Gustavo Rodríguez: Ñángaras / Apuntes para la historia (no contada) del leninismo en Cuba
A 65 años de distancia, se afirma como verdad incontrovertible —gracias a la legitimación de la Historia oficialista— que la insurrección impulsada por Castro fue «una revolución obrero-campesina de inspiración marxista-leninista». Desde los primeros años de instauración del régimen incontables intelectuales se prestaron a la farsa haciendo hincapié en el «papel desempeñado por la clase obrera».[2] Los aparatos de propaganda castrista se encargarían de construir el relato de «Cuba comunista» y difundirlo machaconamente urbi et orbi.
La falta de autocrítica de los ñángaras* y la carencia de una historiografía objetiva también contribuyeron a exacerbar el mito político (o metapolítico). Por lo que no causa extrañeza, a estas alturas del partido, que la mayoría de las personas —incluidos fanáticos y detractores— se traguen el cuento del «comunismo tropical» y lo reiteren a voz en cuello sin mediar meditación alguna. De tal suerte, se ha consolidado un ramillete de falacias que pretende dotar de linealidad las luchas sociales en la Isla y englobarlas en un marco de continuidad (palabrita recurrente en estos días) y unidad ideológica, con el doble objetivo de robustecer la dictadura y condenarnos, a quienes nos asumimos enemigos, a luchar contra un fantasma: el «castro-comunismo».
La lectura desatinada de quienes se tragaron el cuento alteró la brújula de la lucha. En 1961 la Asociación Libertaria de Cuba (ALC), con el fin de entender la circunstancia y encontrarle sentido al totalitarismo bananero, también recurrió a la simplicidad discursiva e incorporó en su narrativa al «castro-comunismo». Sin embargo, desde los tempranos meses de 1959 advertía con lucidez y certeza los peligros que enfrentaba la Revolución (la deriva militar-nacionalista, la injerencia de la Iglesia y la amenaza bolchevique). En 1960 reiteraría sus sospechas: «nacionalismo y militarismo son sinónimos de fascismo».[3]
Con este telón de fondo, resulta necesario ampliar la investigación documental y el estudio del pasado con la intención de reconstruir una historia más completa. Ya no podrá escribirse a partir de la trasmisión oral de testimonios saturados de protagonismo ni limitarse a la recolección de fechas y hechos. Tendrá que reescribirse produciendo clarificación polémica desde la perspectiva de la historia cultural. Habrá que profundizar el análisis de una generación cargada de odios y de sueños que usó el futuro de coartada para imponer una modernidad alternativa obsesionada con la «regeneración nacional» y «la construcción del hombre nuevo».
En el marco de esa intoxicación utópica se manifestó una aparente contradicción: la redada anticomunista más grande de la historia. Según los testimonios de algunos sobrevivientes, el 1º de octubre de 1967 inició la persecución de la militancia comunista con las primeras detenciones e interrogatorios en Villa Marista (sede de la temida policía política). Un año después, el saldo sería 39 militantes históricos del Partido Comunista de Cuba (36 hombres y 3 mujeres) condenados a prisión bajo la acusación de ser «agentes soviéticos» y tres «suicidados».[4] Uno de los inmolados fue Javier Varona,[5] militante de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba, arrestado bajo sospecha de haber participado en la redacción de un «análisis marxista»[6] que enfatizaba los errores del «máximo líder» y el fracaso de la improvisación económica, vaticinando la debacle de la zafra de «Los Diez Millones». Paradójicamente, Castro bautizó el año 1968 como «Año del Guerrillero Heroico». Consciente de lo redituable del «guevarismo» sin Guevara, dedicaba el año al guerrillero comunista mientras defenestraba la nomenklatura del Partido.
Si bien aquella cacería de ñángaras en tiempos de Revolución es poco conocida entre las nuevas generaciones cubanas —pese a numerosos aportes del periodismo independiente—[7], es también desconocida en el seno de las llamadas «izquierdas» contemporáneas y entre quienes recién se incorporan a los movimientos contestatarios de igual signo. Quizá, la ignorancia responda a cierto prurito ideológico que evita exprofeso la revisión de la historia. Lo cierto es que en esos círculos todavía resulta indigesto imaginar una lucha fratricida entre las diversas facciones revolucionarias. Aún más arduo resulta asimilar que el «comunismo castrista» es una gran farsa y que el régimen nacional-populista instaurado por Castro y sus correligionarios sustentó su ideología en otros principios bastante alejados (por decir lo menos) del marxismo.
Ecos de una cacería anunciada
Entre los días 24 y 26 de enero de 1968, a tan sólo veintitantos días de haberse conmemorado el noveno aniversario del triunfo de la insurrección castrista, Raúl Castro presentó ante el pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba un detallado informe sobre las actividades «conspirativas» de una corriente «microfraccionaria» que había sido «observada» durante poco más de cuatro años por la policía política. El grupo bajo «observación» se había nucleado en torno a la figura de Aníbal Escalante Dellundé.[8] Estaba integrado mayoritariamente por militantes del Partidoque provenían de la formación precedente (Partido Socialista Popular, PSP). Casi todos mantenían fuertes vínculos con la jerarquía moscovita y gozaban del reconocimiento de los partidos comunistas del bloque soviético,[9] motivo por el que Fidel Castro ordenó el «puntual seguimiento» de sus actividades:
«A mediados de 1966, concurre información de varias vías, todas confiables, que nos hacían suponer la existencia de una corriente de oposición ideológica a la línea del Partido. No provenía precisamente de las filas enemigas, sino de gente que se movía dentro de las propias filas de la revolución, actuando desde supuestas posiciones revolucionarias. Analizando todos los informes a través de los canales del partido y de los propios canales de la seguridad del Estado, cuando empezamos a captar que no se trataba de simples críticas u opiniones discrepantes (sino) que ya se empezaban a ver los primeros gérmenes que denotaban actividades conspirativas, decidimos poner al Buró Político a trabajar operativamente para obtener información amplia de la existencia de esa corriente, dirección, conexiones y actividades de grupos, que presuponíamos se estuviesen llevando a cabo».[10]
Con este informe el castrismo daba el banderazo de salida al accionar anticomunista. La represión no se limitó a la condena a prisión de los encartados,[11] también fue motivo de destitución de varios cuadros del Partido cercanos al núcleo «microfraccional» que ocupaban cargos de responsabilidad en diferentes ministerios y «organizaciones de masas». Fue causa de despido laboral de muchos militantes de poca monta e incluso de personas ajenas al Partido pero que estaban subordinadas en su trabajo a algún exmilitante sujeto a proceso.[12] Todos fueron «reubicados» en labores agropecuarias y «marcados» de por vida con observaciones plasmadas en sus «expedientes disciplinarios».
