Roberto Álvarez Quiñones: ¿Es Cuba un Estado nación o un Estado fallido?
¿Es Cuba un Estado nación o un Estado fallido? Con el empeoramiento ya diario de la crisis terminal que, al compás de la «continuidad de la revolución» está acabando con lo que queda de Cuba, salta de nuevo a la palestra el tema de Estado fallido, que ya he abordado en ocasiones anteriores.
Obviamente, para responder la pregunta de arriba antes debemos dilucidar qué se entiende por Estado nación, para luego compararlo con Estado fallido y ver que por gravedad (como la célebre manzana que dizque golpeó a Newton) constatamos que Cuba es hoy un Estado fallido. Algo insólito, pues a mediados del siglo XX era uno de los tres países con más alto nivel de vida en América Latina, y avanzaba hacia el Primer Mundo. ¿Qué pasó?
El Estado nación surgió en los siglos XV y XVI al generalizarse en Europa un nuevo orden social ya de carácter nacional liberal-burgués, luego de dejar atrás a las ciudades-estado (Babilonia, Atenas, Chichén-Itzá, Florencia, o Génova, por ejemplo) de la Antigüedad y la Edad Media. Fue en 1513 que Nicolás Maquiavelo en su obra El Príncipe mencionó por primera vez la palabra Estado (Stato, del latín status).
Esta nueva organización de la sociedad alcanzó su madurez con la Revolución Francesa, y sobre todo con la independencia de EEUU, que pusieron fin al viejo orden feudal y antiliberal de reyes, príncipes, emperadores y terratenientes omnipotentes que ejercían el poder a sangre y fuego, sin leyes que protegieran a sus habitantes.
Fue EEUU el primer Estado nación liberal con real separación de poderes, que armonizó los intereses del individuo, la comunidad, y garantizó el derecho de propiedad y de seguridad y libertad para ejercerlo. George Washington fue el primer jefe de Estado en la historia con el nombre de presidente, elegido democráticamente en las urnas por el pueblo.
Las obligaciones del Estado nación, además de las ya mencionadas, son garantizar el respeto a los derechos políticos, económicos, sociales, culturales de los ciudadanos, y de libre expresión. Velar por el desarrollo saludable de los ciudadanos, de su educación. Crear infraestructura vial y para el suministro de agua potable, la higiene pública. Defender el territorio nacional y garantizar la integridad física y la seguridad de las personas. Prevenir, investigar, y sancionar la violación de los derechos y libertades individuales, y otros deberes más.
Fallido es todo lo que no funciona bien, o no funciona
Pasemos ahora al Estado fallido. En los diccionarios el adjetivo fallido significa «frustrado», «que no alcanza sus objetivos, o falla en ellos»; «que no funciona como debiera». Y es sinónimo de infructuoso, fútil, fracasado, ineficaz. O sea, fallido es todo lo que no funciona bien, o simplemente no funciona.
En Wikipedia vemos que Estado fallido es el que ha fallado en garantizar el funcionamiento normal de la administración general, estabilizar la economía, garantizar el acceso a servicios básicos a su población y controlar la criminalidad y/o terrorismo, entre otros.
Sin embargo, nada de eso le «cuadra» a la burocracia internacional de la ONU, los gobiernos, y las organizaciones globales de derechos humanos. Por una mezcla de temor de gobiernos autoritarios, musarañas político-ideológicas, y hasta falta de sentido común, solo se considera Estado fallido donde hay ingobernabilidad, caos, guerras civiles, o territorios en los que no hay presencia gubernamental.
Ah, pero ninguno de esos expertos puede explicar qué diferencia hay entre un Gobierno que no controla bien el país, hay violencia y campean grupos delincuenciales, y otro en el que es el propio Gobierno el que empobrece, mata, abusa, roba, y hambrea a sus habitantes, les impide progresar social y económicamente, y los compulsa a emigrar masivamente.
Por eso, corriendo ya la tercera década del siglo XXI no hay una definición única y universal de Estado fallido. Y es que no se quiere aceptar la bien fundamentada definición que dieron en 1992 los estadounidenses Gerald Herman y Steve Ratner.
Fueron ellos los «inventores» del concepto Estado fallido. En un artículo publicado en la revista Foreign Policy aplicaron por primera vez el término «Failed State» (Estado fallido) a «gobiernos que han perdido la capacidad de controlar y brindar los bienes públicos necesarios a su población», y en los que se «cometen masivos abusos de los derechos humanos».
