Yusimí Rodríguez López: Entrevista al abogado Roberto Veiga / ¿Un opositor leal?
En este diálogo, el también exdirector de la revista católica Espacio Laical aborda, entre otros temas, su relación con otro Roberto Veiga −su padre, exmiembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba, fallecido en agosto− y con la Iglesia Católica.
¿Cuando usted hablaba de una oposición leal a Cuba, consideraba que existía una oposición desleal?
En los inicios de la revista Espacio Laical (2005-2014) ya optábamos por el pluralismo político, incluyendo el pluripartidismo. Ello en un contexto donde esto último aún no era bien apreciado, ni por afines al sistema sociopolítico, ni por una amplia y destacada parte del sector crítico al Gobierno. En medio de estos debates se incorporó el análisis sobre el pluralismo político y la “lealtad” al país, y lo hicimos con mucha convicción. El Cuaderno No. 17 de 2015, del Laboratorio de Ideas Cuba Posible, compila una selección importante de este diálogo.
Esta propuesta no reclamaba “lealtad” de las oposiciones políticas al Gobierno, sino la “lealtad” de dichas oposiciones y del poder a la sociedad en general. En este sentido, por ejemplo, podíamos cuestionar la decisión ideológica de la oficialidad acerca de no aceptar la propiedad privada en la economía, porque ello reduciría su poder, aunque afecta el bienestar de todos los cubanos, e igualmente podíamos cuestionar las leyes estadounidenses que dañan a toda la sociedad cubana. O sea, rechazábamos que la finalidad de cualquier política sea los egos, intereses, rencores y fobias meramente particulares porque estos, por supuesto, participan de la política, pero cuando se vuelven su finalidad, la pervierten y sin duda se torna contraria al pueblo.
Tratamos el asunto como parte de un universo temático que trabajábamos, pero algunos comenzaron a identificarnos como “oposición leal”. Esto porque éramos entonces los únicos que analizábamos al respecto, defendíamos proyecciones sociopolíticas diferentes a las oficiales y el Gobierno se empeñaba en presentarnos como opositores políticos. Aunque en aquella época no asumíamos nuestra labor de ese modo, sino como faena intelectual sobre la política.
Luego, uno de los cinco editoriales del New York Times, previos al anuncio del proceso Barack Obama y Raúl Castro, fue dedicado a Cuba Posible y allí, a fuerza de la opinión que puede establecer un medio de esta índole, fue “refrendado” que éramos la “oposición leal”. De modo que no lo rechazamos porque, como ya apunté, también apostábamos por esa “oposición leal a los intereses del pueblo”.
Quiero reafirmar que, según considero, toda posición política que, por las razones que sean, afecta el bienestar del pueblo —ya sean posiciones de antaño o actuales, o quizá del futuro—, resulta una vileza a Cuba, pues esta ahora son los cubanos concretos. De lo contrario, Cuba sería una entelequia o una apelación oportunista.
¿Cómo piensa ahora al respecto? ¿Creía entonces y ahora que el gobernante Partido Comunista es leal?
Reitero, en cualquier caso, pero con toda seguridad en un contexto de crisis dramática como el nuestro, la responsabilidad Política (así, con mayúscula), es sólo aquella que, siendo de la ideología que sea, asume el imperativo de beneficiar al pueblo y jamás sacrificarlo en las batallas a favor o en contra del poder.
Por supuesto que muchas veces, en la competencia política, unas fuerzas limitan beneficios sociales que otras quieren ofrecer, pero esto siempre debería resultar en beneficio de otros modos de hacerlo y jamás afectando la dignidad de la ciudadanía y/o quebrantándola. También es cierto que muchos podrían asegurar que en la historia de la humanidad han sobrado los políticos que traspasan este límite, pero precisamente ello debe indicarnos qué tipo de políticos no debemos elegir, o reelegir.
La élite política de la Isla, por su parte, sólo es leal al poder y, desde hace tiempo, con una incompetencia incomparable.
A propósito, apunto además que existen posiciones “radicales” en contra del Gobierno de la Isla que exclusivamente predican una confrontación que jamás ejecutan de forma concreta, directamente. A la vez, juzgan de manera grotesca a quienes poseen otras proyecciones, de un modo muy similar a como lo hace el Departamento Ideológico del Partido Comunista. En algunos casos, esto significa un servicio destacado a favor del Gobierno cubano. Deberíamos incorporar que nuestras actitudes no deben emular las actitudes de ese poder porque sólo alcanzaremos una realidad distinta en Cuba si actuamos distinto ya que, de no hacerlo, ese poder nos habría ganado para siempre.
Durante seis décadas de dictadura en Cuba han existido organizaciones, dentro y fuera, que han apostado por la lucha armada o por la vía pacífica, incluso apelando a la legalidad, pero lo cierto es que el régimen continúa en el poder y no se ha producido una apertura política. No se puede esperar que un régimen que se siente tan cómodo en el poder lleve a cabo, espontáneamente y sin poner obstáculos, una apertura que ponga en peligro su posibilidad de manejar el país como una finca de su propiedad. ¿Por tanto, ha habido alguna responsabilidad por parte de la oposición, la sociedad civil y el exilio?
Seguramente los integrantes de la cúpula gobernante tienen satisfechas todas las necesidades, sus familiares están muy cómodos y algunos poseen pingües cuentas bancarias, pero todo esto gravita sobre un abismo y ello no instala comodidad al poder.
En tal sentido, quizá la actual resistencia al cambio provenga de una situación difícil de incomodidad creada por haber malgastado todas las oportunidades, mientras poseyó mejores condiciones, para transformar el modelo sociopolítico transfiriendo autoridad y legitimidad a las instituciones, a los cargos responsables de estas y a una dinámica social democrática.
Seguramente los integrantes de la cúpula gobernante tienen satisfechas todas las necesidades, sus familiares están muy cómodos y algunos poseen pingües cuentas bancarias, pero todo esto gravita sobre un abismo y ello no instala comodidad al poder.
En tal sentido, quizá la actual resistencia al cambio provenga de una situación difícil de incomodidad creada por haber malgastado todas las oportunidades, mientras poseyó mejores condiciones, para transformar el modelo sociopolítico transfiriendo autoridad y legitimidad a las instituciones, a los cargos responsables de estas y a una dinámica social democrática.
Como consecuencia, actualmente carece de condiciones que le ofrezcan certidumbres, posee un sistema ineficaz y no tiene claridad sobre una posible agenda estratégica que saque al país de la crisis sin poner en riesgo la seguridad de la élite política y sus intereses económicos, de control, etcétera.
Por otro lado, la lucha por la democracia, al menos durante los últimos veinte años, ha padecido déficits de peso político real. Me refiero al peso político que proviene de la capacidad de implementar estrategias sólidas, realistas, posibles y ambiciosas a la vez, y de aportar o atraer recursos económicos y de fuerza. Como resultado, sus ideas no logran transmutar en política, sino que quedan en sólo criterios.
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