Del mismo modo, fueron expulsados de la Universidad infinidad de estudiantes de diferentes facultades bajo la acusación de «sectarismo» y «revisionismo». Tal fue el caso de un puñado de miembros de la Unión de Jóvenes Comunistas que fueron «separados indefinidamente» de los centros de educación superior mediante asambleas humillantes que ratificaban la expulsión bajo la premisa de «la universidad para los revolucionarios». Asimismo, fue declarado persona non grata Rodolf Petronovich Shiliápnikov, oficial residente de la KGB y segundo secretario de la embajada de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), a quien exigieron el abandono inmediato del país.
Pero nada era suficiente para saciar el anticomunismo de Castro. En marzo de 1968, en su discurso[13] por el XI aniversario del asalto a Palacio Nacional, volvió a arremeter con furia contra «los elementos microfraccionales». Les acusó de estar unidos a la contrarrevolución «por el mismo cordón umbilical» y los tildó de enemigos que «disfrutaban y auguraban el fracaso de la Revolución, es decir, el fracaso de la línea revolucionaria dentro de la Revolución». Con su arenga, Castro le daba el tiro de gracia a los ñángaras considerándolos «un problema ya resuelto» y cerraba la puerta a la indulgencia: «No fueron los tribunales revolucionarios tan severos como muchos deseaban». En esta coyuntura, aprovechó la pauta para lanzarse contra los partidos comunistas satélites de Moscú y hacer del conocimiento público su distanciamiento con la URSS y el llamado bloque socialista:
«Por el momento hay bastante poca cosa que decir, y saben ustedes perfectamente la decisión —por ejemplo— de nuestro Comité Central de no enviar una delegación a la reunión de los partidos comunistas que tuvo lugar en Budapest. Y por el momento no es esa tampoco una cuestión de carácter fundamental, es decir, no es en estos momentos el análisis de esta cuestión ninguna cosa de suma importancia».
Aquella embestida contra la militancia bolchevique no quedó documentada en el libro AntiKomunismo en América Latina de Juan José Arévalo sólo por razones de orden cronológico. Empero, el ímpetu anticomunista de Castro y sus correligionarios no comenzó con la represión de los viejos militantes del Partido. El propio Ernesto Guevara, por sus antecedentes como militante del Partido Comunista de Perú, sería «observado» desde los tiempos de la Sierra Maestra por órdenes de Fidel Castro. Los encargados de darle seguimiento a sus comunicaciones y contactos serían Ramiro Valdés Menéndez (a quien Castro designó como segundo jefe de la columna guerrillera que Guevara comandaba), Abelardo Colomé Ibarra y Eddy Suñol (este último, acompañaría a Guevara durante sus visitas a China).[14]
Desde antes de 1959 Castro tenía en la mira a Aníbal Escalante y a la cúpula del PSP, a quienes acusaba de «oportunistas» —no sin razón— por su estrategia de «frentes» y «alianzas». En efecto, los leninistas isleños se habían caracterizado por aliarse hasta con el diablo con tal de alcanzar sus objetivos. En 1961 las maniobras oportunistas (inducidas por Moscú) acarrearon la autodisolución del Partido con la finalidad de sumarse a las llamadas Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI). Con la jugada, Aníbal Escalante se encumbraba como secretario general de las ORI. Esta entelequia estaría conformada por los miembros del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), el ala fidelista del Directorio Estudiantil 13 de Marzo y los exmilitantes del PSP.
Las ORI serían la creatura intermedia antes de dar paso a la conformación del primer aparato partidista completamente controlado por Castro: el Partido Unificado de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC).[15] Escalante y sus camaradas más cercanos se habían dado a la tarea de controlar las ORI con la intención de acaparar todos los espacios de poder, incluidas las áreas administrativas del gobierno. Esta estrategia le permitió alcanzar un alto cargo en el Comité Central del nuevo partido (PURSC) y colocar a varios de sus camaradas en altas esferas del poder civil y en el organigrama de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).[16]
En 1962 Castro impulsaría el primer proceso contra Aníbal Escalante en el marco de la «lucha contra el sectarismo». En febrero de ese año, sería destituido de su puesto y encarcelado. Los demás bolcheviques implicados en la toma de las ORI (primero) y del PURSC (después) serían expulsados de los «puestos de confianza». Un mes más tarde, el 26 de marzo, la batalla contra el «sectarismo» sería televisada. En un dilatadísimo discurso trasmitido en cadena nacional por radio y televisión, Fidel Castro con su acostumbrada dialéctica cantinflesca y su oratoria populista, recurriría a diversos distractores —desde citas de Lenin, loas al desempeño del Ejército Rojo en la Gran Guerra Patria, hasta el parto de una gata— antes de emprender el ataque frontal y despiadado contra Escalante y la vieja militancia ñángara. Una vez más, les reprochó su alianza con Batista, acusándolos de esconderse «debajo de la cama» mientras «la gente —léase el M-26-7— estaba combatiendo».[17] Ninguno de sus compañeros de viaje se atrevió a pronunciarse en su defensa. Ya para entonces el oportunismo del otrora partido bolchevique les había conducido al suicidio político. Francisco Calderío (Blas Roca), Fabio Grobart, Carlos Rafael Rodríguez, Isidoro Malmierca, Juan Marinello, Lionel Soto, Joaquín Ordoqui, Jorge Risquet, Mirta Aguirre, Severo Aguirre, Lázaro Peña y otros leninistas históricos, se habían puesto a las órdenes, más bien, se habían postrado a los pies de Fidel Castro.
Dos años después, el 18 de noviembre de 1964, la prensa oficial cubana informó mediante una nota firmada por Fidel Castro que el comandante Joaquín Ordoqui había sido separado de su cargo en la dirección del PURSC, degradado y destituido como viceministro delas Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR). La maniobra sacudió al país. Castro argumentó que la remoción (y detención) fue consecuencia de la conducta sospechosa que había mantenido «[…] desde el año 1957 hasta el presente». Fue acusado de brindar información a la CIA junto a su esposa Edith García Buchaca (militante histórica del PSP) y Teresa Proenza (agregada cultural de la embajada cubana en México y exmilitante del PSP). De colofón, el matrimonio Ordoqui-Buchaca también fue acusado de ofrecer protección a Marcos Rodríguez, implicándolos en el proceso conocido como el «Caso Marquitos».
Con la misión de dictaminar la culpabilidad de Ordoqui, Castro crearía una «comisión especial» conformada por Pepe Abrantes, Emilio Aragonés, Osmany Cienfuegos y Alfredo Guevara. Todos, fidelistas consumados y, con excepción de Aragonés, exmilitantes de las Juventudes Comunistas o miembros del Partido hasta su disolución. Según la trama elaborada por la comisión, Ordoqui había sido reclutado por la Agencia en Praga una década atrás, cuando intimó durante sus años de exilio con Carlos Manuel Pellecer, un exleninista guatemalteco que, aparentemente, sí colaboró años después con la CIA o, al menos, redactó algunos textos con financiamiento de la Agencia.
