el documental sea contemplado como una cosa de burla hacia el plan del café. Porque yo pensaba que el plan del café, según las cosas que me contaban, iba a ser un logro de la revolución y por eso me atrevo a hacer ese documental. Porque yo dudaba también un poco a veces y quería situar esa duda un poco dentro del filme.
¿Cuál fue la reacción por Coffea Arábiga?
La reacción de la dirección del ICAIC, no sé de otros sectores, fue de elogio ante el documental. Le hicieron una premier de gala. Mandaron a hacer un afiche que me acuerdo hizo Raúl Oliva, un buen diseñador. El documental estuvo en el festival de Oberhausen, pero no lo premiaron, creo. Pero todo esto de Coffea Arábiga comienza de un modo abrupto. No había pasado nada desagradable. Nunca me dijeron nada, ningún personaje de la dirección del ICAIC dijo nada negativo de Coffea Arábiga. Entre los mismos espectadores oficiales, a alguien no le gustó la canción The fool on the hill, que funcionaba muy bien. Y parece que tuve que pagar a partir de eso. Algo que yo hice con tanta euforia y con tanto dinamismo, resultó irónico, una burla, para algunos, de lo que era el plan del café.
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