Salta a la vista que el Gobierno castrista no cumple con casi ninguna de las obligaciones del Estado nación, y que clasifica como Estado fallido. En Cuba son los propios gobernantes quienes causan hambre, pobreza extrema, atraso social (de nivel medieval), asesinan, torturan, encarcelan y pisotean masivamente los derechos humanos y las libertades individuales.
Gobierna una mafia que está acabando con Cuba y los cubanos
Para empezar, el país no está gobernado por un Gobierno constitucional. El Partido Comunista (PCC) no es ya formalmente la máxima expresión de poder político en Cuba, como establece la Constitución comunista. Y digo que formalmente porque, en verdad nunca lo fue. Siempre el poder lo ostentó personalmente Fidel Castro, cual monarca absoluto. Pero hacía creer a todos que quien dirigía el país era el Buró Político del Comité Central del PCC.
El poder máximo en la Isla hoy lo ostenta una mafia militar encabezada por Raúl Castro que controla el 75% de las riquezas nacionales y se apropia del 95% de las divisas que entran a la Isla. Y no rinde cuentas a nadie.
De la mano de esa mafia iconoclasta han colapsado los soportes de la existencia humana, como la agricultura, pesca, energía, abastecimiento de agua, salud pública, educación, transporte, higiene pública, seguridad social y las libertades individuales elementales, así como las industrias. El turismo, la única que hoy capta de divisas, está desinflándose poco a poco. Y encima siembra el terror en las calles y condena a largas penas de cárcel solo por criticar en público al Gobierno. Hay ahora unos 1.200 presos políticos en la Isla.
Millones de cubanos están subnutridos, cientos de miles pasan hambre. Se explota como esclavos modernos a médicos cubanos enviados a más de 50 países para la mafia gobernante apropiarse del 85% de sus salarios en divisas.
Muchos ciudadanos cubanos mueren por falta de medicamentos. Otros se enferman mortalmente debido a la malnutrición y el hambre crónica. El 88% de la población vive en la extrema pobreza. Hay apagones cíclicos nacionales, y todos los días hasta por 16 y 20 horas.
El Gobierno está en bancarrota. Al país llegan barcos con petróleo y no descargan el combustible porque no hay dinero en ese momento para pagarlo. Luego, cuando «aparece» el dinero la jugada sale muy costosa, pues adicionalmente se ha pagado la estadía del tanquero en cuestión.
Asistimos a la descomposición final del Estado nación en Cuba
En los últimos cinco años han emigrado más de 2,4 millones de cubanos. La población total se ha reducido de 11,1 millones de habitantes en 2021 a unos 8,6 millones en la actualidad. Y no se han ido más porque desde Cuba no se puede emigrar a pie.
Si no fuera una isla, la población cubana hoy sería la mitad de la actual. José Martí sostenía que «cuando un pueblo emigra, sus gobernantes sobran». En Cuba hoy sus gobernantes no solo sobran, sino que debieran estar todos en prisión.
Y todo esto va convoyado por un grado asombroso de violencia generalizada en todo el país. Familias enteras se encierran en sus casas. Hay asesinatos en plena calle, saqueos de viviendas, asaltos a mano armada de trenes, ómnibus y automóviles, feminicidios atroces, intentos de linchamientos públicos. Y el Gobierno «revolucionario» es incapaz de controlar o disminuir esa la ola de crímenes jamás vistos en la historia de Cuba, pues se dedica básicamente a perseguir, vigilar golpear y encarcelar por motivos políticos.
En síntesis, en Cuba hoy asistimos a la descomposición ya del Estado nación y de su gobernanza. No hay coherencia y sí falta de liderazgo en el Gobierno. Con el país al borde de una hambruna, se toman improvisadamente medidas que se contraponen unas a otras. Ninguna en favor del pueblo.
Por eso es vergonzoso que no haya hoy todavía una vía institucional global para intervenir con fuerzas humanitarias donde hay Estados fallidos. Porque no importa lo que diga la burocracia internacional el castrista es un Estado fallido que, sin llegar al caos de Haití, digamos, martiriza a los cubanos. No reconocerlo es un obsequio que se le hace a la satrapía militar que encabeza Raúl «el Cruel». Y prolonga el infierno castrista.
Publicación fuente ‘DDC’
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