Haberse rendido a los pies de Castro no lo eximió de ser defenestrado. Ordoqui tampoco contó con la solidaridad de ninguno de sus excamaradas. Por el contrario: fue condenado al ostracismo hasta el último día de su vida. Para entonces, los pocos militantes históricos del Partido que continuaban ostentando cargos públicos habían dejado de ser un fastidio. La aplanadora castrista no solamente atropelló al viejo Partido, también arrasó con la voluntad de sus cuadros, a quienes exigió la más indigna sumisión.
Las pulsiones anticomunistas ya estaban presentes antes del triunfo de la insurrección castrista. Latían en el estado de ánimo de amplios sectores de la clase media cubana —imbuida del espíritu nacional-revolucionario—, dispuesta a morir en nombre de la patria y sus planes visionarios (¡Patria o Muerte!). Bajo esas premisas se publicaron diversas declaraciones en el semanario Bohemia. El propio Fidel Castro, haciendo uso de sus páginas en julio de 1956, acusaría de comunista a Batista.[18] Por su parte, tras el fallido asalto al cuartel Moncada, los bolcheviques acusaron a Castro de «aventurero», «putchista» y «terrorista».
Las agresiones recíprocas (entre leninistas y fidelistas) quedaron recogidas en distintas publicaciones —incluidos pasquines artesanales elaborados por ambos bandos en conflicto— editadas durante el período insurreccional (1953-1958). La guerra de posicionamientos se prolongaría de manera mucho más velada durante los primeros años de la revolución. Uno de los últimos altercados quedó documentado en las páginas del periódico Hoy (tercera etapa, 1959-1965) y estuvo interpretado por Blas Roca y Alfredo Guevara, en torno a los gastos excesivos devengados por derechos de autor que se destinaban a la programación cinematográfica. Blas aprovechó la disputa para reprocharle a Alfredo su «histórico anticomunismo». Con la autodisolución del Partido, el diario Hoy se fusionó con el periódico Revolución (órgano oficial del Movimiento 26 de Julio), dando origen al diario Granma (órgano oficial del nuevo Partido Comunista de Cuba de hegemonía fidelista). Desde entonces no se ha publicado una sola nota que se salga del guion castrista.
Especulaciones concomitantes
Desde mediados de la década de los 60 del pasado siglo, se elaboraron infinidad de hipótesis alrededor del llamado «proceso de la Microfracción». En esa tesitura, fue tomando tracción la búsqueda de explicaciones ante un hecho en apariencias incoherente, o tal vez, lo correcto sea llamarlo inconcebible. Más de un intelectual orgánico (en sentido gramsciano) se aventuró a divagar sobre el supuesto choque «entre las corrientes leninistas» en el seno de la dirección castrista. Estos desvaríos hacían foco en la añeja rivalidad entre los bandos pretendidamente irreconciliables del bolchevismo (estalinismo Vs. trotskismo). Las suspicacias del trotskismo internacional presintieron de inmediato la «larga mano estalinista» detrás de los hechos. Tal fue el caso de los trotskistas uruguayos del Partido Obrero Revolucionario (POR) que ubicaban como responsables de esta purga a los «agentes de Moscú». Tres años antes (1965), el POR había sido artífice de una enmarañada urdimbre a raíz de la retirada de la palestra cubana de Ernesto Guevara. En esa coyuntura atribuían su «desaparición» a «las intrigas estalinistas».[19]
Similares despropósitos nutrirían las páginas de innumerables panfletos trotskos a lo largo y ancho de Europa occidental, Canadá y Estados Unidos. Estas especulaciones ganarían pujanza por el impulso de figuras como Ernest Mandel, a la sazón máximo líder del Secretariado Unificado de la IV Internacional y padre del «trotskismo-guevarista». Una verdadera aberración, teniendo en cuenta la devoción que Guevara profesaba por Stalin.[20] Lo singular del caso es que el régimen castrista acusaba de «estalinistas» y «agentes de Moscú» a los condenados de la Microfracción.[21] Sin embargo, el trasfondo de esta inexplicable elaboración sería esclarecida en la medida que la llamada «línea cubana» iba conquistando adeptos. Así quedó evidenciado en julio de 1967 durante la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), donde saldría derrotado el «leninismo ortodoxo».[22]
Otra línea de especulación en la que profundizó el cacumen marxiano de la época, justificando el proceso contra la Microfracción, fue el antagonismo entre pro-chinos y pro-rusos. Aquí la figura de Guevara volvería a ocupar un lugar protagónico —ahora sí con justa razón— a raíz del «giro» de la URSS y sus partidos satélites. En esta ocasión, los maoístas coincidían con los jerarcas de La Habana en señalar la presencia de «agentes de Moscú infiltrados en la dirección de la Revolución» (Ergo: los microfraccionales). Con tamaña elementalidad, daban por hecho el regreso de Castro a la política de acercamiento con China (iniciada en 1960) y celebraban a priori el abrazo del régimen al «pensamiento Mao Tse-Tung» y el distanciamiento del «reformismo jruschchoviano» y las claudicaciones de Brézhnev.[23]
La fuente principal de esta conjetura sería el ensayo de Guevara intitulado Crear dos, tres… muchos Vietnam, publicado en forma de folleto como suplemento especial de la revista Tricontinental y distribuido entre las personas participantes en la primera Conferencia Tricontinental de los Pueblos de África, Asia y Latinoamérica. Con su demoledor Mensaje a los pueblos del mundo, Guevara invitaba a mirar el futuro luminoso y cercano «si dos, tres, muchos Vietnam florecieran en la superficie del globo con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos al imperialismo, con la obligación que entraña para este de dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos del mundo».[24]
La exhortación guevarista, de la mano de los reiterados ataques de Castro contra Moscú y los partidos comunistas latinoamericanos,[25] en el marco del supuesto «fin de la disputa» entre La Habana y Pekín[26] y la puesta en práctica de la versión cubana de la Gran Revolución Cultural con sus consecuentes Categorías Negras[27] («Ofensiva Revolucionaria» en el ámbito local), indujo a muchos movimientos de «liberación nacional», incluidos los Panteras Negras en Estados Unidos, [28] a propugnar la hipótesis del «maoísmo-guevarismo» como única vía revolucionaria frente a la política moscovita de «coexistencia» y «transición pacífica al socialismo».
El «pensamiento Guevara», según sus nuevos incondicionales, también se erigía contra el «oportunismo electoral revisionista de los partidos comunistas al servicio de Moscú».[29] Por lo que, con el afán de acarrear agua a su molino, advertían el proceso contra la Microfracción como una consecuencia lógica de la radicalización «maoísta-guevarista» del régimen cubano. Pero lo curioso es que entre los microfraccionales había elementos que se asumían discípulos confesos de Mao, además de ser colaboradores cercanos de Guevara, como fueron los casos de Francisco Calcines Gordillo y José Matar Franyie, este último fundador y primer coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).
En el mismo tenor, llegaría el turno a las especulaciones desde la lente del «comunismo castrista». Desde mediados del año 1964, no fueron pocos los intelectuales de izquierda que se inclinaron por la tesis del «comunismo autóctono». Particularmente en los ambientes latinoamericanos se llegó a argumentar que las ideas de Castro aportaban un «nuevo lenguaje» al movimiento comunista internacional en claro desafío a los postulados de Moscú desde «la línea insurreccional latinoamericana», ante el riesgo de alterarse o mediatizarse el proceso revolucionario latinoamericano a consecuencia de la acción de los partidos prosoviéticos.[30]
El discurso del 29 de agosto de 1966[31] donde Castro afirmó que construiría «el socialismo y el comunismo» aunque todos los leninistas le calificaran de «hereje del campo del marxismo-leninismo», dio pie a muchas conjeturas en torno al «camino cubano». Todo el aparato propagandístico del régimen se encargó de reforzar la idea del «camino propio». Carlos Rafael Rodríguez, el exministro batistiano reciclado en alto funcionario castrista, sería uno de los promotores de esta falacia haciendo hincapié en la incompatibilidad entre la liberación latinoamericana y la coexistencia pacífica propuesta por Moscú.[32] Empero, sería gracias a la pluma de Régis Debray[33] que el «camino cubano» ganaría credibilidad internacional. En esa misma postura, otros intelectuales continuaron engordando el mito del «comunismo autóctono» presumiblemente alejado de los lineamientos de Pequín y de Moscú.[34]
En 1967, con la intensión de consolidar el «fidelismo», Castro asestaría un nuevo golpe a los bolcheviques cubanos sacando de circulación las revistas Cuba Socialista y Teoría y Práctica.[35] Si bien Cuba Socialista era el órgano ideológico del PURSC, de clara hegemonía fidelista,[36]los viejos cuadros del PSP (de filiación prosoviética) de cuando en vez colocaban un gol valiéndose de sus redes al interior del nuevo partido. Consciente de la situación, Castro ordenó publicar un sinfín de ejemplares del ensayo ¿Revolución en la Revolución? de Régis Debray.[37] Con este texto dotaba de soporte ideológico al «fidelismo». El ensayo de Debray, confeccionado bajo la supervisión de Castro, saldaba esa cuenta. Consecuentemente, exigía el rechazo a las tácticas ortodoxas del frente popular, objetaba los movimientos de autodefensa y el dualismo de los centros de poder, reemplazando el centralismo democrático por la subordinación militar.[38]
Esta desvirtuación militarista sería la senda seleccionada por políticos, militantes revolucionarios e intelectuales latinoamericanos y panafricanos que repitieron sin éxito las recomendaciones castristas. Sin embargo, el «fidelismo» no sólo representó en la práctica el retroceso de las luchas libertarias en el mundo, con particular énfasis en América Latina, sino la hecatombe de los partidos satélites de Moscú y el suicidio militar de miles de jóvenes imitadores seducidos por la mística y el martirologio castrista. Lo incongruente del mito del «comunismo autóctono» es que justo comenzó a afianzarse a finales de 1968, en el momento que se desvanecen las «esperanzas» en torno al «camino propio». El apoyo de Castro a la represión —tanques mediante— del movimiento revolucionario checo y eslovaco puso punto final a tales ilusiones. Castro renunciaba a sus ambiciones continentales a cambio de las garantías ofrecidas por la URSS para la «construcción del socialismo en una sola isla».[39]
Fletes y mudanzas
La vida de los ñángaras «siempre estuvo vinculada a tres personajes importantes de la política cubana: Gerardo Machado, Fulgencio Batista y Fidel Castro».[40] El oportuno acomodo durante estas tres dictaduras fue la base fundamental del paulatino empoderamiento del PCC. Haciendo de la mudanza de afectos y el alquiler de sus huestes un verdadero arte, con el único objetivo de la autoconservación del Partido. Llegados a este punto, vale la pena repasar los acontecimientos de agosto de 1933: «cuando el gran movimiento de brazos caídos contra el Machadato se mantenía firme en toda la Isla»[41] y era inminente el derrocamiento de la dictadura, el Comité Central del Partido —siguiendo órdenes de Moscú— pactaba con el tirano su registro como partido político nacional y la legalización del brazo de la Komintern (Defensa Obrera Internacional). A cambio garantizaba el fin de la huelga general. De igual forma, negoció el «regreso escalonado al trabajo», siempre y cuando el gobierno le entregara la administración y dirección del Campamento Provisional General Machado. El mismo día que se fraguó el pacto los esbirros de la dictadura salieron a las calles a ametrallar las protestas. Pero la huelga no se detuvo ante las balas, haciendo caso omiso al llamado de los leninistas. La desobediencia de las organizaciones sindicales autónomas deslegitimó en los hechos el supuesto control sobre el movimiento obrero que presumía el Partido.
En represalia, la noche del 27 de agosto los ñángaras protagonizaron el asalto armado al local de la Federación Obrera de la Habana (FOH), asesinando a un militante anarquista e hiriendo a otros tres. La Federación de Grupos Anarquistas de Cuba respondería con un «Manifiesto» en el que dejaba constancia que…
[…] «consciente de su responsabilidad histórica en el actual momento de confusión, debido a la infiltración de los bolcheviques en el movimiento obrero de Cuba, se ve obligada a exponer […] la rastrera labor del Partido Comunista y de la CNOC [Confederación Nacional Obrera de Cuba], mientras se desarrollaba en los últimos días el gran movimiento de brazos caídos que se extendió por toda la República».[42]
Aprovechando las prerrogativas del pacto con Machado, entre los días 29 y 30 de agosto —en plena huelga general— el Partido celebró su V Pleno con la participación de dirigentes de todo el país y la presencia de delegados del Buró del Caribe de la Komintern. En esa reunión el Buró aclaró que el objetivo de la lucha no era derrocar la dictadura de Machado sino «fortalecer al movimiento obrero» y propuso la puesta en práctica de Soviets a lo largo y ancho de la Isla como estrategia de captación de militantes entre los trabajadores. Con tal motivo sugirió la toma de algunas empresas y centrales azucareros que «no fueran propiedad de compañías norteamericanas» para evitar cualquier confrontación con su gobierno.
Tras el golpe de Estado del 4 de septiembre de 1933, Batista apoyaría la propuesta bolchevique conformándose el Soviet de «soldados y cañeros de Mabay» con el apoyo del ejército y el Sindicato Nacional Obrero de la Industria Azucarera (SNOIA) de filiación estalinista. En las páginas del órgano oficial del Partido describirían su propuesta como: «un consejo de obreros y campesinos compuesto por la dirección y hegemonía del proletariado […] que señala toda la línea de este nuevo poder municipal en sus sesiones plenarias».[43] La nueva alianza entre el Partido Unión Revolucionaria Comunista y Batista comenzó a dar frutos de inmediato. Se tradujo en el espectacular incremento de sus afiliados (de 2 800 en enero de 1938 a 23 mil en enero de 1939) con Blas Roca como secretario general. Vale agregar, como dato adicional, que 1926 el Partido sólo contaba con 127 militantes.
El acercamiento con Batista les reportó múltiples beneficios. En vísperas de las elecciones de 1940, el más desfachatado oportunismo los impulsó a elogiar sin vergüenza a:
«Fulgencio Batista y Zaldívar, cubano ciento por ciento, celoso guardador de la libertad patria, tribuno elocuente y popular […] prohombre de nuestra política nacional, ídolo de un pueblo que piensa y vela por su bienestar […] hombre que encarna los ideales sagrados de una Cuba nueva y que, por su actuación demócrata, identificado con las necesidades del pueblo, lleva en sí el sello de su valor».[44]
Con estas alabanzas impulsaron la candidatura de Batista a la presidencia de la República por la Coalición Socialista Democrática. El «camarada Fulgencio» retribuyó con creces los favores: la concesión de una estación de radio (La Mil Diez), el financiamiento del periódico Noticias de Hoy y el nombramiento de varios ministros (con y sin cartera) que integraron su gabinete, entre otras tantas prerrogativas.
A estos apuntes para la historia no contada hay que añadir el papel servil y cómplice desempeñado por los leninistas criollos durante 65 años de dictadura castrista. Nos toca recalcar su participación enérgica en la edificación de un sistema opresor severamente jerarquizado. Empero, siendo honestos, tendremos que aclarar que el Partido, más allá de su pantomima de última hora,[45] no desempeñó un papel preponderante en la insurrección castrista. Por el contrario, obstaculizó en la medida de lo posible su triunfo. Castro, en una de sus primeras intervenciones públicas, resumiría en pocas palabras el balance de la gestión leninista:
[…] «durmieron tranquilamente todas y cada una de las noches en los siete años de tiranía […] contaron con la protección de los amos de turno […y] parecen combatir la Revolución como si deseasen que regresara la tiranía».[46]
En efecto, el movimiento insurreccional castrista no contó con la ayuda del Partido ni con el apoyo del sector obrero[47] ni gozó del respaldo generalizado del campesinado. Mucho menos inspiró su lucha en la doctrina marxista-leninista. Como afirmara Arnaldo Escalona Almeida: «Fidel Castro no es comunista ni ha sido comunista ni será comunista».[48] Se disfrazó de comunista para sintonizarse en el contexto geopolítico de la época. Pero para descubrir qué se oculta bajo el disfraz tendremos que remontarnos a los orígenes del fenómeno. La base doctrinal del castrismo fue el «nacionalismo revolucionario» heredado de aquella revolución ultranacionalista que jamás se fue a bolina, sino que se materializó tras el golpe de Batista en gansterismo sedicioso y chibasismo intransigente.
La posterior alianza entre bolcheviques y nacionalistas revolucionarios es el signo inequívoco de las afinidades en cuanto ideologías totalitarias. Sin embargo, Castro maduró su propia concepción totalitaria de la política al margen de esa alianza. El egócrata impuso la dominación carismática (en sentido weberiano) dando rienda suelta a todas sus fobias e izó el centralismo autocrático como única bandera. La raíz de sus fobias es la mejor explicación a «la militarización y la represión no como medidas extremas en un momento de máxima tensión sino como remedios normales aptos para curar la “exasperación” de determinados estratos sociales o la mala conducta de algunos jóvenes». Como apuntó oportunamente Karol Kewers a principio de la década del 70 del siglo pasado, acusando su «siniestra resonancia».[49]
Castro no se inspiró en la Revolución rusa sino en los ideólogos de la Revolución y posrevolución mexicana.[50] Tuvo influencias del integralismo brasileño, de la Falange española,[51] del Partido Único de la Revolución de Juan Domingo Perón, del nacional-populismo de Jorge Eliécer Gaytán y del Movimiento Nacionalista Revolucionario de Paz Estensoro en Bolivia. No obstante, supo adaptar su visión del mundo a las variaciones de su tiempo. Siempre estuvo dispuesto a dar «un nuevo giro de 180 grados»[52] con tal de mantenerse en el poder. Lo que ayuda a entender los porqués del rojo y negro en la bandera del Movimiento 26 de Julio y su grito de combate (¡Patria o Muerte!). También explica la presencia en la Isla —desde los primeros días de 1959— de los «camaradas falangistas» Rodrigo Royo, Rafael García Serrano y Cotón Bustamante.[53] Además, nos ayuda a comprender la contratación de exoficiales de las Waffen-SS y elementos del cuerpo de paracaidistas, zapadores y técnicos especializados que sirvieron al Tercer Reich.[54] Así resulta más fácil explicarnos porqué incorporó el término «würmer» (gusanos) para denominar a opositores, críticos y escépticos, de la misma manera que usó la expresión la propaganda nazi para denigrar a judíos y otras categorías de presunta «degeneración» racial o moral.
De ahí que la demolición emprendida por Castro en 1959 presente ciertos rasgos de convergencia con otras experiencias utópicas que buscaron —distanciadas del marxismo— la implantación de un «nuevo orden», la creación del «hombre nuevo» y la «regeneración nacional» mediante la destrucción violenta de toda oposición. Tal vez, sea cuestión de tirar del hilo negro y establecer algunos parentescos. Pero eso resulta excesivo para los márgenes limitantes de este texto. Espero que quienes se especializan en estudios comparativos, puedan analizar los elementos centrales de la dictadura castrista y elaborar algunas definiciones que nos aporten conocimientos útiles para aproximarnos (lo más posible) a la matriz del régimen.
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(*) Voz brikama mañón usaggaré de origen Calabarí, de empleo indistinto como sustantivo y/o adjetivo. Ñángara: “persona que anda en turba”, “pandillero” Obs.: «Guerrita (Pablo Guerra) y Serra (Rafael) decían que lo primero que le preguntaban a un compañero Negro que llegaba a afiliarse era si era Ñáñigo (Abakuá) o era ñángara (comunista). Guerrita y Margarito (Iglesias) eran Ñáñigos, así que no les podían meter un paquete […] según ellos (Guerra, Serra e Iglesias), ñángara quiere decir “turba”, digo en su lengua. Que andaban en turba, en el molote, que eran pandilleros […] Los Ñáñigos son individuos no turba, hombres que se asocian libremente con fines mutualistas, no rebaño. Por eso les cuadró el anarquismo. Nosotros (los anarquistas) siempre tuvimos militantes Negros, desde la colonia […] que no te hagan cuentos, ellos (los leninistas) empezaron a captar Negros para el Partido con Machado y, sobre todo, con Batista, cuando hicieron su soviet de soldados y cañeros, después del golpe (el 4 de septiembre de 1933) y la insurrección de los sargentos […] Los ñángaras nunca lograron colarse entre los trabajadores Negros, tenían mala fama […] Dice el refrán que en Cuba “el que no tiene de Congo tiene de Calabarí” [ y ] los santeros congos decían que los ñángaras eran “meado de cotorra”». Entrevista transcrita al anarquista cubano Claudio Alberto Martínez Santos (1921-2014), Miami, Florida, enero 2012. Vale destacar que en el libro La lengua Sagrada de los Náñigos de Lydia Cabrera (Colección del Chicherekú en el exilio, Miami, Fl., 1988) no aparece registrado el vocablo. Sin embargo, en su libro Vocabulario Congo: El Bantú que se habla en Cuba (Cabrera, Lydia, Ediciones Universal, 2001) sí está recogida la voz Ñángara: “Chusma, un cualquiera”, significado que embona con el comentario de Claudio Martínez en cuanto al decir de los «los santeros Congos».
Ñángara: “comunitario”, Díaz Fabelo, Teodoro, Diccionario de la lengua conga residual en Cuba, Ed. Casa del Caribe, Colección Africanía, Santiago de Cuba.
Ñángara: “persona que tiene ideas izquierdistas o milita en el Partido Comunista de Cuba. Obs.: Es usada por quienes sustentan ideas contrarias a estas personas: —Siempre has sido el más estúpido entre los estúpidos. ¿No te das cuenta que los contras pusieron una bomba hoy y mataron a cuatro, y los ñángaras están que arden? (Moya, R., 1985a: 189)”. Tristá Pérez, Antonia María y, Cárdenas Molina, Gisela, Diccionario ejemplificado del español de Cuba, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2016. (Consultado 7/12/2024).
ÑÁNGARA adj. y s. com. Cub. V. lo ya dicho en comuñanga. COMUÑANGA adj. y s. com. Cub. Militante de izquierda, comunista. Santiesteban, Argelio, El habla popular cubana de hoy. Una tonga de cubichismos que le oí a mi pueblo, Lingüística, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1985.
Notas
[1] Pablo Guerra (1870-1964), anarquista Afrocubano, mecánico tipógrafo y orientador obrero, activo en los círculos anárquicos de la Isla desde 1890. Condenado a muerte en 1919 junto a Alfredo López, Marcelo Salinas, Antonio Penichet y Alejandro Barreiro. Uno de los artífices de la Confederación Obrera de Cuba (CNCOC) en agosto de 1925. Vid. Fernández, Frank, El anarquismo en Cuba, Fundación Anselmo Lorenzo, Colección Cuadernos Libertarios/6, Madrid, 2000.
[2] Draper, Theodore, Las Teorías del Castrismo, «Cuadernos», Núm. 49, junio 1961, p. XXII.
[3] “La lucha contra el nacionalismo, el militarismo y el imperialismo”, Punto N.º 5, Declaración de Principios del Grupo Sindicalista Libertario de Cuba, Folleto mimeografiado, La Habana, 1960. Archivo particular de Frank Fernández, Miami, Florida.
[4] Javier de Varona, Carlos Rentaría y Eurípides Núñez. Este último, dirigente sindical y militante comunista por más de 40 años, se “suicidó” en extrañas circunstancias cuando se encontraba bajo custodia siendo interrogado. Rentaría se ahorcó en su casa a los pocos días de ser liberado.
[5] Se voló los sesos de un disparo a pleno sol en uno de los bancos del «Parque de los Ilustres”, popularmente conocido como el “Parque de los Cabezones», en las inmediaciones de la Escuela de Ciencias de la Universidad de La Habana.
[6] Doce años después (1980), el historiador marxista y profesor preuniversitario Ariel Hidalgo sería encarcelado y condenado a 8 años de prisión bajo la acusación de “propaganda enemiga” y “revisionismo”, a consecuencia del hallazgo —durante el cateo a su domicilio— de un manuscrito crítico del centralismo castrista y la nueva clase tecnócrata, intitulado Cuba, el Estado marxista y la nueva clase.
[7] Vid. Félix Fleitas Posada, A cuarenta años del proceso de la Microfracción. Disponible en: https://diazmartinez.wordpress.com/2010/01/03/repaso-a-la-microfraccion/; Gustavo Silva, La Habana 1968-1975: Microfracción, Congreso Comunista y Comité Cubano Pro Derechos Humanos; Tania Quintero, Los condenados de la Microfracción, Armando Añel, A la caza de la Microfracción. Disponible en: https://www.cubaencuentro.com/txt/cuba/articulos/a-la-caza-de-la-microfraccion-48473 Y, Luis Cino, El proceso de la Microfracción: la mayor represión anticomunista ocurrida en Cuba. Disponible en: https://www.cubanet.org/microfraccion-la-mayor-represion-anticomunista-ocurrida-en-cuba/ (Consultado 7/12/2024).
[8] Militante comunista histórico, afiliado al PCC desde 1932. Ocupó diversos puestos de responsabilidad al interior del Partido: fue miembro del Buró Político del Comité Central del Partido desde 1935, diputado en la Cámara de Representantes de Cuba por el Partido Socialista Popular (1948) y director del diario Noticias de Hoy (órgano oficial del PSP), también ocupó el puesto de Secretariado general en funciones en 1953.
[9] Bethell, Leslie, Cuba: A Short History. Cambridge University Press, 1993, p. 131. (Consultado 7/12/2024).
[10] Informe de Raúl Castro durante los tres días en que sesionó el Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Disponible en: https://www.radio36.com.uy/entrevistas/2004/02/250204_castro.htm
[11] La sentencia más severa fue para Aníbal Escalante por 15 años de prisión, acusado de ser líder de la “conspiración”. El resto de las condenas osciló entre los 12 y 3 años de prisión.
[12] Entre los “subordinados” destaca el caso de Ricardo Bofill Pagés, que —aunque sí era miembro del Partido Comunista desde 1965— nunca militó en el PSP, pero trabajaba bajo las órdenes de Ramón Calcines que sí era de la vieja guardia del Comité Central del PSP. Al momento de su detención fue agravante que le encontraran un documento de su autoría que narraba el proceso de insurrección contra Batista de manera diferente al relato oficialista, por lo que sería procesado como microfraccional y condenado a cárcel.
[13] Fidel Castro, discurso pronunciado el 13 de marzo de 1968. (Consultado 8/12/2024).
[14] Desde los años de la insurrección, estos tres comandantes serían los miembros más fiables del Departamento de Investigación del Ejército Rebelde (DIER), ese trío eficaz sería el embrión del todopoderoso Ministerio del Interior (MININT).
[15] En esta nueva formación partidista no sólo tendrían un papel preponderante los miembros históricos del M-26-7 más leales a Fidel sino sus amigos de la infancia desde los años de enseñanza primaria en el Colegio de Dolores y La Salle en Santiago de Cuba, como Baudilio Castellanos y Jorge “Papito” Serguera. De tal suerte, desde los primeros años de la Revolución se iba configurando la elite del castrismo.
[16] Joaquín Ordoqui obtendría el grado de comandante y viceministro de las FAR.
[17] Comparecencia de Fidel Castro el 26 de marzo de 1962. Extraído de Obra Revolucionaria, №10, 1962, pp. 7–32. (Consultado 8/12/2024).
[18] “…he militado en un solo Partido político cubano, y es el que fundó Eduardo Chibás, ¿Qué moral tiene, en cambio, el Señor Batista para hablar de comunismo si fue candidato Presidencial del Partido Comunista en las elecciones de 1940, si sus pasquines electorales se cobijaron bajo la hoz y el martillo, si por ahí andan sus fotos junto a Blas Roca y Lázaro Peña, si media docena de sus actuales Ministros y colaboradores de confianza fueron miembros destacados del Partido Comunista?”, Castro, Fidel, “¡Basta ya de mentiras!”, Revista Bohemia, Año 48-Núm. 29, julio 15 de 1956, La Habana, pp. 63-84 (Consultado 8/12/2024).
[19] Estas acusaciones motivaron a Castro a arremeter contra el trotskismo uruguayo en la Conferencia Tricontinental. Poco después, la ingenuidad de los yoruguas seguidores de Lev Davídovich, los llevaría a desfilar, mate en mano, tras el flautista de La Habana y adoptar sus postulados.
[20] He de confesar que para mí siempre ha sido un enigma la admiración (léase adoración) de amplios sectores del trotskismo por Ernesto Guevara. Si bien cuenta la leyenda que Guevara intercedió ante Castro para sacar de prisión a un subordinado suyo que había participado en la fundación del efímero Partido Obrero Revolucionario Trotskista en los primeros días de 1960, es un secreto a voces su protagonismo en la persecución de la escasa militancia trotskista en la Isla. Guevara dejó muy claro, incluso antes de incorporarse a la insurrección cubana, su “veneración” (textual) por Stalin. Después de su primer encuentro con Mao (1960) declaró que el maoísmo era “un nuevo camino para América Latina”.
[21] Testimonio de Hilda Felipe, militante histórica del PCC y presa política del régimen castrista condenada a 5 años de prisión (3 en arresto domiciliario por problemas de salud), en el documental Nadie escuchaba, bajo la dirección de Néstor Almendros y Jorge Ulla. (Consultado 8/12/2024).
[22] Los indicios de esta desvirtuación (trotsko-maoísta-guevarista) y los pasos previos a la consolidación de la hegemonía fidelista de cara a la Primera Conferencia de la OLAS, pueden encontrarse en las páginas de la Revista Marcha, Montevideo, Núm. 1363, julio 28, 1967. Vid., Gutiérrez, María Carlos, “La paradoja de la OLAS”, p. 18 y; Núñez, Carlos, “La hora de las definiciones”, pp. 18-19.
[23] A raíz de la visita de Guevara a China, al frente de una comitiva del gobierno castrista en noviembre de 1960, comenzó a especularse entorno al acercamiento con Beijing y el “nuevo rumbo” pro-chino de la Revolución, al grado que el propio Guevara se lo llegó a creer. El año anterior (1959), durante su gira por Asia, había aprovechado para reunirse con los partidos maoístas de la región, particularmente con el de India, estableciendo los contactos necesarios para su futuro encuentro con Mao. De hecho, un mes antes de su viaje a China, afirmó en un artículo que “personalidades como Lenin, Stalin, Mao Tse-tung […], establecen un cuerpo de doctrina y, digamos, ejemplos a seguir”. Vid. “Notas para el estudio de la ideología de la revolución cubana”, Ernesto Guevara, Verde Olivo (Revista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba), 8 de octubre de 1960. Guevara volvería a visitar China y entrevistarse con Mao en 1965, en víspera de “desaparecer” y embarcarse en su estrategia suicida.
[24] Disponible en Che Guevara, Ernesto. «Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental«.
[25] En el discurso del aniversario XIII del asalto al cuartel Moncada (26/07/1966) Castro se explaya contra el “campo socialista” (léase URSS) y su intento de establecer relaciones comerciales con el gobierno de Frei en Chile: “la niña mimada” del imperialismo que “coquetea para simular independencia y habla de relaciones económicas con el campo socialista” […] Desde luego, el campo socialista es independiente, tiene derecho a hacer lo que crea que le convenga hacer, es cosa de ellos […] es nuestro deber advertir a los países socialistas contra la hipocresía de Frei, contra la coquetería de Frei, porque la prostituta no se volverá virtuosa porque le presten atención a alguna de esas coqueterías suyas […] Lamentablemente hay veces que países del campo socialista se equivocan; pero no hay que cargar sobre ellos la culpa tanto de sus equivocaciones como de los pseudo-revolucionarios, que los aconsejan y los asesoran de una manera equivocada,” en clara referencia al PC de Chile y los partidos comunistas latinoamericanos, incluso, algunos de los encartados por la Microfracción lo asumieron en su momento como un ataque velado hacia ellos.
[26] Con la firma de un nuevo tratado comercial entre ambos Estados en mayo de 1966.
[27] La versión bananera de esta ignominia declaraba la guerra a siete identidades: 1.) los burócratas, 2.) los diplomáticos, 3) los oficiales de alto rango excombatientes del Ejército Rebelde (con particular saña contra los miembros del Directorio Estudiantil), 4.) los militantes históricos del Partido Comunista de Cuba, 5.) los homosexuales, 6.) los propietarios de pequeños comercios (incluidos ambulantes) y, 7.) la juventud al margen del “proceso revolucionario”. La implementación de esta política entre 1966 y 1968, trajo consigo la creación de las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP) —eufemismo oficialista para los campos de concentración dedicados a “rehabilitar” homosexuales, artistas e intelectuales “renuentes a transformarse” en el Hombre Nuevo revolucionario—; la condena a 30 años de prisión del comandante Rolando Cubela Secades (entre otros ex oficiales del Ejército Rebelde acusados de “traición a la Revolución”.); la represión anticomunista de la Microfracción y; la fundación de la Brigada Invasora Ernesto Guevara (1966-67), así como las subsecuentes Columnas Juveniles del Trabajo (1968-1973).
[28] Esta distorsión llegaría con fuerza a la década de 1970 influenciando el marco teórico del Ejército de Liberación Negra (BLA, por sus siglas en inglés), las Brigadas Rojas (BR), la Fracción del Ejército Rojo (RAF, por sus siglas en alemán) y la mayoría de las guerrillas urbanas en Europa y Norteamérica, a pesar de las críticas demoledoras vertidas por Castro y el propio Guevara contra la estrategia de lucha urbana elaborada en los años 60 por el anarcosindicalista manchego Abraham Guillén.
[29] Estas tesis no sólo abonaron en las escisiones entre pro-soviéticos y pro-chinos, sino incluso provocaron divisiones al interior de los partidos maoístas. Los casos particulares del surgimiento del Partido Comunista Revolucionario de Argentina, de claro signo maoísta-guevarista, y el Partido Comunista del Perú-Patria Roja (tras separarse del también maoísta Partido Comunista del Perú-Bandera Roja), son ejemplos fehacientes de estos descalabros.
[30] Vid. Gutiérrez, Carlos M., “Fidel: Nuevas condiciones, nuevo lenguaje”, Revista Marcha, Montevideo, Núm. 1315, agosto 5, 1966, p. 15 – p.20.
[31] Discurso de clausura del XII Congreso Nacional de la Central de Trabajadores de Cuba-Revolucionaria (CTC-R). Los masoquistas pueden consultar el discurso íntegro aquí. (Consultado 11/12/2024).
[32] Vid., revista Marcha, Número 1333, diciembre 9, 1966.
[33] Vid., Régis Debray, Le castrisme: la longue marche de l’ Amérique Latine, Les Temps Modernes, París, Núm. 224, enero 1965 y, Amérique Latine: quelques problèmes de stratégie révolutionnaire, Cahiers marxistes-léninistes du cercle des étudiants communistes de l’ École Normales Supérieur, París, Nú. 5, 1965.
[34] Vid., Marcel Niedergang, La voie cubaine: ni Moscou, ni Pékin, Le Monde, Paris, 12 de abril. 1967.
[35] Teoría y Práctica (1964-1967) era el medio de difusión de las Escuelas de Instrucción Revolucionarias (EIR) controlado por el desaparecido PSP.
[36] El Consejo de Dirección estaba integrado por Fidel Castro, Osvaldo Dorticós, Blas Roca, Carlos Rafael Rodríguez y Fabio Grobart.
[37] Debray, Régis, ¿Revolución en la Revolución?, Núm. 1, Cuadernos Casa de Las Américas, La Habana, enero de 1967. El ensayo también fue publicado en Alemania, Estados Unidos y Francia, pero nunca se editó en alguno de los países de la órbita soviética ni en la China maoísta.
[38] Cfr.: https://sitiosdememoria.uy/sites/default/files/publicaciones-completas/2024-05/america-latina-n1_f4-1967.pdf (Consultado 11/12/2024).
[39] Lamberg, R. F. (1968). La formación de la línea castrista desde la Conferencia Tricontinental. Foro Internacional, 8 (3), 278–301.
[40] Vid. Díaz Castro, Tania, Una humillación repartida entre dos, toca a menos. Cubanet, 12 de diciembre, 2018.
[41] Comité de Relaciones de la Federación de Grupos Anarquistas de Cuba, “A los trabajadores de Cuba y al pueblo en general”, documento mimeografiado, La Habana, 28 de agosto de 1933. Archivo particular de Frank Fernández, Miami, Florida.
[42]Ibid.
[43] Vid., Bandera Roja, PCC. Año I. No. 2. La Habana. Octubre de 1933. Hemeroteca del AIHC.
[44] Vid., periódico Hoy, 13 de julio de 1940. Archivo particular de Frank Fernández, Miami, Florida.
[45] Esta parodia contó de tres actos, el llamado Pacto de México, entre el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario y el Partido Socialista Popular donde se comprometían en coordinar sus acciones para derrocar a Batista; el envío de Carlos Rafael Rodríguez a la Sierra Maestra (sin la menor responsabilidad político-militar) y; el simulacro guerrillero al norte de Las Villas comandado por Félix Torres.
[46] Vid. Discurso de Fidel Castro en la empresa petrolera Shell, 6 de febrero de 1959. (Consultado 12/12/2024).
[47] El propio Castro condenó en agosto de 1958 la «traición» del Partido Socialista Popular que impidió la realización de la huelga general convocada por el M-26-7 contra Batista.
[48] Op. Cit. Testimonio de Arnaldo Escalona Almeida, militante del Partido Comunista de Cuba (PCC) por más de 50 años y preso político del régimen castrista (cumplió 8 años de prisión), en el documental Nadie escuchaba.
[49] Vid. K.S., Karol, Los guerrilleros en el poder. Itinerario político de la revolución cubana, Barcelona, 1972, Biblioteca Breve, Seix Barral.
[50] Vid. Discurso pronunciado por Fidel Castro el 2 de agosto de 1980, dedicado al “Ilustre amigo, licenciado José López Portillo, presidente de México.” Lo que explica porque mantuvo mejores relaciones con el PRI y sus gobiernos represores y corruptos que con alguna de las versiones del Partido Comunista de México. (Consultado 12/12/2024).
[51] En los días de la Sierra Maestra, Castro ostentaba como libro de cabecera las Obras Completas de José Antonio Primo de Rivera.
[52] Enrique Meneses: Fidel Castro. Siete años de poder. Síntesis de una Revolución, La Vanguardia, 19 y 22 de mayo de 1966.
[53] Corresponsal en La Habana del semanario SP (órgano oficial de prensa de la Falange Española) por instrucciones de Rodrigo Royo, fundador y director de la revista, quien se autodefinía como orgulloso «falangista-castrista».
[54] Según actas desclasificadas del servicio de inteligencia alemán (Bundesnachrichtendienst) publicadas en el diario Die Welt, Castro ofreció a los exoficiales nazis contratados como técnicos y entrenadores militares un sueldo equivalente a mil marcos alemanes en moneda cubana, más otros mil en cualquier divisa europea, listos para transferirse a la cuenta de su elección en algún lugar de Europa occidental. (Consultado 13/12/2024).
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